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Literatura

Dos escritores con el pulso sin temblar

“Orlando, humano y ajeno” (novela de Hyden Carrón) y “Testigo de la luz”, (Poesía reunida de Jeannette Miller) son recientes publicaciones muy valiosas escritas por un joven catedrático y una escritora consagrada

Dos libros me han llamado la atención entre las más recientes publicaciones nacionales. Si “Ventana” escribe ellos no es por un determinado grado de amistad con sus autores, sino por el olor a buena literatura que he descubierto entre sus páginas. Son propuestas que no solo llamarán nuestra atención, más bien aportan a las letras nacionales. Y los lectores lo agradecen

“TESTIGO DE LA LUZ” El título de poeta notable ( si es que existe ese título) no se otorga por la gracia de la amistad. Basta abrir en cualquier página un tomo antológico de un autor y bastará para descubrir el nivel de perdurabilidad del texto elegido. La acción puede repetirse una y otra vez dentro de la misma publicación y el resultado será el mismo.

Algo parecido le sucedió a quien escribe cuando me adentré en las páginas de “Testigo de luz”, la antología poética de Jeannette Miller, que acaba de poner en circulación el Banco Central como parte de la exitosa colección que viene creando su Departamento Cultural.

En mi caso, abro la página 226 y me encuentro con el texto IX de la colección “Quinto tiempo”: “Con la cansada mano y los fieros molares, con el sonido perdido de mil vidas, pretendo recoger la cosecha del viento, salir por el aire como un sol que nunca ha sido sol…”

En la página 85, nos sorprende la firmeza de una mujer que canta en su texto “Sábado”:

“Si vivieras dentro de un árbol seco por el odio.

si el temor callado siempre saliera de pronto a las aceras y te cortara el paso.

Si la vida te supiera agria, fragmentada, y millones de lenguas se abrieran en llagas fétidas, y el terror cegara a la humanidad. Si la noche te esperara detrás de los espejos, solo así podrías entenderme.”

Y de su texto: “Después de todo mejor me callo”, solo se reproduce un fragmento ejemplar que habla de la vocación de una mujer que ha hecho de la palabra bien escrita el arte de su vida: “…

Suena el teléfono Félix Grande me invita a hacer el amor Inusitadamente en Madrid Pero yo estoy a ocho horas de vuelo y temo a los aviones.

Ava Gardner Rosario Castellanos Marilyn Monroe y Sara Ibáñez me saludan desde el balcón vecino, les saco la lengua muerta de envidia y me marcho en mi platillo volador de stainles stell a recorrer el cielo.

no creo ni en las flores mucho menos en mí misma arrastro este fardo pesado sin contar las galaxias acostumbrada al peso de la gravedad sin esperar salida de vuelta de una libertad que inventamos como masoquistas no creo en Hamlet Prometeo Segismundo y Huidobro tampoco en Jean Paul Sartre y la antropología me entristece…”.

No crea el lector que se encuentra frente a una impronta coloquial amparada en el discurso intimista.

La poesía de Jeannette Miller contiene esa aureola de misterio que sobrepasa cualquier corriente o tendencia porque está enhebrada a partir de hondas reflexiones. La autora se desdobla y envuelve su experiencia vital dentro de imágenes alucinantes que provocarán un gratificante estado de placer espiritual. Jeannette Miller no es una poeta “fácil”, ni mucho menos sus cantos son reverencias. En ella corre la voz rebelde de una mujer de su tiempo que sabe cómo movernos la piel con su palabra bien habida, puesta al servicio de las más amplia y preclara imaginación.

‘ORLANDO, HUMANO Y AJENO’

Detrás de esta mirada literaria, creativa, irreverente, hay una investigación de fondo, un trabajo de campo mucho más complejo que una simple mirada semanal. El escritor supo manejar el bisturí no tanto en busca del sangramiento de su protagonista, sino de revelar la dimensión de sus heridas, y la magnitud de su hombradía en el sentido humano de la palabra Aquí no hay espacio para el aplauso heróico. Carrón lleva años detrás de la pista de Orlando Martínez, no solo revisando la prensa de la época, leyendo sus escritos y estudiando el marco histórico donde ocurrió su asesinato. El autor no obvió la fuente viva, esa que a veces se confunde con el rumor cotidiano pero que no deja de tener fuerza y valor testimonial.

De esa forma, la historia de Orlando Martínez llega a las nuevas generaciones dentro de las páginas del presente libro movida entre verdad y ficción. Con un poco de aquí y otro de allá, Carrón no rinde tributo, ni mueve su dedo en señal acusatoria contra el crimen, sino simplemente expone, porque su propósito no es inclinar la frente ante el martirologio, sino reconstruir una vida accidentada, bastante irregular que ante todo supo entender el tiempo que le tocó vivir y ejerció su oficio de periodista sin tener compromiso con nadie.

Junto al relato narrativo está la voz testimonial, que se enriquece con la fábula, la especulación y hasta las buenas intenciones procesadas por un certero escribano. Esto hace que la obra crezca bajo parámetros literarios poco ortodoxos y florezca en la voz de un narrador que sabe desdoblarse.

Lla historia de Orlando Martínez se reconstruye bajo dos perspectivas: su vida, y el temor del quien indaga ante la posibilidad de ser “desaparecido” como su protagonista. Son dos voces que a fin de cuenta es una sola, desdoblada, multicorde, preparada para armar.

El Orlando Martínez reconstruido por Carrón es un ser humano mujeriego, bohemio, noctámbulo y sobre todo, armado con una firmeza ideológica a prueba de disparos.

Sobre su impronta, Carrón ha escrito estas palabras: “La figura de Orlando Martínez siempre ha sido un misterio. Más su vida que su muerte. Representa ese tipo de hombres que polarizan las opiniones de cualquier bando. Para algunos fue un mártir revolucionario, para otros, un comunista peligroso. Cuando comencé a hacer preguntas, los silencios decían más que cualquier relato. Había admiración y miedo conjugado en las anécdotas que se animaban a contarme.

Al final me di cuenta de que la historia va coloreándose de acuerdo a las vivencias de los que se quedan. Por eso pensé que la mejor manera de explorar el misterio de Orlando Martínez era a través de la novela. La realidad es un caos que la ficción ordena. Y qué mejor forma de contar una época tan fundamental en la historia dominicana que a través de una de sus figuras más simbólicas”.

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