LITERATURA

"En Rosario no se baila cumbia"

La literatura de Frank Báez es limpia, depurada y reciclada. Pocos como él han hecho del arte de la palabra un modelo de perfección. Su estética no es rimbombante ni ampulosa. Convierte el lenguaje de todos los días en un proyecto escritural que no pasa inadvertido. Frank Báez tiene muchos lectores. No solo de su revista de poesía “Ping Pong” que se mueve de un lado a otro del mundo, dentro de la red, sino también en el ambiente creativo nacional, donde es respetado y admirado. Todavía no ha cumplido 35 años y ya ha logrado su voz pro- veteranos todavía no consiguen, ni mucho menos los ególatras de turno que ni leen lo que escriben. Frank Báez sigue creciendo en obra y en madurez. Hoy por hoy es uno de nuestros poetas más cultos e informados. En el año 2010, fue invitado a un festival de poesía en la ciudad argentina de Rosario. Un año después, la editorial rioplatense Folia Ediciones dio a conocer una crónica novelada de su estancia allí. La novela “En Rosario no se baila cumbia” es un texto inusual en el panorama de las letras dominicanas y recuerda, salvando las distancias, aquella línea editorial de Truman Capote con “A sangre fría” y Gabriel García Márquez con “Relato de un náufrago”, “Miguel Litín Clandestino en Chile”, “Cuando era feliz e indocumentados", y "Noticias de un secuestro", entre otros. Con independencia de partir de un hecho real ( la aventura de un poeta en las apasionantes noches argentinas), Frank Báez llena su historia de magia y encantamiento. Mendigos, truhanes, perdedores, estudiantes, músicos y locos, entre otros personajes de la más variada extirpe entran y salen de sus páginas en busca de cometas, vientos y palomas. Son seres humanos que visten su propia alma y se transforman en la verdadera razón por la que viven. Con ellos de la mano, Báez recorre una ciudad que aprisiona su huella y no lo deja dormir en paz. Alguna vez, la República Dominicana deberá reeditar esta obra que solo circuló en Argentina y que merece estar en la cabecera de la posmodernidad. Solo copio un párrafo del texto para que el lector advierta que está frente a un libro que respira creatividad por sus cuatro costados: “Regreso al hotel acompañado de un perro. Como estoy medio borracho y solo lo tengo a él de interlocutor, me pongo a hablarle. Es tan difícil bailar cumbia en esta ciudad, le digo. Tienen bares de rock nacional. Tienen bares de heavy metal. Tienen hasta un Irish Pub. Pero no hay un jodido lugar para bailar cumbia”.

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