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Ensayo/Literatura

Dazai y el vacío

Este gran escritor japonés Dazai sufrió el abandono paterno y no es el primer escritor que busca atenuar en lo literario el desconsuelo por esa ausencia.

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Ricardo Guzmán WolfferCiudad México

Tomado de la Jornada Semanal

Osamu Dazai (Japón, 1909-1948) representa al escritor de contracorriente, tanto en su escritura como en su biografía, plagada de un profundo desconsuelo de la vida y de afán autodestructivo. Entre sus obras destaca Ocho escenas de Tokio donde los relatos son claramente autobiográficos. Es difícil precisar si son una crónica exacta de su viaje al suicidio, pero sin duda permean episodios de su vida, donde el alcohol, los intentos fallidos de suicidio, el uso de drogas y un abandono completo de sí mismo aparecen intermitentemente. La reciente edición de Sajalín editores incluye fotografías del propio Dazai y evidencia que algunos capítulos podrían ser una mera descripción de esos años terribles que terminaron en su autosacrificio.

La soledad introspectiva

La narrativa de Dazai, además de conmovedora por suponerla un reflejo de su desdén por la vida y el sufrimiento continuo apenas atenuado con sus adicciones, es eficaz por su planteamiento literario. Se le atribuye influencia en Yukio Mishima. Logra cierres inesperados y también transmitir la sensación de desasosiego absoluto de los personajes, en reflejo del autor. En los relatos apenas se mencionan los ataques que vivió en la segunda guerra mundial, aunque el panorama donde vive y apenas interactúa con los demás está tocado por los bombardeos y sus consecuencias, la percepción de estos textos no es que su abandono tenga relación directa con los conflictos bélicos. Sus personajes casi no pueden hablar. En “Delicada belleza”, el hombre del relato va a unos baños medicinales para acompañar a la esposa enferma de la piel. En las aguas compartidas de las albercas descubre, en medio de dos viejos, a una joven de belleza espectacular. El personaje se deleita con su contemplación y no puede hablarle. Tiempo después, cuando va a la peluquería y es sorprendido por el barbero, a quien le habla con mucho esfuerzo, descubre a la joven sentada en la ventana. Durante todo el relato, el hombre ha dudado si esa magnífica belleza no será retrasada mental. No le importa: su cuerpo le ha dejado tal impresión que le resulta admirable y no le interesa mucho su condición intelectual. En el colmo del atrevimiento involuntario, le sonríe. Ella se va, pero él se queda contento por tener “una nueva conocida joven y hermosa”. Cuando termina del cortarle el pelo el posible padre de la joven, el personaje se va “fresco, renovado y perfectamente feliz”. Este momento fugaz, esa admiración por la belleza femenina y la dificultad en hablarle al peluquero, evidencian a un hombre limitado, tímido y francamente incapaz de relacionarse en la sociedad en la que vive con dificultades. Esa descripción encaja con el resto de los personajes, donde el autodesprecio y la autocompasión lindan con la autoeliminación.

Quizá lo más sorprendente de su lograda inclinación suicida no es que le fuera insuficiente su talento literario como motivo para vivir, sino que lograra acompañarse de mujeres que lo siguieron en los intentos de quitarse la vida. Al final, en su cuarto intento, se arroja al río Tama con su amante en turno.

Continuamente se proponen sus personajes vivir de la escritura y apenas lo logran, en parte por la bebida y por su modo de vida, sin intenciones de mejorar. En franco guiño autobiográfico, sus escritores sufren la carga de ser hijos de una familia acomodada financieramente. Como Dazai, viven de las remesas familiares, pero no hay dinero suficiente para mantener a un adicto y a sus amantes. Es notable que, incluso en sus momentos de mayor consumo, sus personajes tienen la capacidad de comprender sus excesos y cómo le afectan: “yo solo me estaba arrinconando. Los días se sucedían oscuros como las noches. ¡No soy un hombre malvado! Engañar a los demás es vivir en el infierno.”

La soledad de la postguerra

La obra de Dazai plantea el análisis metaliterario. A pesar de que sus personajes no se quejan de la guerra, puede suponerse que ese espíritu sensible y talentoso necesariamente se impregna de la desolación de una nación confrontada con la realidad de no ser la potencia que su cultura y su tradición militar le hacían suponer.

Su personaje vive la desolación sin plantearse la causa de esa tristeza.

Dazai fue admirador de Ryunosuke Akutagawa, quien también se suicidó. La muerte de este aparente sustituto paternal, al menos literariamente, influyó en Osamu. Hasta su muerte en 1948, el abandono lo seguiría: no dudaría en suicidarse y dejar en precarias condiciones económicas a su esposa y tres hijos, en un extraño tributo al padre que no le dio seguridad. La interpretación para comprender ese abandono de sí mismo, siempre dispuesto a robar y engañar para seguir bebiendo, resulta interminable, pues la biografía habla de un hombre atormentado, pero la producción literaria muestra a personajes llenos de lucidez, ciertos de que todo acabará pronto: sólo están agotados de esperar el fin.

En la fama obtenida poco antes de morir, también proyectó al personaje desesperado del que escribía. En “Demonios apuestos y cigarrillos” narra cómo un periódico le pidió que se fotografiara con los vagabundos. “¿Por qué me elegían a mí en concreto? Quizá fuese una cuestión de libre asociación de ideas: ‘Dazai’. ‘Vagabundo’.”

Su eficacia literaria y un ineludible desencanto por la vida, le han dado popularidad hasta la fecha a Dazai, dentro y fuera de Japón

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