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Iglesia y Trujillo. “Benefactor de la Iglesia” 1960-1961

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Antonio Lluberes, sjSanto Domingo

Introducción

La solicitud del título de “Benefactor de la Iglesia” para Rafael L. Trujillo tuvo una historia tormentosa que se vivió en dos momentos: uno, a partir del 16 de marzo de 1960 y otro, del 16 de febrero de 1961. Aquí trataremos del primer momento.

Nunca antes se había solicitado ese título. Trujillo imprimió un ímpetu tal, muy en particular en el segundo momento, que implicó a casi todo el país, y al clero y laicos católicos en manifestaciones de apoyo. El episcopado, en uno y otro momento, se vio precisado a tomar posición: no conceder dicho título, y someterse a esperar el desenlace de los hechos. Ajusticiado Trujillo, el 30 de mayo de 1961, la campaña hizo un tranquilo mutis.

Las razones que se adujeron para tal solicitud fueron las propias de las relaciones Iglesia-Estado dominicano, en particular las de agradecimiento por los “beneficios, favores y mercedes” dados por Trujillo a la Iglesia. Los datos dan a entender que Trujillo era movido por su tradicional megalomanía, por considerarse merecedor, y por su convicción de que la ostentación en el vestir, portar medallas y exhibir títulos eran recursos de poder. Solo en el segundo momento, se hizo clara alusión a los efectos positivos del título y las buenas relaciones con la Iglesia, de cara a la deteriorada imagen del Régimen en sus relaciones internacionales.

Su contexto era el de un país tradicionalmente católico, consciente de serlo y así profesado, pero de un catolicismo cultural, de creencias y fiestas, no con militancia eclesial; de prácticas sacramentales, casi reducidas al bautismo y a ritos funerarios.

En ocasiones, se recurrió a las teorías políticas de las relaciones Iglesia-Estado que se habían concebido en la historia como son el “cesaropapismo” y el “agustinismo político”. La Iglesia, por su parte, aunque se reconocía agradecida de las ayudas de Trujillo, sustentaba su posición en las libertades que le daba el concepto de “sociedad perfecta.”

Pero, el enfrentamiento, aunque en el segundo momento llegó a situaciones límites, no trascendía los niveles de un conflicto dentro del sistema, no buscaba intervenir en el mundo doctrinal y disciplinar de la Iglesia. Su principal objetivo era, muy especialmente, que la Iglesia continuara su papel de legitimación religiosa de una institución política, el Estado trujillista.

El carácter del conflicto se entenderá mejor si se tiene presente y compara con los conflictos Iglesia-Estado que en estos mismos tiempos se daban en los vecinos Cuba, Haití y Puerto Rico, donde el Estado pudo expulsar y controlar a parte numerosa del clero, cambiar a miembros de la jerarquía, expropiar bienes, prohibir actividades religiosas públicas e introducir legislaciones contrarias de las tradicionales de inspiración católica.

Precedentes

Monseñor Juan Félix Pepén escribió de Trujillo en su libro, Un garabato de Dios. Vivencias de un testigo: “Un día pedirá algo que no se le podrá conceder y entonces vendrá la persecución”. Quizás Pepén, al escribir estas líneas, tenía en mente, retrospectivamente, la solicitud del título de Benefactor de la Iglesia que se había hecho en 1960 y en 1961.

Lo cierto es que ese título, no obstante los tantos reconocimientos de gestos y palabras, no se conocía hasta que apareció por primera vez en junio de 1955, cuando el sacerdote dominicano Zenón Castillo de Aza lo solicitó para Trujillo. La Iglesia no se lo había concedido en ese año y ahora se le hacía mucho más difícil. Primero, porque bajo el pontificado de Juan XXIII, no era parte del aval de reconocimientos que la Iglesia hacía a las autoridades civiles que la protegían y ayudaban; y, segundo, porque, en ese momento político, el creciente descontento interno y la crítica externa al Régimen no se lo permitían. El episcopado, entonces, tuvo que recurrir a diferentes expedientes para sortear el tema y soportar la ofensiva.

El recurso de la cooperación entre la Iglesia y el Estado, el agradecimiento de la Iglesia a Trujillo, y los gestos simbólicos que legitimaban su persona y política habían sido repetidos. A su vez, Trujillo y sus funcionarios no eran tardos en señalar los servicios de Trujillo a la Iglesia y la sincera catolicidad de Trujillo.

Quizás el mayor y más articulado gesto de agradecimiento de la Iglesia a Trujillo fue el Te Deum celebrado en la catedral de Santo Domingo el 16 de mayo de 1959, con ocasión del vigésimo noveno aniversario de la Era de Trujillo. Estuvieron presentes los cinco obispos. Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, vicario general de la arquidiócesis de Santo Domingo, recibió a Trujillo a la puerta de la catedral con el hisopo de agua bendita. Cantó el Te Deum monseñor Ricardo Pittini, arzobispo de Santo Domingo. Predicó monseñor

Octavio Antonio Beras, arzobispo coadjutor con derecho a sucesión, quien destacó los grandes beneficios recibidos por la Iglesia en los últimos veinte y nueve años.

Beras mencionó el florecimiento de las vocaciones sacerdotales, la firma del concordato que rechaza “la teoría antisocial y anti histórica de la separación completa entre los poderes espirituales y temporal los cuales deben gobernar un pueblo por pequeño que sea”. La organización perfecta que ha recibido la Iglesia en la Era de Trujillo; colegios donde los padres de familia y la Iglesia trabajan para formar el corazón y la mente de los hombres del mañana; capellanía en las Fuerzas Armadas; construcción de la Basílica de Higüey; creación de tres nuevas diócesis. Y la invocación final: “que Dios se lo pague, Excelencia, todo el bien que habéis hecho a la Iglesia Católica, bien que irá sintiéndolo el pueblo dominicano en lo porvenir”. No obstante los agradecimientos, nunca se llegó a hacer uso del título de Benefactor de la Iglesia.

De su parte, Trujillo, en una manifestación en san Juan de la Maguana, con ocasión de un aniversario de la batalla de Santomé, el 22 de diciembre de 1958, resumió su política religiosa diciendo:

…por eso, Señores, di valimiento de facto primo a la Iglesia en mi plan de colonización fronteriza; patrociné la reincorporación de la moral católica en nuestras instituciones docentes resentidas de enseñanza laica; apadriné la multiplicación de templos y la mejora de los existentes necesitados de ella, que culminará pronto con la terminación de la suntuosa basílica a Nuestra Señora de la Altagracia en el sitio de su tradicional aparición; propicié y concerté el Concordato que estrecha más a la Nación con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y a nombre de la República cúpome el singular privilegio y la íntima satisfacción de trasladarme a Roma y suscribir en la Santa Sede ese histórico instrumento conjuntamente con Su Santidad el Papa Pio XII de imperecedera recordación para el mundo cristiano tanto por su inteligencia preclara como por su infinita bondad; favorecí la creación de la “Provincia Eclesiástica” y la de sus Diócesis y Prelaturas; y finalmente, recomendé al gobierno la creación del “Patronato Nacional San Rafael” para la región fronteriza y otros lugares mediante acuerdo entre el Estado, la Superior Curia y la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamerican.

Estos recíprocos reconocimientos no impedían que, concomitantemente, se fueran dando críticas y distanciamientos entre uno y otro. Desde 1957, en 1958 y todavía en 1959, se dieron encuentros o disgustos que el Régimen aireaba en la columna del periódico El Caribe titulada “Foro Público”. Primero y principal fue el caso Posada. Luis González Posada, sj, fue un sacerdote jesuita español, residente en la República Dominicana desde 1946, que llegó a ser persona presente e influyente en el Régimen. Fue el representante dominicano en el proceso final de negociación y firma del concordato de 1954. En el mes de febrero de 1958, aparecieron tres Foro Público en su contra que deshicieron esas relaciones y lo abocaron a retirarse del país a solicitud de Trujillo en el siguiente mes de marzo.

En los años 1958 y 1959 siguieron apareciendo otros Foro críticos de la Iglesia, tema que fue recogido por el nuevo nuncio Lino Zanini y presentado al vicepresidente Joaquín Balaguer en carta del 30 de enero de 1960.

Así las cosas, se dieron dos hechos de orden político que radicalizaron las posiciones: primero, las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo en junio de 1959 y, luego, la gestación y posterior descubrimiento, en enero de 1960, del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

Ante las expediciones de junio de 1959, la Iglesia ni apoyó al Régimen ni protestó la drasticidad con que se las reprimió. En cambio, la represión que sucedió al descubrimiento de la conspiración de enero de 1960 indujo a la Iglesia a publicar una “pastoral” y a enviar una “carta” personal a Trujillo, fechadas el 25 de enero. La pastoral, leída en las iglesias parroquiales el 31 de dicho mes, replanteó las relaciones Iglesia-Régimen.

La pastoral trataba sobre los derechos humanos, y la pena, congoja, pesar e incertidumbre que afligía a un buen número de hogares dominicanos. Se pedía la intervención de la más alta autoridad del país para que se evitaran excesos. Y se invitaba a fieles y clero a orar a la Virgen de la Altagracia para se concediese dones y consuelo a los que se hallaban en más grave peligro.

La carta, un documento personal y privado, reiteraba el caso de los que en esa hora experimentaban el sufrimiento físico y moral, e incluía el incumplimiento del concordato hasta el punto de encararle que “el Concordato ha servido más para la causa del País y su prestigio al exterior que para la misma Iglesia.” Se le pedía a Trujillo intervenir con el peso de su autoridad ante el gobierno para enjugar las lágrimas, curar tantas llagas y devolver la paz a tantos hogares. Solicitaba que Dios “recompense su intervención, para que la venerada madre y la distinguida esposa de V.E. no experimenten nunca, en su larga existencia, los sufrimientos que afligen ahora a los corazones de tantas madres y tantas esposas dominicanas”.

Trujillo dio una respuesta tardía y serena a la pastoral y a la carta. En carta publicada por El Caribe el 3 de marzo contestó a los obispos. Reconocía el carácter humanitario que inspiró la pastoral: cooperar con el gobierno para el bien del pueblo e interceder ante el gobierno para que las personas implicadas en la reciente trama fueran favorecidas con medidas de clemencia para llevar tranquilidad a los hogares. Pero se consideraba respetuoso de la Constitución y las leyes y no debía inmiscuirse en la administración de la justicia. Sin embargo, haciendo permanente profesión de fe católica y devoto de la Virgen de la Altagracia, intercedería por todas las mujeres y recomendaría garantías en cuanto a su seguridad personal y derecho a apelar las sentencias. Concluye reiterando su “condición de hombre público que profesa sin reservas la Religión Católica…”

A partir de ese mismo día se comenzaron a mitigar las sanciones a los prisioneros, a reducirse las penas de treinta años y a poner en libertad a presos políticos en pequeños grupos.

Aclamar a Trujillo Benefactor de la Iglesia

Pero, quizás, lo que según Pepén podría ocurrir, sucedió. La respuesta real a la pastoral fue una “exposición” publicada el 16 de marzo de 1960, firmada por el presidente Héctor B. Trujillo, secretarios de estado, altos funcionarios y dirigentes del Partido Dominicano en la cual ratificaban el “manifiesto” del sacerdote Castillo de Aza que pedía para Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia.

El manifiesto tiene una historia. En junio de 1955, con ocasión del primer aniversario de la firma de concordato, Castillo de Aza había publicado un breve “folleto”, de trece páginas, invitando a todos los dominicanos de buena voluntad a aclamar a Trujillo Benefactor de la Iglesia. Este manifiesto fue vuelto a publicar en el periódico El Caribe, el 14 de marzo de 1960, bajo el titular de “Trujillo, Benefactor de la Iglesia Católica en la República. Manifiesto, desde Roma, en el Quinto Aniversario de la firma del Concordato”. El texto de uno y otro es igual; solo cambia la fecha. El folleto inicial era datado en el primer aniversario del concordato, 1955; y el manifiesto a los cinco años, 1960.

Las ideas maestras del documento eran:

Y es desde Roma, desde donde, con satisfacción, cualquier observador imparcial contempla en la República Dominicana la pacifica Unión entre la Iglesia y el Estado. Es más, desde Roma, hoy por hoy, no se observa ningún país en el firmamento, donde la Iglesia Católica disfrute de las garantías, privilegios y favores que en la República Dominicana. …Trujillo, en la historia Universal, encuentra su paralelo en Constantino el Grande y en Pipino el Breve. Como el primero, reconoce personalidad jurídica a la Iglesia, y como el segundo, que había creado el Patrimonio de San Pedro, forma un patrimonio para la Iglesia dominicana que disfrutarán todas las generaciones venideras.

Razones de orden tradicional y política inspiran a Trujillo este noble proceder. Por tradición es un hombre severamente católico, cualidad que hereda de sus gloriosos antepasados, personas eminentemente adictas a la Iglesia de Cristo fundada sobre Pedro y estrechamente ligadas con destacados jerarcas de la Iglesia dominicana.

La razón política en que Trujillo funda su modo de proceder, argumentaba el manifiesto, es doble:

…la República Dominicana es nación católica, apostólica, romana; y es deber sagrado del gobernante, robustecer y sublimar los principios que formaron la nacionalidad. Además, no ignora Trujillo, que la unidad de fe constituyó una de las grandes aspiraciones de los más destacados políticos y gobernantes de la Europa medieval, los cuales defendieron la unidad religiosa con tanto celo como el que desplegaron para sostener la integridad nacional, convencidos de que allí, donde se parten los lazos de la religión, la suerte del imperio corre a la deriva. … alzo mi voz – concluía - para invitar a todos los dominicanos de buena voluntad y a todos los extranjeros que comparten en la República las ventajas de la Nueva Era, a que poseídos de un sentimiento de justicia histórica y religiosa aclamen a Trujillo BENEFACTOR DE LA IGLESIA.

El titular del periódico El Caribe que daba a conocer la carta solicitud decía: “Apoyan dar a Trujillo Titulo Benefactor de la Iglesia. Presidente y Altos Funcionarios hacen Exposición. Piden a Pueblo Dominicano Refrende noble iniciativa.” La exposición alude a los “beneficios, favores y mercedes” que ha recibido la Iglesia por iniciativa de Trujillo: el reconocimiento de la personalidad jurídica de la Iglesia, la construcción de templos y colegios y la educación católica de las escuelas. Proclama el “supremo valor religioso del catolicismo” en estos “tiempos de brutal pugilato con el materialismo ateo”.

Y el cuerpo de la exposición se redactó en estos términos:

Los firmantes de esta exposición haciendo del brillante manifiesto del presbítero Zenón Castillo de Aza el mérito y la ponderación que merece, y apreciando al propio tiempo los espontáneos votos de simpatía con que frecuentemente testimonian el clero y las instituciones religiosas nacionales su gratitud al esclarecido Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, lanzamos públicamente la idea de que, a fin de dar adecuada satisfacción a la justiciera iniciativa de tan distinguido miembro de nuestra Clero, se ofrezca al pueblo dominicano, cuya mayoría es esencialmente Católica, Apostólica y Romana, la oportunidad de refrendar plebiscitariamente la noble iniciativa de que Su Excelencia el Generalísimo y Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, autor del Concordato y Campeón de América del Anticomunismo, sea proclamado BENEFACTOR DE LA IGLESIA CATOLICA.

Tener presente que Castillo de Aza “invita” a todos los dominicanos a “aclamar” a Trujillo Benefactor de la Iglesia; y los miembros del gobierno “ofrecen” al pueblo dominicano la oportunidad de “refrendar plebiscitariamente la noble iniciativa”.

El episcopado no se dio por enterado de la propuesta. Que sepamos, solo monseñor Tomás Reilly, obispo de la Prelatura Nullius de san Juan de la Maguana, externó su

opinión. En carta personal a Trujillo, el 24 de marzo, al agradecer unas exoneraciones, trata de manera breve temas de relaciones Iglesia-Estado. Dice en concreto:

Como Obispo Católico, quiero exponer a Vuestra Excelencia que estoy todavía gravemente preocupado por … las actuaciones de la policía de Seguridad y la campaña en que se trata del título de “Benefactor de la Iglesia”, no contribuyen, por decir lo menos, al sosiego y a la tranquilidad del país, en estos momentos de crisis.

Trujillo le contestó a Reilly con una larga carta, educada pero cortante, fechada el 31 de marzo, observándole que la iniciativa de que se le otorgare el título de Benefactor de la Iglesia es manifestación hecha desde Roma por un sacerdote dominicano y no por él, la cual ha sido “fervorosamente apoyada por un amplio clamor popular”, pero que “la última palabra se reserva a la sabiduría de la Santa Sede”.

El 31 de marzo de 1960, Trujillo respondió una carta de Beras del 15 de enero de 1960 (no conozco el original de la carta de Beras; solo la alusión que hace Trujillo de ella) en que solicitaba $33,879.36 para conjurar déficits del seminario. Trujillo le dice haber recomendado se asignase al seminario la suma solicitada, no obstante haberse reducido las recaudaciones a causa de la pastoral de 31 de enero. Dos razones dice Trujillo lo movieron a aprobar tal solicitud. La trascendencia de la misión del seminario y que “las necesidades más imperiosas de la Iglesia Católica en nuestro país es la de dotarla de sacerdotes que hayan nacido y se hayan formado en nuestro medio, y que conozcan a fondo la verdadera idiosincrasia del pueblo dominicano.” En un recurso diplomático, Trujillo presenta a Beras un “escrúpulo”. Dice que ante el rechazo mostrado por Reilly, en carta del 24 de marzo, al plebiscito popular iniciado para otorgarle el título de Benefactor de la Iglesia, plebiscito apoyado por personas e instituciones, incluidos miembros del clero, visto que entre todos los gobernantes dominicanos ha sido el que ha secundado, sin vacilaciones, las facilidades necesarias a la misión espiritual de la Iglesia, al punto de suscribir un concordato con la Santa Sede. Afirmaba que a un gobernante en este país le debe interesar el auge del “culto católico que tan íntimamente se halla unido al nacimiento de nuestra nación.” Visto el escrúpulo mencionado, en un juego de astucia, se preguntaba si no debería abstenerse de intervenir ante los organismos oficiales para que la ayuda solicitada fuese concedida. Pide, en conclusión, conocer su opinión en lo referente al escrúpulo que le inspira su carta.

El 4 de abril, Beras contestó a los dos temas. En cuanto a la cooperación con la Iglesia, recordó que como católico es deber ineludible de todo cristiano colaborar con sus obras, en proporción a las posibilidades y autoridad. Además, que quien favorece a la Iglesia, beneficia a todo el pueblo. “Si la Iglesia ha recibido y recibe ayuda de un gobernante católico, Vuestra Excelencia tiene sobradas pruebas de que Ella ha rendido servicios en todos los aspectos de la vida de la nación”. Dio Beras base bíblica a su argumento, recordando el Evangelio de Marcos, 9,41 que enseña que el que da un vaso de agua al sediento en razón de ser discípulo de Cristo, no perderá su recompensa. Y sobre el título de Benefactor de la Iglesia, informó que:

…los excelentísimos señores obispos, de acuerdo con el procedimiento en vigor actualmente en la Iglesia, no pueden menos de reconocer que títulos de tal índole pueden solamente emanar de la autoridad competente, que es, en este caso, la Sede Apostólica. Según el principio jurídico: “ubi major minor cessat”, los obispos son incompetentes para otorgar este título, tanto más, cuanto que la Santa Sede ha reconocido los relevantes méritos de Vuestra Excelencia con altas distinciones pontificias que no fueron concedidas a ningún otro gobernante de nuestra República antes de vuestra gestión pública. Por otra parte, la Iglesia reconoce oficialmente estos méritos de Vuestra Excelencia al hacer públicas plegarias establecidas oportunamente en el Concordato.

Posterior a estas cartas, la situación siguió creciendo en tensión. Cartas varias y mítines de apoyo a Trujillo y en concreto en lo referente a Benefactor de la Iglesia, invitaciones de sacerdotes a Trujillo para visitar sus parroquias, suspensión de las asignaciones económicas a centros católicos, dificultades para renovar las permisos de residencias y de conseguir visado al personal extranjero. El caso más escandaloso acaeció el Jueves Santo, 14 de abril, en que un ciudadano colombiano, vinculado a la Inteligencia Militar, fue asesinado en las escaleras de las habitaciones privadas de Pittini, cuando supuestamente “huía de las autoridades” tras un intento “terrorista” fallido de colocar una bomba en la catedral.

El 28 de abril, aparecieron declaraciones de Trujillo a la prensa sobre un proyecto de reforma de la constitución para introducir, entre otras cosas, la pena de muerte y la autorización de actividades comunistas.

En los meses de mayo-junio, el Régimen pareció someter a la Iglesia. El 7 y 8 de mayo Trujillo visitó san Juan de la Maguana y Reilly celebró un Te Deum en el que hizo votos para que “la cooperación Iglesia-Estado no sufra mengua” El 12 se derogó la ley que prohibía las actividades de los Testigos de Jehova. Desde el 16 de mayo, Trujillo estuvo en Santiago celebrando el 30 aniversario de su Era. El 17, monseñor Hugo E. Polanco, obispo de Santiago, cantó un Te Deum donde reiteró que es necesaria la unión de la Iglesia y del Estado porque “estos dos poderes, que emanan de Dios y se dividen al compuesto humano, deben marchar siempre al unísono en la lucha por el bien sin confundir sus campos, dando a Dios lo que le pertenece y al Cesar lo que es del Cesar”. Trujillo negó que pudiese haber conflictos entre la Iglesia y el Estado “porque no puede haber campo para la fricción entre dos potestades que siempre se han comprendido y que tienen los mismos enemigos y que trabajan por los mismos fines”. El 25, falleció repentinamente el superior de los jesuitas, padre Miguel Ángel Larrucea, sj, y el 30, el nuncio Zanini, presionado por el gobierno, se vio precisado a regresar a Roma.

La provincia-diócesis de La Vega vivió la más propia e interesante experiencia de este proceso. Tras la lectura de la pastoral, el 3 de febrero, autoridades de La Vega organizaron un mitin frente a la catedral que monseñor Francisco Panal, obispo de esa diócesis, desaconsejó, anunciando que “todos los culpables de uno u otro modo quedan privados de todo servicio religioso…”. El 23 de abril fue nombrado gobernador Julián Suardí, militante trujillista y radical en sus decisiones. Prohibió a los empleados públicos y familiares asistir a misa. Hostigó la procesión de Corpus del jueves 16 de junio.

Había un interés de que Trujillo visitase La Vega y para tal fin se requería de la cooperación de Panal. Se organizó un comité de damas que preparaba dicha visita como expresión de la gratitud a la obra de Trujillo y por la protección brindada a la Iglesia Católica y al clero nacional. El 9 de mayo organizaron una misa en la Fortaleza presidida por el capellán militar, Manuel A. Rodríguez Canela. Dos días después, el 11 se tuvo otra actividad. Esta vez en la vecina población de La Torre, donde el mismo capellán Rodríguez Canela, contrario a la explicita prohibición del párroco, celebró una misa y el gobernador Suardí pronunció un discurso —uno de los más articulados y bien fundados de los escritos en este proceso— en el que señaló que los apóstoles Pedro y Pablo predicaron obediencia a las autoridades porque esa era la voluntad de Dios y lo exige el bien común, que la sedición era un crimen de lesa majestad humana y divina y la rebeldía contra la autoridad constitucional no es permitida a sacerdotes “ni aun en el caso de abuso del poder constituido”.

El 19, obreros y empleados de La Vega tuvieron un mitin en el cual agradecieron a Trujillo la instauración de la jornada laboral de 44 horas semanales. El 22, los comerciantes e industriales hicieron pública una protesta por la “intolerancia e intransigencia” de Panal. El 25, el pastor David García oró por la felicidad de Trujillo. El 25, Panal solicitó una audiencia a Trujillo. El 27, el abogado Ramón S. Cosme, hombre de Iglesia, fue nombrado gobernador en sustitución de Suardí y tomó posesión el 1 de julio ante una comisión de funcionarios venidos de Santo Domingo donde Polibio Díaz, secretario de Culto, tuvo palabras conciliadoras sobre las relaciones Iglesia-Estado.

No tenemos información de la audiencia solicitada por Panal a Trujillo, pero el nombramiento de Cosme y el intercambio de correspondencia entre Panal y Trujillo, del 30 de junio, publicada en la primera página del periódico El Caribe, en fecha 1 de julio, demuestran que hubo un acuerdo. Panal agradece a “Dios que haya inclinado vuestro magnánimo corazón a concedernos la paz y tranquilidad deseadas en cuyo ambiente trabajaremos.”

Por otras fuentes, no completas, se entiende que hubo un acuerdo, escrito, que llamaban “Normas para una buena Armonía entre la Iglesia y el Estado.” En carta de Polanco a Rafael Paíno Pichardo, enlace de facto entre la Iglesia y Trujillo, del 30 de junio de 1960, dice: “2. Me alegro sinceramente de que ya haya sido solucionado satisfactoriamente el asunto de La Vega. Con mucha atención he leído y releído las Normas para una buena Armonía entre la Iglesia y el Estado”. Y Pichardo, en memorándum a Trujillo, el 14 de septiembre, sobre conversación con Francisco Javier Baeza, sj, visitador de la Compañía de Jesús, dice:

El Padre Baeza tenía ya conocimiento de la correspondencia entre Monseñor Panal dirigida al Jefe; y ahora me pide una copia de las bases que sirvieron de norma en las relaciones entre el Gobierno y las distintas Diócesis. Estas bases fueron acordadas en las dos conversaciones sostenidas entre el Ilustre Jefe y Monseñor Panal. El Padre Baeza le da mucha importancia a este acuerdo, y cree que en Roma no se conoce enteramente.

En el contexto ya descrito, la Compañía de Jesús había decidido hacer uso de un recurso de gobierno propio que se llama “visitador” y nombró a Francisco Javier Baeza, sj, el 5 de julio. Tenía un prestigio ganado en España pues procedía de familia militar, había desempeñado funciones de gobierno en la Compañía y gozaba de buenas relaciones con el gobierno del Generalísimo Francisco Franco. Visitó a Trujillo el 18 del mismo mes para explicarle la razón de su misión en República Dominicana. Se conserva la minuta de lo que iba a tratar. Dice que su misión era:

…visitar a nuestros religiosos, sus personas, sus obras, las necesidades de personal, etc. para que desde Roma tengan un conocimiento más directo e inmediato. …Reiterar a V.E. la gratitud de la Compañía por lo mucho que la ha ayudado a desarrollar su labor apostólica…Reafirmar ante V.E. nuestra decidida voluntad de seguir trabajando cuanto esté en nosotros por el bien espiritual, cultural y científico de esta Nación…

Luego hace una relación de las obras gestionadas por la Compañía de Jesús: Seminario Santo Tomas, Politécnico Loyola, casas de ejercicios espirituales, aspirantado, Santo Cerro, Preseminario y Colegio Padre Fantino y la Misión Fronteriza. Hasta aquí todo lo tratado es de orden religioso y de la sola competencia de la Compañía de Jesús.

Además de sus funciones en la Compañía de Jesús, sabemos por otros documentos que Baeza incursionó en temas de orden político religioso. En conversaciones con Pichardo, trató y emitió opinión sobre la pastoral, las relaciones entre Trujillo y Panal, las actuaciones de Zanini, las relaciones entre Beras y Pittini, la reticencia de Pittini a abandonar el arzobispado y la influencia que la enfermera Schott ejercía sobre él.

En dos memorándum a Trujillo, Pichardo informaba que, en opinión de Beras, Baeza venía a allanar dificultades en el orden de las relaciones Iglesia-Gobierno. El 7 de julio, escribía:

Infiere Monseñor Beras de la conversación sostenida con el Padre Baeza que éste ha venido al país expresamente en relación con los asuntos que trató el Canciller Herrera [ visita del canciller dominicano Porfirio Herrera Báez a la Santa Sede en febrero de 1960 ] en Roma, pues permaneció en dicha ciudad dos semanas conforme con instrucciones del Superior General de los Jesuitas.

Y el 14 de julio vuelve sobre el tema y dice que “Monseñor Beras me significó que el Padre Francisco Javier Baeza tiene Delegación Especial del General de la Orden de los Jesuitas para allanar todas las dificultades surgidas desde hace algún tiempo en la relación de la Iglesia y el Gobierno”. Pepén, más explícito, cuenta que Baeza lo visitó y se le ofreció “para ayudar a mejorar la situación de la Iglesia local en lo que fuera posible, dada su experiencia en manejar conflictos”.

Por otro lado, el 23 de julio, inició sus trasmisiones en Santo Domingo Radio Caribe, que tuvo a la Iglesia como uno de sus objetivos de crítica y burla.

Quizás el único tema pendiente era el sometimiento de Pittini. Trujillo había concebido que Pittini, desplazado de sus funciones episcopales en enero, debía abandonar el palacio episcopal y buscó diversos modos para presionar esa decisión. A eso se añadía el caso de la señorita Hilda Scott Michel, de familia oposicionista y de temperamento compulsivo y arriesgado, quien prestaba servicios de enfermería al arzobispo, y Trujillo no la quería próxima a Pittini. Finalmente, el 12 de octubre lo logró, pues Pittini se retiró a La Vega.

Otras medidas para presionar a la Iglesia fueron un proyecto de pena de muerte y la moción para permitir la expulsión a todo extranjero, incluido eclesiástico, sin importar jerarquía, que altere el orden social.

Otros tres temas tocaron puntos vitales de las relaciones Iglesia-Estado construidas bajo el Régimen: el proyecto de ley para introducir la escuela laica; la admisión del divorcio civil a matrimonios concordatarios, y la encuesta pública sobre los beneficios del concordato a la familia dominicana.

El 26 de noviembre de 1960, el periódico El Caribe lanzó una encuesta a intelectuales y personas cultas sobre “si el concordato afecta desfavorablemente a la familia dominicana y si debe o no ser denunciado”. Los encuestados concentraron sus respuestas en el tratamiento de la participación de los eclesiásticos en la vida política tras la pastoral de enero y en el matrimonio concordatario. Haciendo uso de virtuosismos políticos y jurídicos, los encuestados buscaron la manera de complacer a Trujillo y relativizar el concordato hasta aprobar su revisión y hasta rescisión.

Todo daba la impresión que finalmente se sometería a la Iglesia.

Revisión de posiciones

A finales de 1960, el episcopado, quizás por dirección y/o ayuda de Baeza, revisó sus relaciones con Trujillo y le solicitó una entrevista. El 10 de enero de 1961, todos los obispos, menos Pittini, fueron recibidos en el Palacio Nacional por Joaquín Balaguer, presidente, y por Trujillo, líder, y le presentaron un memorándum.

Los temas principales a destacar fueron la debida recta interpretación a la pastoral del 25 de enero de 1960 cuya finalidad, tergiversada por algunos, fue dirigir una “simple petición de clemencia a favor de un grupo de personas convictas como reos de crímenes y delitos contra la seguridad interior y exterior del Estado”. Corregir las imprudencias que se han cometido en el campo eclesiástico que han entorpecido “el clima de recíproca comprensión y armonía que debe existir entre el Estado y la Iglesia”, “entre el poder temporal y espiritual”, “entre las dos potestades.” Se complacen en el deseo de que las relaciones Iglesia-Estado se desenvuelvan en la “mayor armonía “y que las posibles discrepancias se resuelvan en concordia e inteligencia como ha sido el deseo “del Superior Gobierno en sus relaciones con los representantes de la religión bajo cuyo seno se agrupa la casi universalidad del pueblo dominicano”. Siendo el interés compartido entre “ambas potestades”, se facilitará el ingreso de sacerdotes y religiosos, que haya un espíritu de concordia entre las autoridades del gobierno y las eclesiásticas, se mantenga la libertad de culto consagrada en la constitución, la enseñanza religiosa en los establecimientos del Estado y se cumplan los contratos vigentes con las fundaciones religiosas. Y, sobre el concordato de 1954, someterlo a estudio en aquellas disposiciones “que hayan suscitado dificultades en la práctica.” El periódico El Caribe publicitó el hecho con estas palabras: “Obispos Manifiestan Decisión de Continuar su Cooperación con Obra Patriótica Líder”.

El 13, Balaguer y Trujillo dieron respuesta al memorándum en los mismos términos comprensivos y pacificadores presentes. Se destaca la recta interpretación de la pastoral del 25 de enero, cuyo único objetivo era pedir clemencia por las personas detenidas; corregir las imprudencias cometidas por eclesiásticos para que no se entorpezcan la armonía entre el Estado y la Iglesia; que nada se interponga entre el poder temporal y espiritual y no haya divergencia entre las dos potestades que tienen la obligación de velar por el bienestar y convivencia de todas las clases. Se espera que cualquier divergencia entre ambas autoridades se estudie y resuelva con los “representantes de la religión bajo cuyo seno se agrupa la casi universalidad del pueblo dominicano.” En consecuencia, el gobierno facilitara el ingreso de sacerdotes y religiosos al país, garantizará la libertad de cultos, la enseñanza de la religión en los establecimientos del Estado y cumplirá los acuerdos vigentes con la instituciones religiosas. El concordato de 1954 será sometido a estudio en aquellas disposiciones que hayan suscitado dificultades. Este fue el titular: “Trujillo Comparte Deseos de Obispos de Mantener Armonía Estado e Iglesia”.

El concepto que explica esta iniciativa fue “perfecta armonía entre el Estado y la Iglesia.” Ambas partes acuerdan en la necesidad de revisar el concordato de 1954. El tema Benefactor de la Iglesia no aparece mencionado en ninguno de los documentos aludidos.

En ese ánimo, el 14, Trujillo visitó Higüey donde Pepén, quien, después de mucho cavilar y resistirse, finalmente había logrado un “rationale” para invitar a Trujillo y celebrar un breve y religioso Te Deum frente a la imagen de la Virgen de la Altagracia. Se le regaló a Trujillo un cuadro de la Virgen y se le declaró “Primer Altagraciano de la República y presidente ad-vitam de la Sociedad Altagraciana”. Trujillo hizo una serie de promesas. La primera, elevar a Higüey a la categoría de provincia, pero, además, construir una universidad que sería dirigida por la Compañía de Jesús y terminar la construcción de la Basílica para lo cual ofreció una donación de $1,250,000.00. Prometió renovar la casa curial e iniciar un plan de obras públicas y residencias que convertiría a Higüey en una ciudad moderna en armonía con la suntuosidad de la Basílica. Aquí tampoco se aludió al tema de Benefactor de la Iglesia.

Todo parecía indicar que la Iglesia y el Régimen habían llegado a la buscada armonía.

Pero, el 16 de febrero de 1961 apareció en los periódicos una segunda solicitud de nombrar a Trujillo Benefactor de la Iglesia. Esto abrió un segundo momento, más dramático, en las turbulentas relaciones entre la Iglesia y el Régimen. Este momento concluiría justo después del ajusticiamiento de Trujillo, el 30 de mayo del mismo año. La narración de ese segundo momento y la evaluación de todo el proceso será el tema de la segunda parte de este trabajo, a entregarse en el próximo número de esta revista Raíces.

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