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Investigación

El sector cultural: situación, futuro y desafíos

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Eduardo Cruz VázquezCiudad México

Los rituales del territorio

Estamos en el reino de la reinvención. Cada seis años nos lo impone el periplo presidencial. La inmensa minoría cree en esfuerzos prospectivos. Piensa en corto y acertarás. En largo suena a albur. El elogio de la inminencia palpita en el desarrollo de la nación. Allá los que se adelanten a parir del 7. Cúlpese al sistema métrico sexenal. Así es nuestra democracia. Por ello cada campaña de sucesión presidencial es un relicario. No me pregunten lo que incumplirá Enrique Peña Nieto. Si es menos o más que Calderón, Fox, Zedillo o Salinas. Cosa de numerólogos que el 6 define la idiosincrasia mexicana.

En el vasto escenario de la intervención gubernamental, las actividades simbólicas y productivas de la cultura tienen su 6 en la frente. Con ceniza le ponen a la cultura su 6 en los foros de los candidatos. Se lo imprimen en las plataformas electorales. Lo salivan en los discursos. Es súplica en artículos, reportajes, cartas, desplegados y pliegos a los abanderados. El ungido lo redimensiona en otras audiciones que se convierten en Plan Nacional de Desarrollo. Despuesito, sin prisa, nace el programa sectorial que guiará al conglomerado de instituciones. De ahí, caramba, no se haga, con placer se lo ajusto a un año. No pida planear por más de 52 semanas. Si no llega el dinero, a ustedes les consta. Los recortes. Cúlpese a Hacienda. Lo que en doce meses no sucede, reinicia en enero si bien le va. Así venimos desde que se inventó el sexenio postrevolucionario.

Entre la prospectiva y la futurología, quizá la Divina Providencia. En septiembre de 2018 vaya a saber qué ocaso sexenal. Tras las fiestas patrias, de cara al otoño, el fulgor del electo(a). En la mira del sector cultural, el siguiente secretario(a) de Cultura. Pum. Jíjole. Secretario. Jefazo(a) de Despacho. El tercero (salvo que disponga otra cosa el pri de la señora García Cepeda). Con sus planes, listos y arranquen que el 2024 llegará también como el 2018: marchito.

El sector está ahí

Insuperable la justa de planear más allá de 6 años, el sexteto que viene hace una diferencia radical con respecto al historial pretérito. El primer desafío de la administración por venir consiste en reconocer plenamente el sector cultural. Que cualquier política pública no puede soslayar su razón de ser en la economía nacional. La Cuenta Satélite de Cultura, en su actua-lización a 2015, fija el pib cultural en 2.9 %, una suma cercana a los 500 mil millones de pesos a precios bá-sicos, con más de un millón de empleos directos. Quienes más aportan a la economía cultural son empresas (de todo tamaño), con el 2.1 %. El 0.8 se lo dividen el gasto público (0.1) y el trabajo en los hogares (0.7).

Si desagregamos el pib por áreas generales y específicas, la producción cultural de los hogares y la fabricación de artesanías y juguetes tradicionales, representan el 21.5% y 19.7%, respectivamente; el comercio de productos culturales el 16.7%; los medios audiovisuales 15.5%; el diseño y servicios creativos 6.9%; las artes escénicas y espectáculos 6.7%; los libros, impresiones y prensa 6.6%; la gestión pública en actividades culturales 3.6%; el patrimonio material y natural 1.1%; la música y conciertos, junto con las artes plásticas y fotografía, aportan el 1.7 %. Así lo dice el inegi. La Cuenta Satélite de Cultura (vale reiterar, es nacional) ofrece estas y mucho más lecturas que permiten conocer a detalle el comportamiento del sector, una posibilidad que en el ciclo anterior, en 2012, no existía. En suma, los miembros de la comunidad cultural, los de la cultura, los creadores, artistas, intelectuales, los gestores culturales, los emprendedores, los comerciantes y demás de la familia tenemos representación en las cuentas nacionales.

Además, el inegi nos permite hacer comparaciones odiosas. Muy útiles en estos meses de batalla campal por el tlcan. El pib cultural de Estados Unidos es de 4.2% (a 2013) y el de Canadá de 3.1% (a 2010). Simplemente, en 2017 la economía creativa del estado de California superará los 406 mil millones de dólares de producción. Entre otras razones, por eso México vive abrumado por la industria cultural estadunidense. Somos súperclientazos. Un paraíso en todos los sentidos. De ahí que pase lo que ocurra con el Tratado, nuestro mercado cultural requiere mejores condiciones para su propio crecimiento y para fortalecer las capacidades expor-tadoras. Medidas que podrían permitir aprovechar las clientelas canadienses, tan abandonadas por los bienes, servicios y productos culturales mexicanos. Somos apenas el séptimo país para sus importaciones y el treceavo para sus exportaciones en este campo.

Un segundo desafío que genera esta visión sectorial tiene que ver con el verdadero avispero de intereses que tienen lugar. La cultura y lo cultural se involucran en muy diversos campos del acontecer. Al nuevo Presidente(a) de la República le corresponde inaugurar el abordaje integral del sector. Una dimensión de equilibrios de las políticas públicas. Ver por la política cultural y las instituciones del gobierno, como por la política económica para el empresariado cultural en todos sus niveles. Con pesos y contrapesos, le corresponde agudeza para las relaciones con los estados y mu-nicipios, como con las organizaciones filantrópicas y de la sociedad civil, con el ifetel, la Comisión de Com-petencia Económica, la Canacine o las comisiones de derechos humanos. Para los seis años del mandata-rio(a), con su cargada de planes y programas vía su secretario(a) del ramo, le toca entrarle por igual a lo que se necesita en la política fiscal, que en la laboral o la de desarrollo social, indígena, ambiental y urbano. Esta última es un caldero por los intereses inmobiliarios siempre dispuestos a arrasar con el patrimonio histórico y natural.

No queda ahí este segundo desafío. Se extiende al Congreso. El tianguis del pluripartidismo. La agenda de asuntos es abundante. Hay sendas comisiones en las cámaras. En tiempos recientes, la de diputados lleva tres presidencias bajo el pan. La del Senado una del prd y la que culminará por el pri. Los amarres del Ejecutivo son primordiales para ver por esas comisiones. Ello perfila los cabildeos y decisiones del presupuesto anual. También para la Ley de Ingresos. Pero ante todo, para armar bien una tarea legislativa, sobre todo ahora que habrá reelecciones de legisladores. De tantos pendientes por atacar, habrá que hacer lista para 6 años. Sin duda en los primeros lugares se encuentra arreglar los defectos de nacimiento de la Secreculta, que no son pocos y más de uno es grave; atraer a la secretaría funciones y organismos aún dispersos en otras áreas, así como modificar la recién aprobada Ley General de Cultura y Derechos Culturales. El documento del peor es nada que contiene la medida insostenible por inviable, del vale para vulnerables. Y meter mano a la Ley de Monumentos que rige al inah e inba. Eso es chamba de a devis. Como no es de a mentis una estrategia con el Poder Judicial. Que también se note que hay ministros para la cultura.

Dirán a estas lecturas que se trata de sueños guajiros. Alucine sucesorial. Amarradito San Judas para que mis candidato(a)s se sienten en Los Pinos y en la casona de Arenal, en Chimalistac. Pues ahí van más. Un tercer desafío está en la arena terráquea. La diplomacia cultural. La cooperación internacional. La imagen de México. La “marca país” (ash, aunque sea chocante). Cancillería/Agencia de Cooperación donde todo es para replantear. El indispensable Instituto de México con sus sedes en cada nación. Con agregados culturales y de negocios. Hablamos de política exterior y de política cultural para el exterior. Nuestra diplomacia tiene el titánico reto de intentar revertir y poner en relieve el rostro más generoso del país. Una labor articuladora con los organismos internacionales, que no pocos demandan que México revise su sentido de pertenencia.

Una visión integral de sector impone estos y más desafíos. El sector está ahí. Sus integrantes se pueden contar en millones de seres. En miles de familias. En pesos, dólares y euros. Los intereses son de todos: simbólicos, creativos, institucionales, de innovación, de competencia, ideológicos, partidistas, financieros, de responsabilidad social, de apuesta al futuro. El país que heredará el nuevo gobierno, con frente democrático, coalición, segunda o tercera vuelta, es un México cuyo modelo de desarrollo cultural también está en jaque.

La reforma cultural

Durante décadas, el imaginario colectivo viene identificando el ejercicio de la política cultural con el gobierno. Lo que un vasto andamiaje institucional realiza en los distintos niveles de la administración gubernamental. Políticas públicas en cultura en la federación, los estados y municipios. Ocurre lo mismo con el gasto. El presupuesto es de los organismos. Punto. Nada mal, pero desde hace tiempo esa visualización es insuficiente. Justo el tener cuentas de un sector permite apreciar los orígenes e impacto de los flujos económicos. Y contar con una clasificación industrial (imperfecta, mejorable) facilita identificar la amplia gama de actores que a diario contribuyen a dar sentido a una suerte de ecosistema de políticas culturales. Dicho en palabras más socorridas, lo que hoy se entiende por cultura mexicana lo es gracias a la intervención de participantes de los ámbitos público, social y privado. Todos ponen, en efectivo, en simbólico, en especie. Cierto, cuentan y queremos que sigan contando.

Para darle sentido al conjunto de transformaciones que requiere el sector al que pertenecemos, desde hace tiempo venimos hablando de la necesidad de una reforma cultural. No alego paternidades, pero sí puntualizo mi trabajo en este sentido. Y desde hace años. A quien guste le paso las fuentes. Esta reforma es coincidente con el sentido que impone toda reforma de raíz. Con todo ajuste de paradigma. De formas de estructura. De revolcón. Cambio a fondo. Si los siguientes gobernantes y legisladores se la toman en serio, si la familia cultural quiere que todo mejore, a los grandes males conocidos, a los magníficos acervos existentes en el medio cultural, le tocan acciones en paquete. Una rcti (Reforma Cultural Todo Incluido). ¿Quién puede levantar el veto a la prospectiva? ¿A la planeación para resolver los desafíos? ¿A dar el golpe de timón? Quiero pensar (no maltraten mi inspiración, no sólo los artistas tienen motivaciones metafísicas) que en la República Mexicana hay para esto y más. De Mérida a Ensenada, como si nada. Por citar ejemplos, están entre las 5 mil instituciones de educación superior (públicas y privadas), entre los más de 17 mil integrantes del Sistema Nacional de Investigadores, entre los más de 50 mil trabajadores (sindicalizados y de confianza de las instituciones), entre el más de millón de trabajadores en empresas, entre los 2 millones de voluntarios en instituciones sin fines de lucro, entre los miles de estudiantes que ven en la cultura la razón más pura de su existencia; se encuentran entre los intelectuales y artistas que quieren más apetitosas becas, seguridad social, etcétera. Si no es así y de una vez, ¿nos preparamos mejor para las elecciones del 2024? •

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