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Poesía

Un soneto de Quevedo

Amor Constante Más Allá de la Muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo y Villegas es una de las figuras indiscutibles del Siglo de Oro. Tal vez, el poeta de mayor talento de su tiempo. «No existe poeta, ni antes ni que le supere», asegura Ricardo Llopesa, responsable de la reciente edición de sus ‘Poesías picarescas’ (Visor). «Lope y Góngora fueron dos genios. Lope fue el superlativo de la abundancia y Góngora de la concreción. Quevedo, con más modestia, fue el genio que supo captar la otra cara de la hipocresía. Su poesía picaresca dibuja lo que había detrás de la corte, el convento y la sociedad. Supo captar la realidad de su época y dejar un testimonio social. Su genio destaca por haber incorporado a la poesía el lenguaje de jerigonza que hablaron los capos mafiosos». De él dijo Jorge Luis Borges: «Nadie como él ha recorrido el imperio de la lengua española y con igual decoro ha parado en sus chozas y en sus alcázares. Todas las voces del castellano son suyas y él, en mirándolas, ha sabido sentirlas y recrearlas ya para siempre». Según el crítico Morell Fatio, «se podría decir que juega con las palabras como un tramposo con los cubiletes, las vuelve y las revuelve, refresca su sentido asociándolas entre sí de modo nuevo e inesperado».

(Tomado de https://www.poetica2puntocero.com/quevedo-el-genio-pendenciero)

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