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LITERATURA

Absalón Absalón

El autor comenta la emblemática novela del célebre escritor norteamericano William Faulkner, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1949.

La novela Absalón Absalón ocupa, dentro la obra narrativa de William Faulkner (1897- 1962) uno de sus momentos culminantes.

Publicada por primera vez en 1936, es una obra de compleja lectura y no menos compleja interpretación porque se proyecta en diferentes planos, tanto desde el punto de vista formal como temático.

La historia que narra, más que interesante es aleccionadora: la degradación moral que se impone a los demás, a fin de cuentas, recae sobre quien la inflige, sobre todo en el ámbito familiar.

Faulkner, al inspirarse en la historia bíblica del rey David y su hijo Absalón (libro segundo de Samuel, capítulos 13-18), unió en toda su intensa complejidad y aristas este planteamiento moral, pues el germen esencial que extrajo para su obra de la tragedia de David fue “la idea de un hombre que quería hijos y al final engendró hijos que lo destruyeron”.

El tema, además, sintetiza el mundo interior del propio autor quien, a esas alturas de su madurez intelectual, generar una obra que sacara sus fantasmas del cuerpo, no en busca de un ajuste de cuentas por el oscuro pasado de los Faulkner, sino que, partiendo de ciertas zonas vivenciales de sus antepasados, enfrentara primero su propia destrucción como personaje oculto dentro de su propia historia, y que lo hiciera sentir la magnitud de esa destrucción a partir de su pluma horrorizada, y a la vez, dispuesta al sacrificio.

Por ello, esta novela, más que narrar la pugnas que arrojan a unos miembros de la familia Sutpen contra otros, es una manifestación latente y soterrada de la misma historia del sur de los Estados Unidos que irrumpe con pasión, y gira en torno de escabrosos temas como el incesto y la discriminación racial, de los cuales emerge uno de los más angustiosos episodios que jamás haya tratado la literatura rural norteamericana: la búsqueda de la identidad dentro de la propia podredumbre humana, y de la cual, los antepasados del autor fueron actores protagónicos.

Esta búsqueda será el detonante que provocará la destrucción de la estirpe de los Sutpen, y servirá para ser enfocada, desde otros ángulos, por escritores norteños posteriores. Ya en los años 80s, William Kennedy intentó recrear otro mundo frustratorio similar en su “Ironweed” (“Tallo de hierro”, 1983), aunque en su caso, a la inversa. El hombre que destruye a su propia familia luego trata de reconstruirla al amparo de su propia autodestrucción.

“Absalón, Abasalón”, escrita con las excelencias propias de toda la obra de Faulkner, contiene esa inquietante atmósfera de horror gótico, predilecta y muy asumida por el autor en toda su obra narrativa.

Otra virtud de la novela es la búsqueda de la identidad a través de una desgarradora lucha entre los valores morales de las dos razas en conflicto, tomando como punto de referencia la cultura blanca, pero aquí revertida en arma de doble filo: esa sociedad es la negativa, la decadente y frustratoria, la horrenda y terriblemente aniquilada por la caducidad de su valores.

Aquí, el tiempo es una asfixiante mutabilidad: los personajes viajan dentro de espacios interminables, aparecen y se esconden y vuelven a surgir sin ningún remordimiento. Ese tiempo es el que transforma la vida de los hombres sin que ellos se percaten de su existencia, pues se sienten satisfechos de usarlo como viacrucis y no para cumplir sus propias experiencias.

“Sartoris” (1929) y “El sonido y la furia” (1930), las dos novelas de Faulkner que anteceden a “Absalón, Absalón”, según parece, sirvieron de blanco para presentar en sus primeros rasgos el amplio proceso de destrucción familiar que ocurriría en la obra que hoy comentamos. Sea como fuere, lo cierto es que nadie podrá hallar diferencias estructurales ni perfecciones superiores entre ellas, sobre todo, porque a pesar de su acercamiento temático, entrañan diferencias muy marcadas. Cada una es un universo en sí (al igual que el propio universo faulkneriano) y contienen la visión de un escritor ante diversos problemas individuales de una misma familia, así como la incidencia de estos problemas dentro de la historia de su país. Son historias con personajes que saben comportarse de manera no reiterativa de una a otra obra, y si bien, sus conflictos morales coinciden, en cada una de estas obras adquieren personalidad independiente a tenor del nivel de extrapolaridad en las tramas y subtramas en las cuales se ven envueltos.

William Faulkner tejió una línea narrativa coherente y audaz, y además de cumplirla con creces, la supo llevar hasta sus últimas consecuencias, con una dignidad artística que traspasa la simple originalidad para convertirse en maestría escolástica. Por eso llega hasta nuestros días como uno de los “monstruos” sagrados de las letras norteamericanas, dispuesto a abrir interminables rumbos y diatribas a aquellos que pretendan desentrañar el hilo de sus historias y la perfección de su lenguaje.

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