Juan Ramón Jiménez y el Modernismo

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“No dividí mi vida en días, sino mis días en vidas, cada día, cada hora, toda una vida”, eran estas palabras la forma detrás de la pluma de Juan Ramón Jiménez, quien divisaba la poesía de los días y la convertía en versos vivos. Siendo así, cada palabra era una fantasía tan real como la filosofía modernista que se vislumbra en sus escritos, como en los de sus compatriotas.

El modernismo habla de caminos que se trazan, se unen y se desprenden, con un realismo fantástico característico de sus mayores precursores. Jiménez, Machado, Darío y otros, flotan sobre estas ideas y las llevan al papel a través de poesía y narraciones. En el caso más preciso de Jiménez, posee una esencia rebuscada, pero muy aterrizada a la misma vez, diferenciándose de lo que en realidad representaba el romanticismo, como movimiento, para su época; podría creérsele como un producto de los movimientos que le anteceden.

Partiendo de esta premisa y rescatando uno de los escritos de Jiménez, como “El viaje definitivo”, él viaja con sus versos a una realidad que supone su ausencia. Asimismo, incurre sobre una idea con un sentido más crudo y real, pero bastante romantizado.

Al pasar al texto…

“… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando; /y se quedará mi huerto, con su verde árbol /

y con su pozo blanco.”

Su intención es consonar con el sentido de la ausencia en la vida. A partir de esto, intentando internalizar a Jiménez, la vida es un bucle natural infinito, que ni siquiera la ausencia puede detener. En este poema, las palabras no sólo son analogías, son significados; porque el huerto no es sólo el huerto, es la vida; el árbol no es el árbol, es quién rodea la vida; porque el pozo blanco no es sólo el pozo; es qué rodea la vida.

Las versificaciones de un escritor alcanzan espacios que pueden ser erróneos, acertados o conflictivos. Sin embargo, la única realidad es que el arte se dice y significa más de lo que, en principio, buscó ser. Jiménez nunca fue la excepción.

Si regresamos al texto, en su poema “Vino, primero, pura” … “Vino, primero, pura, /vestida de inocencia.

Y la amé como un niño. /Luego se fue vistiendo / de no sé qué ropajes. / Y la fui odiando, sin saberlo.”

Dos estrofas son más que suficientes para encontrar la disparidad entre la realidad y los estigmas. Es decir, en la vida se ama a primera vista, pero puede odiarse la costumbre; desmembrar esa intención implica adjudicarle el ejemplo de una sociedad y sus manejos; de la política y su burocracia; de la poesía y el uso paupérrimo de la palabra. Regresando a la última estrofa…

“Y se quitó la túnica, /y apareció desnuda toda… /¡Oh pasión de mi vida, poesía /desnuda, mía para siempre!”

Al despojarse, en este caso, la poesía alcanza su clímax y él la reclama como suya para siempre.

Es así como Juan Ramón Jiménez está demencialmente perdido en las palabras y sólo logra encontrarse al finalizar cada estrofa, sus poemas coinciden en caminar bajo una historia, como si escribiera al extrañamiento antes que Cortázar y le diera tiritas de una realidad menos fantasiosa por cada cadencia en sus versos. Es que, sus poemas siguen un orden uniforme o revés que dicta un final en específico.

Jiménez, con precisas palabras, deforma los paradigmas, brindándole una nueva visión a lo que ya es conocido. Sin aras de brindar significados, a sus escritos, indistintos de lo que representaba Jiménez, consta recoger el hecho de que cada poema juzga la calidad interpretativa de las realidades más comunes y cotidianas de la vida.

No queda más que regresar al texto y entender que…

“Siempre tienes la rama preparada /para la rosa justa; andas alerta /siempre, el oído cálido en la puerta

de tu cuerpo, a la flecha inesperada.”

En su poema, “A mi alma”, él entiende que las ánimas están hechas a la medida y se mantienen siempre alerta a lo que, en la actualidad, serían simples suposiciones, es decir, ¿amor? ¿dolor? ¿nada? Su alma siempre estuvo alerta con un cálido oído en la puerta de su cuerpo, dispuesta a sentir.

En el idioma de Jiménez, su alma se recorta en piezas porque…

“Signo indeleble pones en las cosas. /luego, tornada gloria de las cumbres, /revivirás en todo lo que sellas.”

Las ánimas reviven y conviven en todo aquello que marcan. A través de tanta profundización de las almas, es más que claro que en Jiménez existió un claro interés por aspectos intangibles de la vida, que son los más significativos y, paradójicamente, los puntos con mayor importancia de rozar con sus versos. Es por esto por lo que, otro de los temas en los que navega él, como poeta, es en la muerte.

Uno de sus poemas, insípidamente, llamado “La muerte bella” cuestiona en constancia lo que representa la muerte y la vida. Para Jiménez, estas invierten roles a lo largo de su trayecto y las consecuencias pueden ser irreversibles. En su pregunta poetizada, la vida se vive para morir o se muere para vivirla.

Volcándose al texto, decía que…

“¿Por qué morir ha de ser /lo que decimos morir, /y vivir sólo vivir, /lo que callamos vivir?

¿Por qué el morir verdadero /(lo que callamos morir) /no ha de ser dulce y suave /como el vivir verdadero /(lo que decimos vivir)?”

Decir y hacer; morir o vivir. Jiménez vivía en una constante en una batalla espiritual con sus ideas, concibiendo una genealogía de ideas alrededor de la realidad, que posee una vida y una muerte, ambas ancladas por destino, pero vistas por almas destinadas a sobrepoblar ese destino por un camino material y sin sentido, que sólo tendrá esencia dependientemente de cómo se perciba.

La escritura de esta lumbre del modernismo toca las puertas de los distintos movimientos y los aprecia en cada escrito, toma porciones para hacerse entender, para juzgar y para vivir a través de cada palabra. En conclusión, Juan Ramón Jiménez, es su poesía, no se expresa con ella. Como él mismo lo expresó alguna vez…

“Yo no soy yo. /Soy este /que va a mi lado sin yo verlo, /que, a veces, voy a ver, /y que, a veces olvido. /El que calla, sereno, cuando hablo,/el que perdona, dulce, cuando odio, el que pasea por donde no estoy, el que quedará en pie cuando yo muera”. 

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