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ARTE/CINE

Los ojos que mitificaron la Nouvelle Vague

María D. Valderrama

A la sombra de las películas más famosas de la Nouvelle Vague, los fotógrafos Georges Pierre y Raymond Cauchetier transformaron las escenas de Jean-Luc Godard o François Truffaut en instantáneas que vencieron el paso del tiempo y se convirtieron en iconos. Sesenta años después de títulos como "Les 400 coups" ("Los 400 golpes"), "Pierrot le Fou" ("Pierrot, el loco") o "À bout de souffle" ("Breathless"), la exposición "Icônes" recuerda por primera vez en París el trabajo de los autores de las imágenes que, por defecto, se recuerdan hoy al volver la vista a la Francia de los años 50 y 60. Todas fueron en gran medida obra de un par de fotógrafos con tanto ingenio como el que impulsó a los directores de esta corriente de cine que consiguió revolucionar la industria mundial a base de improvisación, espontaneidad y mucho talento. "Todo el mundo tiene estas fotografías en la cabeza porque eran las que servían de carteles publicitarios", explica Valérie Hugot, comisaria de la muestra que alberga la Galerie Joseph, situada en el parisino barrio de Le Marais, hasta el próximo 16 de septiembre. Una profesión subestimada como parte del equipo técnico, que servía además para ayudar al director al cortar la escena para poder retomar después el rodaje manteniendo el plano tal y como lo habían dejado antes de gritar: "¡Corten!". Menos utilidad tiene ahora esta figura a la que la fotografía digital ha quitado aún más espacio, siendo seleccionada a veces entre los propios clips del film. Nada que ver con lo que suponía entonces conseguir uno de estos retratos, para los que Pierre inventó incluso el "blimp", una caja de insonorización. "Como no podían sacar fotos durante el rodaje porque sus aparatos hacían mucho ruido y molestaban al técnico de sonido, hacían trabajar a los actores fuera del rodaje por lo que la mayor parte de las imágenes no están en la película", comenta Hugot. De ahí que el famoso plano en el que la actriz estadounidense Jean Seberg besa a Jean-Paul Belmondo delante de un kiosco en los Campos Elíseos sea imposible de localizar en "Breathless", ya que la escena de la cinta se tomó en realidad desde un edificio, dejando oculto el rostro del actor bajo el ala de su sombrero. En la película, el tándem tampoco bajó la avenida como evoca la imagen que tomó Cauchetier (1920), quien pidió que repitieran las escenas para poder retratarles desde su propia perspectiva. Belmondo nunca utilizó los mechones de Anna Karina como bigote en "Pierrot, el loco" (1965) sino que fue Georges Pierre (1920-2003) quien le invitó a volver a jugar con ellos ante su objetivo. Si la improvisación de directores y actores encarnó la esencia de esta corriente, la de estos fotógrafos forma parte del ADN de la Nouvelle Vague. "Ni siquiera habían visto la película terminada en el momento en que sus imágenes se empezaban a difundir por el mundo entero", cuenta Hugot, que pasó tres meses indagando en los archivos de Pierre y Cauchetier para recuperar estas diapositivas, en un 90 % inéditas. Solo años después la industria comprendió que este trabajo era una prueba de la revolución cinematográfica que tuvo lugar en Francia. Cauchetier "protagonizó una gran retrospectiva durante los Óscar, hace algunos años, y es muy conocido fuera de Francia pero no aquí, pese a ser francés. Esta es su primera exposición en París porque fue un poco desdeñado por la élite intelectual gala", comenta. Directores y actores como Claude Chabrol, Delphine Seyrig, Anouk Aimée, Jeanne Moreau, Catherine Deneuve o su hermana Françoise Dorléac fueron también fotografiados por Cauchetier y Pierre. Sus imágenes sirven de testimonio de una forma de hacer cine: en exterior, lejos de los aparatosos y preparados estudios que Hollywood imponía, con cámaras móviles al hombro o instaladas en coches y con un presupuesto tan ajustado del que solo podían salir buenas ideas. En una de estos momentos de estrecheces, Godard colocó a su cámara en una silla de ruedas para poder hacer un travelling (un desplazamiento de la cámara sobre carriles) dentro de un apartamento que alquiló por días, en una de las pocas escenas en interior de la película. La imagen que Cauchetier tomó de ese momento convirtió la técnica en una inspiración para las nuevas generaciones, incluso las hollywoodienses, que poco a poco empezaron a salir de los cuadriculados estudios.

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