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NEGRITA COME COCO

El huracán

A Milvio Pérez Díaz, conocido como “20 y 30”, los vientos del huracán no le afectaban. Nada lo iba a detener en su afán por ganarse el pan de cada día y proveer a su familia. Después de todo, ese era su deber.

Nuestro protagonista había tenido una vida difícil. No fue fácil haber nacido pobre en un país pobre, ni haber perdido a su padre a los 9 años. Inmediatamente “20 y 30” tuvo que convertirse en el hombre de la familia; tomar una caja de limpiabotas y salir por las calles de Santo Domingo a buscarse el pan.

Todo esto pasaba por la mente de nuestro amigo mientras trataba de avanzar en medio del huracán a las 2 de la madrugada. La lluvia y los truenos parecían decirle que se devolviera, que retornara con su familia y esperara que el mal tiempo pasara, pero “20 y 30” no estaba en eso. No, él tenía que ganar dinero y ningún huracán María se lo impediría.

Y es que, queridos negritos, este pobre hombre siempre había sido responsable con su trabajo. Desde su infancia hasta la adultez, cada labor que tenía la asumía como un sacerdocio.

Además, en este trabajito le iba más que bien. Con su primera ganancia había podido comprarle ropa a sus dos hijos y luego de un año ya había cambiado el zinc de la casa de su madre por un techo de cemento. ¡Ya no se mojaría la viejita! ¡Gloria a Dios!

Esos logros eran los que mantenían a nuestro protagonista motivado mientras desafiaba la ira del huracán que a ratos quería tumbarlo.

Pero no, ni los vientos más poderosos iban a detener a nuestro “20 y 30”. Después de todo, el mejor momento para robar casas es durante un huracán.

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