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Crítica

¿Cómo sacrificarse por un cornudo?

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Pedro Antonio ValdézSanto Domingo

Hay mucho teatro en la ciudad de Santo Domingo. Eso es algo importante. Si evocamos aquella ley del materialismo, recordaremos que es necesaria la cantidad para obtener la calidad. Por eso hay oportunidades de encontrarnos con buenas piezas escénicas. En general, las propuestas van desde lo aceptable a lo destacable, con un buen punto medio en que prevalece una singular profesionalidad. Desconocer esto significa carecer del mínimo conocimiento de la cultura escénica dominicana. Diversas universidades cuentan con grupos activos, como la UASD, Unicaribe y PUCMM, e igualmente varios centros estudiantiles practican el teatro escolar. Las salas casi no dan abasto y mantienen un gran dinamismo. Incluso el teatro estrictamente comercial es cada vez más escasoÖ a lo cual ha contribuido mucho la pantalla grande. Lamentablemente en las provincias no sucede igual, aunque hay excepciones, como las carteleras propias o adoptivas de Santiago, los cónclaves de la Acción Teatral del Cibao, la labor escénica en Azua y la valiosa ventana dramática que constituye el Centro Cultural Monina Cámpora, en San Juan. El asunto es que aunque no contamos con la dinámica de los grupos teatrales de la postguerra, estamos viviendo una etapa de mucha presencia escénica.

Hace unos días publiqué un ‘post’ en Facebook, en que preguntaba sobre qué debía hacer una esposa con un marido que quedaba en coma tras accidentarse junto con su amante. La mayoría de comentarios tuvieron que ver con la venganza material. Sin embargo, las tablas ofrecen otra respuestaÖ Una muestra de la buena salud del teatro criollo es la puesta en escena de: “Cómo despertar a un amante dormido”, presentado en el Teatro Nacional, con una unipersonal interpretación realizada por Edilí, apoyada en un poema dramático del escritor español Roberto Lumbreras. Este texto originalmente se titula: “Nana para despertar a un amante”. En Argentina fue titulado: “Canción de cuna para un marido en coma”. En Youtube se encuentra una versión libre de esta dramaturgia, en formato de cortometraje.

Niurka Mota, quien tiene a cargo la dirección, muestra su buena destreza al tejer las diversas aristas que integran el drama. Realiza una puesta limpia y sin enredos. Los puntos de giro de la acción están claramente marcados por cambios en la planta musical, aunque sin saturar con la melodía. La escenografía de Fidel López, compuesta por una pausada sucesión de colores y volúmenes, complementa con un criterio funcional el ordenado lenguaje audiovisual de la propuesta. En este entorno, la iluminación, que nunca orilla en el derroche, se suma al equilibrio, contribuyendo con la plasticidad. De esta manera, todo lo que se ve, lo que se dice y lo que se escucha luce bien colocado en su puesto.

Este orden de evocación clásica jugará un papel importante en la realización de la historia. Será una especie de celda acolchada o caja blanca en la que se armará una madeja de sentimientos humanos fronterizos con la locura. La pieza versa sobre un actor que queda en coma por varios años tras haberse accidentado en un automóvil mientras venía con su amante, quien era actriz. La esposa, Verónica, se encarga de mantenerlo vivo, aunque comatoso, moviendo cielo y tierra para que no lo desconecten, manteniéndose a su lado con una mezcla de amor y rencor, en espera de que algún día despierte para que le resuelva un simple cuestionamiento que, en el ámbito de esta escenificación, adquiere una dimensión poderosa.

El tejido del drama resulta de la confrontación de dos grandes actuaciones que funcionan como colectivos de oposición. Por un lado está Verónica, que es la actriz que representa un mundo de personajes referenciales integrados principalmente por sus amantes oportunos y los doctores. Es el componente negativo que orienta la acción en busca de una solución al drama que allí se desarrolla.

El otro actor está constituido por el paciente en estado comatoso, con quien se revive el personaje de la amante, quienes como componente positivo constituyen la razón que posibilita la existencia del drama. Es el pesado bloque existencial en el que se sustenta la solución del conflicto. En este último sentido, la actuación de Jorge Santiago, representando al paciente inerte, aunque carece de parlamentos y planta de movimiento, juega un papel esencial.

El poema dramático adquiere una dimensión vital particular con la actuación de Edilí, quien representa a Verónica. La actriz se desplaza con propiedad por los diferentes cuadros escenográficos, permitiendo que en la estructura axial de su personaje confluyan las rutinas de las diversas variantes que lo construyen mediante acciones de enfermera, pintora, bailarina y esposa. El histrionismo marcado por la precisión en la gestualidad y los desplazamientos, permite una interpretación efectiva. Sin embargo, no es en esa esperada competencia técnica donde se encuentra el mérito de Edilí en esta escenificación, sino en algo más complejo, rastreable aunque sorprendente: la manera en que el poema dramático aterriza en la realidad gestual y lingüística del contexto dominicano.

Aunque el texto de “Nana para despertar a un amante” está codificado en español estándar, en la realización oral de la actriz alcanza la tonalidad del dialecto dominicano. Esto se logra principalmente mediante un manejo excepcional del pragmatismo sociolingüístico. Esa habilidad nos recuerda que una lengua, más que una extracción determinada del lexicón mental, es una realización delimitada por un contexto particular. Por eso, si no se contara con la información previa de que se trata de la obra escrita por un español, perfectamente podría pensarse que pertenece a la firma de algún autor de la República Dominicana. Edilí aplica la resemantización del hablante dominicano al léxico original. Por ejemplo, donde Lumbreras escribe: “¡Seca semilla momificada esperando el milagro de la lluvia torrencial!”, la actriz refuerza la palabra ‘semilla’, y acota, con picardía criolla “¡Se secó la semillaÖ!”. En el código escrito, el autor crea una figura metafórica a tono con el nivel culto, que refleja la carencia sensual de Verónica; en tanto, en el código oral, Edilí toma de nuestra habla coloquial la metáfora ya creada, eliminando cualquier duda sobre el significado del vocablo y realizando una transgresión que resulta en una expresión humorística.

De esta manera se realiza una especie de traducción interdialectal. Este recurso lingüístico le permite replantear la dramaturgia desde una expresividad marcada por el humor. Muchas construcciones léxicas y resemantizaciones del dialecto dominicano incorporan el elemento humorístico. Sabemos que al dominicano le gusta reírse y hacer reír, que eso es parte de su configuración social. La fábula de la obra en cuestión se presta perfectamente a la risa, porque aunque trata un asunto muy serio, la acción paradójica que le sirve de detonante dramático invita a hechos hilarantes. Sea en forma de ironía o de humor negro, el planteamiento enlaza con la actitud dialógica del hablante dominicano, quien, especialmente en el nivel del basilecto, a menudo procura la risa en las diferentes situaciones comunicativas en que se involucra.

El unipersonal es un género escénico que suele asustar tanto a los actores como al público. Estar en uno u otro lado del proscenio despierta inquietudes. Es común que ante una pieza de este tipo, compuesta por un monólogo único y extenso, llegue un momento en que se pregunte ¿cuándo es que esto se va a acabar? Sin embargo, en este caso no sucede así. El tiempo, entre nudos dramáticos y cotejos irónicos, fluye bien, al punto de que cuando llega el final, el espectador es casi tomado por sorpresa.Sin dudas la experiencia de Edilí en los escenarios y en esta clase de monólogos le permite ejecutar con fluidez esta historia.

Si bien aquel ‘post’ en Facebook arrojó soluciones vengativas, esta pieza, dentro de una contextualización matizada por las pulsaciones del humor, plantea una profunda respuesta de amor. Porque hay que amar profundamente para no matar a una persona que cae en coma por andar ‘pegando cuernos’. Para eso hay que amar sin límites, con todo, hasta el dolorÖ aunque sea necesario orillar en los vértices de la locura.

La obra de cerca

“Cómo despertar a un amante dormido”, interpretada por Edilí se presentó recientemente en la Sala Ravelo del Teatro Nacional ante un notable éxito de público. Es una obra que plantea interrogantes y aporta respuestas desde el punto de vista de una buena puesta en escena. La pieza versa sobre un actor que queda en coma por varios años tras haberse accidentado en un automóvil mientras venía con su amante, quien era actriz. La esposa, Verónica, se encarga de mantenerlo vivo, moviendo cielo y tierra.

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