Escenas de la vida parroquial, de George Elliot

Septiembre de 1856 marcó una nueva era en mi vida, pues fue entonces cuando empecé a escribir piezas de ficción. Siempre había tenido la vaga fantasía de que algún día escribiría una novela

Septiembre de 1856 marcó una nueva era en mi vida, pues fue entonces cuando empecé a escribir piezas de ficción. Siempre había tenido la vaga fantasía de que algún día escribiría una novela

Después de varios años de escribir críticas y reseñas, decidió ensayarse como narradora: “septiembre de 1856 marcó una nueva era en mi vida, pues fue entonces cuando empecé a escribir piezas de ficción. Siempre había tenido la vaga fantasía de que algún día escribiría una novela”, dice en su diario. El resultado fueron tres narraciones que ocurren en el pueblo donde se crió, en las Midlands inglesas, y que tienen como común denominador a los párrocos anglicanos de ese pueblo imaginario tan parecido a su pueblo real.

Los lectores de Escenas de la vida parroquial estamos, pues, ante la ópera prima de quien escribiría más tarde Middlemarch, considerada por autoridades como Virginia Woolf o Julian Barnes una de las diez más importantes novelas inglesas de todos los tiempos. Las tres breves novelas aparecieron anónimamente en la revista Blackwood's en 1857. Su pareja le leyó a varios amigos una parte del primer relato y “todos llegaron a la conclusión de que su autor era clérigo, y un hombre de Cambridge”. Cuando, en 1858, las tres novelas se publicaron en forma de libro venían firmadas por George Eliot: el detalle interesante es que pasaron varios años para que se aclarara que la verdadera identidad que se ocultaba detrás de ese nombre masculino era la de Mary Ann.

Hoy en día, ningún lector que ignore la verdad admitiría que las Escenas de la vida parroquial son las primeras narraciones de su autor(a), tal es la maestría y hasta el humor de esta trilogía. Por ejemplo, al referirse a Amos Barton, el protagonista de la primera de ellas, dice que “no era en absoluto, como ves, un personaje maravilloso ni excepcional; y tal vez sea una osadía pedir que mires con buenos ojos a un hombre que estaba muy lejos de ser

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