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La migración pone en jaque a la clase política mundial

Winston Churchill afirmaba que de nada sirve decir “Lo estamos haciendo lo mejor posible”. Tienes que hacer lo que sea necesario para tener éxito. Esta frase, atribuida a su gestión como primer ministro británico, ilustra hoy en día lo que la clase política actual ofrece como respuesta a la tragedia mundial de la migración: “Lo estamos haciendo lo mejor posible”.

El reto que representa la migración masiva y en muchos casos descontrolada de personas que buscan refugio ha tenido como respuesta en muchos países una política migratoria que no ha podido dar con una solución que resuelva, al menos mínimamente, las tensiones que genera esta trágica situación humanitaria.

Los gobiernos de la Unión Europea, con una clara ausencia de desempeño, han visto fracasar las costuras de su política de regulación migratoria y ahora contemplan la manera de poner freno a una tesitura que, en muchos territorios, amenaza el frágil equilibrio de su población nativa. Según la agencia comunitaria de fronteras (Frontex), solo en el mes de agosto más de 56,900 personas en situación irregular llegaron a la Unión Europea; en junio fueron más de 30,000.

Los líderes europeos lucen desorientados ante este grave desafío. Sobrevuela en muchos casos el temor a adoptar medidas contundentes que puedan originar las denuncias de oenegés y organismos humanitarios. 

Mientras muchos líderes viven en un estado ilusorio, el drama no cesa. El más reciente ha sido la entrada masiva de inmigrantes ilegales a la isla italiana de Lampedusa, más de 10,000 en una semana, lo que ha provocado que esta nación vaya a endurecer sus medidas de control migratorio.

Por su parte, el presidente de Alemania, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, ha diagnosticado que su país está en situación de “punto de quiebra” migratorio. En 2022 este estado recibió 1.2 millones de personas y en lo que llevamos de 2023 se han presentado más de 200,000 nuevas solicitudes de asilo, un 77 % más que en el mismo periodo del año anterior.

Suecia, que lideró la política de brazos abiertos a los refugiados y solicitantes de asilo, se debate ahora en la manera de aplicar medidas más restrictivas para impedir la entrada de personas de forma irregular. En Suecia hay dos millones de personas nacidas en el extranjero, es decir, alrededor del 20 % de la población.

Mientras esto sucede en Europa, la Administración demócrata de los Estados Unidos aplica medidas profilácticas que, en el mejor de los casos, resuelven temporalmente su crisis fronteriza. Inspirado en el principio de más vías legales de llegada y más dificultades para la inmigración irregular, el Gobierno de Joe Biden se mueve en un escenario complejo frente a una oposición republicana decidida a tumbar cualquier iniciativa que implique agravar esta situación.

República Dominicana, en este entorno internacional tan complejo, se enfrenta a un contexto sin precedentes recientes en cuanto a la cronificada crisis con su vecino Haití. El conflicto generado a raíz de la construcción del canal sobre el río Masacre no solo ha provocado el cierre de la frontera que comunica ambos países, sino que ha despertado un inusual debate político entre los principales líderes de la oposición.

Resulta paradójico que mientras el presidente Luis Abinader afronta con firmeza, templanza y determinación la crisis fronteriza, reitere en la ONU redoblar los esfuerzos para enviar una misión de seguridad a Haití y cuente con el respaldo social mayoritario para su difícil tarea, la oposición agriete el frágil consenso que había imperado hasta ahora con este asunto.

El líder de la Fuerza del Pueblo, Leonel Fernández, ha deambulado en su discurso migratorio. Si en febrero pasado criticó la Ley de Trata de Personas, que el Gobierno retiró para su aprobación, por considerarla lesiva al interés nacional, ahora ha intentado menoscabar la labor del presidente de la República al oponerse al cierre de la frontera y al envío de tropas del Ejército sin ofrecer una alternativa en su discurso.

Más preocupante es la postura histriónica adoptada por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Su candidato presidencial, Abel Martínez, ha tenido la esperpéntica idea de pedir al presidente Abinader que se aparte del conflicto y que sea una comisión de expertos, juristas y sectores representativos de la sociedad dominicana los que gestionen la situación.

El que fuese presidente de la Generalitat de Catalunya, Josep Tarradellas, dijo en una ocasión: “En política se puede hacer de todo, menos el ridículo”.