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Apuntes para un estudio del cine peruano

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Luis Beiro ÁlvarezSanto Domingo

La primera película peruana se estrenó en el Cinema Teatro de Lima, en abril de 1913, con el título de Negocio al agua. Era una cinta silente al estilo de la época, la cual provocó favorables reacciones publicitarias.

L a historia recoge también que ese mismo año también se estrenó Del manicomio al matrimonio. Los guiones de ambos filmes (con ambientación de lujo) tenían ciertos aires de comedia.

Camino a la venganza, fue el primer largometraje dramático peruano, dirigido por el fotógrafo Luis Ugarte. Tanto él como Alberto Santana intentaron fundar la naciente industria del cine peruano (ver http://historiadelcineperuano.blogspot.com).

Pero mucho antes de esa fecha, los peruanos ya sabían qué era el cine y lo habían disfrutado. Fue el 2 de enero de 1897 cuando ocurre en Lima, la primera exhibición cinematográfica a través del Vitascope, un invento de Thomas Alva Edison de 1896, y traído a ese país por los señores Viquain y W.

Alexander. Ese acontecimieto ocurrió durante la gestión presidencial de Nicolás de Piérola, quien fue invitado de honor a ese evento. Además del Vitascope, Edison inventó el fonógrafo, instrumento que se instalaba para acompañar las imágenes con música.

Los salones de la entonces célebre confitería Jardín Estrasburgo, reunieron a un selecto público. Aquellas funciones sucedieron a partir de fotogramas de contenido europeo que deslumbraban al espectador, toda vez que para entonces era poco probable lograr una comunicación internacional directa a esa parte del mundo.

Ya para 1913, Negocio de agua si está elaborada en base a imágenes exclusivas de los tesoros geográficos peruanos. Ya para esa fecha, algunos empresarios locales idearon la creación del cine móvil para recorrer la amplia geografía nacional, algo que habían aprendido de la experiencia de los hermanos Lumière con el cinematógrafo.

Aquellas primeras películas que recorrieron la geografía andina tenían un carácter eminentemente informativo.

Eran imágenes de espectáculos masivos (corridas de toros, tomas de guerra, paisajes de arquitectura y la sociedad, y algunas secuencias de humor) muy demandadas por los ciudadanos de escasa ilustración. Ya en los salones exclusivos de Lima, los espectadores preferían cintas de naturaleza internacional (sobre todo imágenes de las grandes ciudades de Europa), cercanas a su idiosincrasia.

Gracias a esa iniciativa, las proyecciones ambulantes del séptimo arte fueron llegando a diversos estratos sociales con propuestas poco antes vistas en el mundo de las imágenes visuales. Esta experiencia sirvió de modelo formativo porque a partir de ella, la población peruana se inició en una disciplina de educación visual y de convencimiento de que para asistir a ellas, el pago de la entrada era necesario. De esa forma, el cine comenzó a funcionar como negocio y contribuyó a que floreciera una naciente industria.

Como parte de estos inicios es importante acotar el papel del fotógrafo Antonio Wong, fundador del movimiento conocido como “El cine de Iquitos”, una ciudad ubicada en la cordillera septentrional de la Amazonia, notable por ser una de las más codiciadas por los fabricantes de caucho y que sufrió en su historia una despiadada deforestación.

Allí, la explotación de la industria cauchera provocó la presencia de cineastas extranjeros interesados no solo en el paisaje, sino en plasmar en imágenes todo lo que sucedía en el proceso de deforestación, y el interés cinematográfico se multiplicó en años posteriores (ver Bedoya, Ricardo (1995). 100 años de cine en el Perú (2da edición). Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima.)

Salvo la honrosa excepción del movimiento ambientalista de Iquitos, los primeros cincuenta años del cine peruano transcurrieron bajo influjo comercial. Sin embargo, este impulso desapareció a partir de los años 30 del siglo XX debido a la falta de inversión en beneficio de una industria nacional de envergadura, capaz de reclutar y desarrollar los talentos con intenciones de proyectar al país a partir de su cultura y su historia.

A pesar de este estancamiento, figuras como Julio Barrionuevo, Pedro Valdivieso, Eduardo Tellería y César Miró se involucraron, en mayor o menor medida, en el mundo del cine. En la mencionada década las empresas distribuidoras proyectaban en las salas de Lima, con frecuencia semanal, películas de diversas cinematografías como Argentina, Estados Unidos, México y Francia, entre otras.

Ricardo Bedoya, en su “Historia del cine peruano” apunta que aquellas funciones, que incluían largometrajes, cortos y noticiarios, comenzaban a la una de la tarde y concluían al atardecer. El lunes femenino estaba dedicado a la mujer, el martes se enfocaba en la vida social, el miércoles sobresalían las flores, el jueves era día de estrenos que se mantenían en cartelera durante el fin de semana.

De manera que el cine internacional era una competencia muy fuerte para las cintas locales que, a pesar de que en el país ya existían profesionales dedicados al químico de los fotogramas. Este procesamiento dio origen a la tecnología del procesado de películas.

Un capítulo importante dentro del desarrollo del cine peruano fue la creación sistemática de los noticiarios cuyo contenido reseñaba la vida política, desfiles de modas, paradas militares, notas comerciales y temas extranjeros. Una vez fuera de cartelera, estos noticiarios se proyectaban en los centros laborales y recintos de estudios. Los años cincuenta fueron desastrosos para industria peruana toda vez que la producción de películas, cortos y noticiarios colapsó

por falta de visión y de estrategias culturales. También, la venta del laboratorio de tecnología cinematográfica se comercializó y sus nuevos dueños no atendieron el reclamo del país. Desde entonces, las películas peruanas no fueron las mismas y sus actores eran figuras improvisadas, de muy poca profesionalidad.

La gran excepción ocurrió en la ciudad del Cusco donde se continuaron produciendo documentales y noticiarios, a través de lo que se conoce como el Cine Club de Cusco. Los cineastas vinculados a este proyecto, filmaban las costumbres de los pueblos andinos y hasta llegaron a producir largometrajes. Dos de esos largometrajes fueron Kukuli (Luis Figueroa, Eulogio Nishiyama y César Valenzuela, 1961, 64 minutos. Primera película filmada en idioma quechua), y Jarawi (1966), piezas inspiradas en relatos indígenas.

Kukuli fue un filme fundador. Volvió los ojos del mundo hacia el cine peruano en general, y cusqueño en particular. Sus realizadores llevaron a escena un guion escrito por Efraín Morote Best.

La sinopsis de esta simbólica película, se resume en la historia de una joven pastora de llamas en los campos de Cusco. Un día, viaja a Paucartambo para la fiesta de la mama Carmen. Lleva en su espalda una manta con regalos y, en su montera, flores silvestres para que todos sepan de su condición de soltera que busca el amor. Por el camino, el joven Alako la encuentra y la sigue. En el río, Kukuli se lava las piernas. De pronto se da cuenta que Alako la observa. Al rato él se acerca y terminan teniendo sexo. En la fiesta se ejecutan danzas para agradecer a la tierra por sus favores, toman chicha de jora porque es el licor de la amistad. Kukuli camina feliz de la mano de Alako y juntos deciden ver al brujo para que les diga el futuro. Este les dice unas palabras que ellos no quisieran haber escuchado, luego, corren horrorizados. Cuando vuelven a la fiesta se cumplen las palabras del viejo brujo…

Luis Figueroa fue una figura fundamental del cine cusqueño de su tiempo, y uno de los documentalistas más connotados de América Latina, junto al cubano Santiago Álvarez, quien elogió su trabajo en varios festivales internacionales.

El director de la cinemateca de Lima, Isaac León Frías, considera que: “La obra del cusqueño Luis Figueroa está fuertemente ligada, en sus comienzos, a la que el historiador francés Georges Sadoul denominó la Escuela de Cusco, un movimiento cinematográfico surgido en la capital del Imperio Inca, y que se desarrolló entre 1955 y 1961. La continuación de la obra de Figueroa más allá de la disolución o la pérdida de organicidad del grupo inicial donde empezó su carrera fílmica, mantuvo sus postulados iniciales, siendo el representante más genuino a lo interno de la cinematografía peruana, un cine de extracción y espíritu andinos.”

En su ensayo “El cine posmoderno andino de Luis Figueroa”, publicado en el suplemento “Identidades” del diario “El peruano”, Juan Ulises Zeballos acota: “La filmografía de Luis Figueroa, que incluye cuatro largometrajes y treinta documentales, se puede calificar como andina por excelencia. Desde su primer película, Kukuli (1961), ya sea en sus líneas documental, ficcional o una combinación de ambas, como ocurre en esta película, el cineasta se empeña en mostrar las complejidades de una realidad geográfica y humana que había sido ignorada en Perú. De ahí que llamar a su cine indigenista, por ejemplo, es una operación reduccionista que solo explicaría una faceta de su obra. En efecto, su cine no se centra únicamente en la denuncia de la explotación y la defensa de los derechos de los ciudadanos aimaras y quechuas del sur peruano, tal como lo haría un cine indigenista. La agenda estética y política del cine de Luis Figueroa es mucho más compleja. La complejidad de su obra se encuentra en el aspecto representacional y artístico que,. Por cierto, posibilita comunicar su propuesta ideológica estética. En el aspecto representacional, al igual que su maestro José María Arguedas, de quien llevó su novela “Yawar Fiesta” (1982) al cine. Por último, me atrevería a asegurar que el cine de Luis Figueroa también sería una suerte de precursor del cine posmoderno.” (http:// www.elperuano.com.pe/identidades/35/ensayo.html)

Cine club de El Cusco

El 22 de julio de 1964, en París, la revista “Letras francesas” dirigida por el poeta Louis Aragon, publicó un artículo de Georges Sadoul titulado “Acutalidad Cinematográfica –El Festival de Karlovi Vary, donde expresa: “Para mí, la última semana de Karlovi Vary estuvo marcada por el descubrimiento de una película de Mongolia y una película Inka (…) había imaginado que la revelación d elos años de 1970 habría sido “La Escuela de Cusco”, los largometrajes realizados por los descendientes de los Inkas vinculados con una civilización más evolucionada que la española cuando Pizarro la aniquiló en el siglo XVI (…), y bien, mi ficción estaba en retardo con respecto a la historia. Desde principios de 1956 se forma en la antigua capital del Imperio Inka, una Escuela del Cusco, cuyos escritores, poeta, pintores y cineastas, casi todos indios (…) han dado obras importantes (…) Me gusta, sobre todo, el desenlace en que un sacerdote barbudo, con el crucifijo en mano en un estilo barroco (o más bien jesuita) común en Praga y en Lima, intenta exorcizar al monstruo que será vencido por los Indios unidos. Karlovy Vary ya nos había hecho conocer entre 1960 y 1962 la producción indo americana, con los documentales del peruano Manuel Chamba y del boliviano Jorge Ruiz.”

Bibliografía consultada

-Bedoya, Ricardo. 100 años de cine en el Perú ( 1955, 2da edición). Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

-. Gimferrer, Pere. Cine y Literatura. Planeta, Barcelona, 1985.

-Reynoso Torres, Christian, Incidencia de la narrativa peruana en su cine. Revista Ómnibus. No 4, Año I, Julio 2006- www.unfv.edu.pe/publicaciones_unfv/matices/espectaculo.htm

-Cine: Descripción del cine actual, en www.campus-oei.org/cultura/peru/10.htm

- Zeballos, Juan Ulises. El cine posmoderno andino de Luis Figueroa, Suplemento “Identidades” del diario “El peruano”

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