Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Cine/Estreno

Veneno, la película

Avatar del Listín Diario
Pedro Antonio ValdezSanto Domingo

Empecemos por decir que la película Veneno: El Relámpago de Jack, ideada y dirigida por Tabaré Blanchard, satisfizo mis mejores expectativas… mentira: las superó. Reconozco que fue de los últimos en asistir a su proyección. Nunca me he tragado el cuento aquel de que “si es dominicano, es bueno”. Para mí ninguna limitación material justifica la mala ejecución de una obra de arte. No en el estadio profesional. Bañarme, vestirme, moverme a una sala de cine y pagar la boleta para que a los 25 minutos me encuentre con que he vuelto a caer en el gancho de “apoyar lo nuestro”, es un lujo que no me permito.

Los precedentes que tengo sobre películas de luchadores o boxeadores, como The Wrestler, con Mickey Rourke, me hace crear altísimas expectativas para esta clase de filmes. Mi temor se alimentaba de la información que encontré en una entrevista realizada a uno de los guionistas, en la que decía que Jack Veneno supervisaba y aprobaba los detalles del guion. Para recrear los aspectos biográficos de un hombre en una obra de ficción, se le debe traicionar, si es que queremos tener la libertad suficiente para tejer las luces y las sombras que permiten concretizar un drama. Con ese dato, la cosa me pintaba mal. Sin embargo, con Veneno me tumbaron el pulso y me derrotaron la mirada. ¿Cómo lo hicieron?

No ha sido mi costumbre iniciar un artículo basado en valoraciones adjetivas. Si lo hago en esta ocasión, es debido a la emoción saludable que me produjo esta puesta en pantalla. Esto me obliga entonces a separarme lo más posible de la superficialidad poética y comentar, digamos “objetivamente”, qué elementos estéticos fundamentan mi emoción inicial. Los creadores de Veneno tomaron una decisión inteligente para construir su historia: obviaron la intención biográfica, evitaron la reconstrucción del estereotipo y rechazaron la posibilidad de convertir a los personajes en salvadores del mundo, hace tiempo trillada por el cine mexicano con El Santo o Blue Demon. Eliminadas esas opciones, se enfocaron en inventarse una historia en que los personajes reales fueran la materia prima para la elaboración de sujetos imaginarios delimitados por las reglas del arte y la creatividad. De esta manera mezclaron historia, creencias religiosas, reminiscencias de la vida política y, sobre todo, poderosas pasiones humanas para armar una película en la estética aplatanada del superhéroe. Y fue con esta fórmula poética que me subyugaron.

El guión

Empecemos por el guión. Los personajes están bien trabajados. Sobre ellos no pesan valores maniqueístas desde la posición autoral. Ninguno es bueno ni malo. Simplemente son, viven y toman decisiones partiendo de su integridad. Estemos de acuerdo o no con las decisiones que toman, no podemos soslayar que se sustentan en la realidad vital de cada uno, lo cual los presenta como seres coherentes.

El principal valor de su configuración reside en la acción transformadora que se opera sobre cada uno. En una novela o un cuento, los personajes no tienen la obligación de evolucionar; basta con el cambio propio de la historia para que la realidad narrada se presente en movimiento. Por el contrario, en la narrativa cinematográfica debe evolucionar sobre todo el personaje. Si se quiere, la historia es un motivo para la transformación, por eso al final de una buena película el protagonista nunca tendrá la misma contextura interior del inicio… pensemos en el Ted en Kramer vs. Kramer. En ese switcheo paulatino es que reposa la recarga dramática final de toda película.

Los valores interiores de Jack y de Relámpago Hernández reflejan un coherente estado de evolución. Esto se percibe con mayor fuerza resolutiva en Relámpago, algo que nos parece creativamente lógico en tanto, como archirrival, debe contar con una contextura positiva y poderosa. El “malo”, que continuamente recibirá el rechazo moral del receptor, deberá poseer una construcción dramática que le haga atractivo. Una de las evidencias del cambio entre ambos personajes es que inician como pareja de luchadores con el nombre de los “Manos” (La Mano Derecha y la Mano Izquierda) y culminan como contrarios rechazando los apelativos originales.

En los personajes secundarios encontramos una coherencia sólida que les permite actuar como fichas importantes para el movimiento de la narrativa. La bruja, Doña Sion, y la madre de Jack, Doña Tatica, una católica ferviente, tienen una estructura interna que será determinante en el destino de los protagonistas. Una función semejante la cumplen otros como Vampiro Cao, el Tuerto y Silvio Paulino, cuyas acciones abren y mantienen los vértices por los que la historia se conduce hasta el clima.

La colaboración entre Riccardo Bardellino, Tabaré Blanchard, Miguel Yarull y Marien Zagarella cristalizó en uno de los guiones mejor estructurados del cine dominicano. La historia, aunque contada desde un nivel de lenguaje coloquial, está matizada por puntos inteligentes, como aquella referencia al área del cerebro que conserva los recuerdos, que vino al caso porque quien narra la fábula sería sometido al día siguiente a una operación en que le extirparán parte del hipocampo y por tanto, temiendo perder la memoria, decidió contar todo a un periodista. Otro punto es la situación de comunicación que llevó a Relámpago a buscar el resguardo espiritual de Doña Sión.

Cada personaje posee una voz que no se determina por la ilusión idiolectal o la personalización del acto de habla, sino por los conceptos con que asume la vida. Aunque en Relámpago se destaca el rotacismo relacionado con el hablante del suroeste, y en Jack, la desconsonantización de la /r/ y la /l/ por la /i/, característica propia del cibaeño, realmente su marca oral la encontraremos en la verbalización de las situaciones de comunicación en que sus valores entran en juego. Jack hablará siempre desde la óptica de quien busca la oportunidad y el ventajismo, mientras que su rival lo hará desde una actitud contestataria y de reafirmación: busca a su padre, se pregunta por los derechos de la gente, persigue su identidad como luchador.

Un aspecto clave, a mi juicio determinante, es el punto de vista modesto que los guionistas tuvieron sobre su materia prima. Parecería que no quisieron sobrevalorarla, sino colocar sobre la perspectiva valorativa la historia que podían tejer. Evitaron la sobrenarración. Por eso no tenemos una historia rimbombante, sino una narrativa que se valida a partir de lo que sucede frente a la cámara. Así, no importan otro Jack u otro Relámpago que los bidimensionados en la pantalla. El guion salta con armonía entre las escenas, que muy a menudo constituyen un cambio de personaje central, de espacio, de contexto o de historia.

Realización actoral

El trabajo actoral es muy eficiente. Tomando prestado un concepto del teatro, podría decirse que es un trabajo orgánico. Para hablar de los personajes secundarios, cada uno se realiza a partir de acciones que les son muy peculiares: Doña Sion, la brujería; Doña Tatica, el rezo y el oficio doméstico. No se percibe desequilibrio en las representaciones histriónicas. Vemos tanta fuerza interpretativa en Yamilé Shecker como en Xiomara Rodríguez, en Richard Douglas como en Jaime Pina. Incluso Ovandy Camilo, que es el menos experto en la actuación, representa con acierto al locutor Silvio Paulino.

El cameo al verdadero Rafael Sánchez, alias Jack Veneno, durante la lucha en que el personaje grita que su nombre es Jack Veneno, resulta muy acertado, inclusive detonante. Se logra también buenas interpretaciones con personajes muy secundarios, como el padre de Relámpago o el oficial que está a cargo de la cárcel. En esta propuesta ningún actor amarró la chiva. Absolutamente ninguno.

La investigación realizada para la construcción de los personajes fue muy efectiva. Aunque este aspecto no es determinante para el consumo de la historia, pues vi en la proyección a muchos espectadores jóvenes que no llegaron a ver las carteleras de Dominicana de Espectáculos, nos habla de la calidad de la investigación. Ese Silvio Paulino es Silvio Paulino. Ese Puma es El Puma (visualmente y con el mismo temperamento taciturno). Ese Jack Veneno es el mismo pimientoso Jack Veneno. Y ese Relámpago Hernández es el mismo Relámpago Hernández, genio del mal, agente del histrionismo, el diablo en figura de luchador. Su transformación actoral, cuando pasa de la Mano Izquierda al personaje que conocimos, resulta realmente sorprendente y constituye una catarsis que se transfiere al espectador.

Efectos especiales y música

Los efectos especiales son igualmente bien logrados. La fotografía guarda buena coincidencia con los períodos históricos en que se desarrollan las escenas, pues casi todo sucede entre las décadas de 1950 y 1980. Los efectos especiales también se mantienen en armonía con la historia. Hay una toma en la que parece haber un error de fotografía: Relámpago niño llega a su casa y vemos una toma con la luna llena por un lado y, por otro, nubes negras en medio de relámpagos y truenos; la toma es hermosa, pero inverosímil… hasta que nos damos cuenta de que todo es parte de una pesadilla en la que aparece por primera vez Doña Sion realizando una sesión de brujería. Esto sucede temprano en el filme y funciona como un guiño que indicar que allí nada estará fuera de cálculo.

La música cumple un papel efectivo tanto para acentuar las acciones como para ambientar la época. A esto también se suma la proyección de comerciales de los ´70 y los 80´, en especial de los que salían en las transmisiones de la Lucha Libre por Televisión. En ocasiones, los efectos especiales, siempre manejados con inteligencia, sirven para resaltar la acción como recurso propio de las películas de superhéroes. De esta manera, los efectos y la música se constituyen en elemento integral del acto cinematográfico.

Veneno y sus secuelas

La historia recogida en el filme es abierta. La relación de los personajes permite esperar varias secuelas, de acuerdo con la intención de los productores. Al final de la película, se anuncia la siguiente: Veneno: El pueblo quiere lucha. El título evoca aquel coro que hacían Silvio Paulino y Alberto Tamares con la frase: “¡El pueblo quiere lucha! ¡Que luche Jack Veneno!”. En efecto, como dice Marien Aristy en un artículo, aquí los espectadores, en medio de aplausos, suspiran con una ligera frustración al enterarse de que tendrán que esperar al 2020 para continuar la historia.

En esta Veneno: el Relámpago de Jack encontramos silencios narrativos que sugieren desarrollarse en entregas futuras. Por ejemplo ¿qué pasó con Relámpago desde que se despidió de Jack al llegar a la capital y se vuelven a reencontrar años después? ¿Qué tuvo que ver con el desarrollo de la lucha libre y con las huelgas en la UASD? Y en cuanto a Jack Veneno ¿qué sucedió con él al llegar a Nueva York? ¿Qué hizo en los primeros tres meses, que le hizo separarse del ring? ¿Por qué no cumplió su promesa de llevarse a su amigo, el entonces Mano Izquierda, a la Ciudad de los Rascacielos? También quedaría pendiente la confrontación de poderes místicos entre Doña Tatica y Doña Sion, así como descubrir quien es esa mujer sentada en el público del Parque Eugenio María de Hostos…

Veneno: el Relámpago de Jack constituye una de las piezas mejor logradas por la filmografía dominicana. Y deja abierta muchas posibilidades para las secuelas. Ojalá que en las siguientes se mantengan la calidad del guion y la evolución intrínseca de los personajes. El éxito de esta entrega debe invitar a profundizar en esa calidad y no a dar un paño con pasta a la superficie. Con los recursos estéticos con que se ha trabajado se tiene una buena guía de lo que se necesita para mantener una buena saga.

Veneno: El Relámpago de Jack recupera del imaginario un personaje referencial de la dominicanidad. Robert McKee nos recuerda que “una «buena historia» significa algo que merece la pena narrar y que el mundo desea conocer”. En este caso, esa historia es la vida de Jack Veneno y el mundo es la República Dominicana. El filme llega a la pantalla en un momento en que la gente se siente desprotegida. Jack Veneno es nuestro Superman, nuestro Spiderman, nuestro Batman, nuestro salvador por excelencia. Se trata de un personaje que supo aprovechar las circunstancias políticas, así como colocarse al margen de los conflictos sociales de su época. Nos enseñó que cuando se requiere luchar a veces basta con encender el televisor o tomar los caminos que conducen al Parque Eugenio María de Hostos.

Tags relacionados