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Cuentos/ Literatura

Tres microrrelatos de Alex Schweg

UNICO

El último de los unicornios trota sobre las piedras de una montaña ennegrecida. Es la realidad rugiendo, la voz de una especie brotando a llamaradas.

El unicornio solo, pobre bestia al pie del vacío. El silencio es pertinaz.

¿Quién podrá consolarlo a esta hora sobre el mundo?

Una lluvia primigenia comienza, gotas de una débil luz le moja las crines. Sangre de oráculo le golpea la punta del cuerno. Crece la luz de su hambre. Todavía es un enigma discreto. Trota hacia el misterio y piensa un amante gemelo. Aumenta el trote, la piel se enerva, anda pasando un torreón de girasoles, aplastando las fresas, la boca esta ciega y muda, frutas dulces salpican su vientre.

Soy el ultimo… piensa, y su aliento irrumpe ante las mariposas.

Un incendio de plata rasga el monte. La bestia detiene, su mejilla no está sola. Al pie del único rosal tejiendo un canto al beso moribundo de la Luna, está un duende perverso. Es el último duende.

¿Quién podrá consolarlo a esta hora sobre el mundo?

CRIATURAS

- ¡Las criaturas llegan en la noche! – me dijo y abrió los ojos con desmesura.

- No – le respondí seguro. Las criaturas son de la noche, pertenecen a ella, pero adoran la luz. De día se las puede llegar a encontrar echadas, durmiendo en algún rincón de cualquier calle. Su aire de familiaridad, de bestia domestica e inofensiva las hace permanecer inadvertidas. Por las noches, cuando despiertan, se levantan y con pasos cortos echan a andar; buscando las calles desiertas…

ANIMAL EXTRAÑO

Nacen de la nada. Aparecen sobre cualquier superficie. A medida que se desarrollan extienden unas largas raicillas con las que se nutren. Así tejen una estrecha y fuerte maraña que hace de cada uno parte de un inmenso capullo. Esas mismas raicillas le forman, por separado, un caparazón firme y aislante. Pasan días, hasta que cada brote se hincha, se cubre de una tupida pelambre relativamente suave y, finalmente, se desprenden. Así aparecen cuatro o cinco por vez; en cada caso. Sobre su lugar de origen solo quedan algunos fragmentos de tejidos secos, como viejos jirones de pergamino. Se van rodando, saltando, son como bolas blandas. No se distingue en ellos ojos o boca. Su número es incierto. Algunos suelen ser más voluminosos, otros y estos resultan ser incontables, no sobrepasan el tamaño de un coco. De sus costumbres se sabe muy poco. A muchos se les ha visto en grupos, tomando el sol en los parques y a alguno que otro muy quieto durante horas sobre una rama, desbordado por los lados. Se les atribuyen poderes y significados, se les deja andar por doquier y aun dentro de las casas. Es claro que no son realmente animales, quizás pudiera llamárseles híbridos, pero en un sentido muy diferente.

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