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Literatura

Tras los restos de un ilustre: Alejandro Angulo Guridi

El autor se involucró en las pesquizas para hallar y traer al país a este gran autor del siglo XIX y espera que su impronta se continúe.

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Héctor Pérez TovarSanto Domingo

Tiempo ha, en ruta hacia Nicaragua, donde fuí designado embajador, visite en Costa Rica al embajador Marcos Iglesias, con quien me enteré de algo que, por un buen tiempo, ocuparía parte de mis actividades.

Presenté credenciales y organicé el coctel protocolar con la presencia de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Representantes de Organismos Internacionales e invitados especiales, entre los cuales se contaban el Profesor Juan Bosch, Fafa Taveras, Narciso Isa Conde, Ilander Zeler (QPD) y otros dirigentes de nuestro país, presentes en Nicaragua para los festejos de un aniversario más de la Revolución Sandinista.

Días después, iniciamos investigaciones referentes al caso que nos ocupa.

Investigamos revistas, periódicos y documentos de principios del siglo pasado y entrevistamos a personas contemporáneas del personaje en cuestión, hasta confirmar mediante la certificación de un Acta de Defunción, la cual reposa en nuestros archivos, la información recibida en Costa Rica. Andaba en compañía de mi gran amigo y compañero de aventura, el venezolano-dominicano, Pablo Linares, representante del BID, posición que previamente había ocupado en nuestro país, y comenzamos nuestro peregrinaje vespertino a la ciudad de Masaya, a unos 32 kms. de Managua.

El dominicano El personaje motivo de esta crónica es el escritor, poeta, pedagogo y filólogo, Alejandro Javier Ángulo Guridi, intelectual de ideas políticas liberales, quien contaba entre otras cualidades, un carácter irascible e introvertido, como reseñan intelectuales e historiadores de la época.

Era simpatizante del Movimiento Independentista Panameño y amigo personal del Dr. Carlos Albán, jefe del Partido Independentista de Panamá, llegó a Nicaragua invitado por el Gobierno liberal de José Santos Zelaya (1893-1907) y murió en 1906, en Masaya, vivió en el Hotel Azcarate, propiedad de Doña Josefina de Azcarate.

Comenzamos a descubrir que vivió y murió en Masaya, llegando a ser director del Instituto Nacional de esa ciudad, en su época uno de los centros educativos más prestigiosos de Nicaragua. En uno de sus “Fragmentos Históricos” (pag. 19-20), el Dr. Francisco Acuña Escobar, cita entre quienes dirigieron este Instituto, a Angulo Guridi, identificándolo de origen cubano. En otros artículos lo mencionan como colombiano, incluso en “Obras”, de Carlos Cuadra Pasos, Tomo I, página 310, donde el autor hace una aclaración sobre el apellido ‘Guridi’, pero lo cita como chileno y elogia un trabajo publicado por Guridi en Chile, sobre la política nicaragüense.

La confusión en torno a su nacionalidad obedece a su largo peregrinaje por países de Latinoamérica donde vivió, trabajó, realizó actividades políticas y escribió algunas de sus obras, además promovió simpatías para el Movimiento Independentista Panameño. En Colombia fue colaborador de la revista de letras colombiana CROMOS, también consultor en la Biblioteca Nacional.

En Masaya entrevistamos algunos ex alumnos y conocidos suyos, en edades muy avanzadas, pero bastantes lúcidos como para recordar al profesor Ángulo Guridi. Entre estos, el reconocido intelectual e historiador Andrés Vega Bolaño, Camilo Jarquin; Almánzar Abauza, zapatero en el mercado y ligado a los Cedeños, familia muy cercana al poeta don Pedro Pérez Solano; Pancho Cedeño, carretillero, quien recordó que, “a su entierro fue muy poquita gente” (esto quizás obedeció a presiones de los curas por su condición de ateo o por problemas políticos de la época). Lo definían como “excesivamente estricto e intransigente, de carácter sumamente agrio”, se decía que era terco e irritable, lo cual lo llevó a la tumba, como dice, Jorge Eduardo Arellano.

En su “Diario Íntimo”, (Revista Conservadora No. 26, de Nov. de 1962, pág. 392), Don Enrique Guzmán dice: “En agosto 28 de 1901, visité en el Gran Central de Tegucigalpa, al doctor Alejandro Ángulo Guridi, viejo conocido mío, de origen dominicano, muy versado en el conocimiento del idioma español, pero quisquilloso e intransigente en sus opiniones idiomáticas, lo que hace difícil una discusión serena y constructiva con él”.

Al parecer, nuestro poeta conocía bien el idioma inglés, pues en la misma revista, del 27 de Oct. 1921, don Enrique Guzmán, dice: “..sé que, Fernando Somoza Vivas está escribiendo un folleto a favor de Zelaya y que Ángulo Guridi lo traducirá al inglés......”

Sobre su carácter y personalidad existen muchas anécdotas, como aquella de que era bohemio, como la mayoría de los poetas y los literatos de su época; y en las noches iba a tertulias con un reducido grupo de amigos, entre los que se contaban, don José Lino César y Fernando Padilla Solórzano. Como no había electricidad se desplazaba con una lámpara, de ahí que le endilgaran el mote de “el lamparífero”. Corría la versión de que en el lecho de muerte, un sacerdote fue a darle la extrema unción y lo corrió amenazándolo con una pistola que guardaba bajo la almohada, dada su confesa condición de ateo. Otros dicen que, ya en agonía, no aceptó confesarse ante un cura a quien le dijo: “Ateo soy, ateo muero”. Otra versión, quizás la más cercana a sus condiciones intelectuales, cuenta que, le dijo al sacerdote: “Entrego mi alma, si es que la tengo, a Dios, si es que existe”.

Otras investigaciones En 1971 el poeta Santiago Sandino A. (SAN SAN), escribió: “Estando el suscrito aún muy joven, conoció al poeta dominicano, de tamaño mediano, delgado, canoso, vestía pulcramente, usaba melena y su andar era brincadito....”.

En nuestras indagaciones pudimos determinar que tuvo dos matrimonios, el último con la profesora Ana Clemencia Altamirano, y que al parecer, no dejó ningún descendiente.

Fue antológica la disputa mantenida durante largo tiempo, en diferentes medios literarios, con otro filólogo e intelectual. Dice Gratus Halftermeyer en: “Apéndice a la Historia de Managua” (1954), “Conocimos al escritor colombiano (sic) Ángulo Guridi, colaborando con el diario La Tarde, del Dr. Felipe Avilés. Era estilista y mesurado en el buen decir, quisquilloso si encontraba una coma mal puesta en sus publicaciones periódicas.

Con otro filólogo, el doctor Mariano Barreto, sostuvo una polémica por la partícula “in”, polémica que resultó interesante”. Uno decía que “titular” era el vocablo legítimo, el otro alegaba que debía decirse “intitular”. Como la polémica periodística iba tomando un carácter agrio, pués Barreto trataba de ‘tomarle el pelo’ a Ángulo Guridi; éste que ya era un poco anciano, se enfermó de cólera y no alegó más. El asunto terminó porque otro filólogo, el doctor Juan Manuel, en Siero, terció en la contienda diciendo que: “...de los dos modos se podían decir, pues tanto ‘titular’ como ‘intitular’ están definidos como símiles por la Real Academia....”

Jorge Eduardo Arellano en su artículo: “PERDER UNA POLÉMICA COST” LA VIDA A UN FAMOSO POETA PERDIDO”, título aparecido en “La Semana de Managua”, dice que: “....como la gente llegó a aburrirse porque la polémica no terminaba, ambos contrincantes acordaron que otro gramático, el granadino, Enrique Guzmán, lo decidiera; quien para desgracia de Ángulo Guridi, falló a favor de BarretoÖ.El polemista dominicano no aceptó su derrota y fue tal el efecto que le produjo, que murió al poco tiempo”.

También cita Arellano en su artículo que: “Ángulo Guridi vivió más de veinte años en Nicaragua, colaboraba en los periódicos sobre materia religiosa y filológica y publicó un libro de doscientas tres páginas en Managua, en 1902, titulado: “Observaciones críticas a un libro de D.I. Burton”.

El poeta Santiago Sandino A. (SAN SAN), considera que, quizás el cadáver de Ángulo Guridi no fue enterrado en ninguna de las tumbas de los extranjeros de la época y que sus cenizas posiblemente reposen en el sector sur del cementerio de Masaya, ya que en ese tiempo los ateos y renegados del catolicismo, ahí los enterraban.

Durante nuestro peregrinaje a Masaya, Pablo Linares y quien escribe: “Visitamos decenas de tumbas en el Cementerio Municipal, inclusive las tumbas para extranjeros, donde nos dirigíamos por indicaciones de viejos lugareños; además investigamos el sector sur del cementerio, dónde en esa época eran enterrados los judíos y los ateos, sin encontrar pistas que nos llevaran hasta sus restos”.

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