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MUSEOGRAFÍA

Argentina abrió el primer museo de la lengua latina

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Cecilia DíazBuenos Aires, Argentina

La mansión Alzaga Unzué, que supo ser residencia del presidente Juan Domingo Perón y Eva Duarte, ya no está más. Fue demolida porque sus estructuras no soportarían el paso de los visitantes que espera el Museo del Libro y la Lengua que se inauguró en Buenos Aires.

Así fue cómo nació el espacio nuevo, situado junto a la Biblioteca Nacional argentina (de la cual depende), y que se presenta como un el primer museo dedicado al Español en todo Sudamérica; dado que solo hay uno parecido en San Pablo (Brasil), pero basado en el Portugués.

“La lengua es una especie de persona colectiva cuya vida está a lo largo de la historia. En la Argentina siempre hubo una gran polémica sobre la lengua, en relación a la genérica que es la española. Desde la generación del 37 en adelante (Echeverría, Sarmiento, Alberdi), el gran dilema que aún tiene vigencia es si se acentúan los rasgos autónomos de una lengua nacional, en la Argentina y Latinoamérica, con su variedad, o si la lengua es algo que tiene su regencia en la Real Academia Española”, explicó el director de la Biblioteca Nacional argentina, Horacio González.

 Será quizás por ello que al entrar, lo primero que se escucha es cómo nació el idioma que hablamos, y cuáles fueron sus raíces. Luego, aparecen paneles y presentaciones multimedia con la influencia de los libros, los medios de comunicación, la fusión con lenguas nativas y la integración regional como principales razones de su refundación constante.

 El Museo incorpora pantallas táctiles, audios, juegos y proyecciones para atraer a un público no acostumbrado a visitar muestras, o que si lo hacen, es con una frecuencia muy baja. Jóvenes y adultos que viven celular en mano (y con los que, incluso, se sacan fotos que seguramente subirán a Facebook) sienten que la exposición les habla en un código coloquial, cercano a lo que habitualmente los entretiene.

La idea

Pero volviendo a la idea del museo, lo cierto es que este proyecto ambicioso nació  hace unos cinco años de la mano de Horacio González y del fallecido Elvio Vitali, ambos co-directores de la Biblioteca.

En ese momento, los funcionarios se preguntaban cómo hacer para que el nuevo espacio sea atractivo, tanto para los lectores asiduos que buscarían “tocar” los libros, como también para ‘los otros’, quienes nunca leen y no sienten ningún tipo de atracción por ver una vitrina llena de textos.

 He ahí el primer dilema, que -por supuesto- no fue el único: Tal como lo aclaró María Pía López, encargada hoy del Museo, “Horacio González conoce el Museo de la Lengua Portuguesa, en San Pablo, Brasil, y volvió con un entusiasmo absoluto respecto de que había que recrear el proyecto y crear uno de la lengua aquí también”.

 El trabajo fue arduo, el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner destinó  unos 14 millones de pesos para poder construir el edificio de tres pisos diseñado por el arquitecto Clorindo Testa (quien también ideó la Biblioteca, gigante, a su lado).

Hoy, cualquier estudiante universitario que curse semiótica estaría fascinado de estar en el Museo y ver cómo se conjuga contenido teórico que quizás vean con Roland Barthes o Charles Sanders Pierce. Pero también lo está uno que conoce nada sobre signo y significantes, porque el ejercicio de la lengua es colectivo, es de todos y de nadie a la vez, y eso es algo incorporado casi naturalmente.

 “La lengua es variación, pero también es algo explícitamente comunitario que legamos pero, al mismo tiempo, lo usamos de modo individual. Es impresionante eso: Cómo sabemos manejar matices, el tono, el léxico que usás, que entendés muchas variaciones dependiendo del contexto en el que estás. Tiene algo muy democrático la lengua porque es una facultad común que todos usamos. Sería muy lindo para nosotros que el visitante del Museo pueda descubrirse en esa situación”, subrayó López.

 Herencia de la tierra y de los barcos, Buenos Aires es una de las tantas ciudades cosmopolitas de la región que se ve influida por los migrantes. “Así como el Español se fue modificando cuando entró en contacto con las lenguas indígenas, nosotros usamos hoy también palabras que llegan con las migraciones más recientes”, apuntó, al respecto, la encargada del Museo.

“La nuestra es una ciudad donde las personas hablan coreano (hangeul), aymará… estamos en una ciudad con una heterogeneidad lingüística interesantísima. Ya eso no hay que verlo como un problema o una amenaza, como muchas veces se vio. Es más, debe verse esto desde un punto no restrictivo, no purista. Recrear eso es lo que intentamos. En parte porque grandes hechos culturales, literarios, surgen de la aceptación de esas modificaciones, no solo la lengua que usamos oralmente”.

 “En el museo hay libros en vitrinas, pero organizados temáticamente porque lo que nos interesa mostrar son unos ejes para entender la cultura nacional y que nos permiten articular publicaciones que no necesariamente son pensados en conjunto”, señaló María Pía López.

Más allá de esa guía de lectura, en otro rincón se puede ver a una constelación de editoriales, donde las estrellas se unen para formar un universo del mercado local.

Se exponen, también, unos primeros ensayos sobre la actualidad de la lengua, sobre los medios de comunicación y las historietas. Para el primero, se armó un contenido con audios de radio “para demostrar cómo fue cambiando el modo de hablar, ya sea en programas de humor o informativos”. El otro es un mural de historietas que contiene expresiones y palabras, léxico, en algunos casos ya en desuso.

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