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Giovanni Di Pietro: el italiano “malo”

Se hace un breve balance de los escritores que han escrito sobre la novela dominicana a lo largo de la historia para concluir con Giovanni Di Pietro, quien más ha publicado sus estudios en forma de libros.

José Martí, en su faceta de crítico literario, fue uno de los primeros escritores extranjeros en comentar una novela dominicana. El cubano quedó fascinado al conocer “Enriquillo” (1882), de Manuel de Jesús Galván, obra que consideró como la más representativa de la corriente del indigenismo latinoamericano.

En su carta-prólogo, Martí enrumbó la narración hacia alturas merecidas. En correspondencia dirigida a su autor el 19 de septiembre de 1884, fechada en Nueva York, el prócer expresó: “Acabo en este momento de leer su Enriquillo. No sé decirle adiós desde que trabé amistad con él y quedamos tan amigos que se lo he de ir presentando a todo el mundo para que lo alaben, como si fuera cosa mía; lo cual es, por ser como será en cuanto lo conozcan, cosa de toda nuestra América”.

Antes de Martí, pudieron haber existido otros autores extranjeros que comentaron novelas dominicanas, pero el dato, además de poco probable, no ha podido ser corroborado. Se sabe que Pedro Francisco Bonó y Alejandro Angulo Guridi publicaron en París y Cuba algunas historias. Bonó dio a conocer, por entregas, “El Montero” en un periódico de la capital francesa, mientras que de las ediciones cubanas de las prosas narrativas de Angulo Guridi no se han hallado referencias de comentarios de autores internacionales.

La revista ‘Letras y Ciencias’, editada por los hermanos Henríquez y Carvajal, en su edición del 30 de abril de 1892, publicaba una nota titulada De Hostos, enviada por Eugenio María de Hostos desde Santiago de Chile: “Manden también las poesías de Salomé, de Federico Henríquez, de José Joaquín Pérez, de Rodríguez ObjíoÖ y los relatos de Llenas; pues si se me acredita un Ministro diplomático en esa República, se presenta buena ocasión de dar a conocer a aquella, sin que la indiferencia mate el esfuerzo que yo haga para hacerla conocer en Chile. El “Enriquillo” de Galván y cualesquiera otros trabajos de la inteligencia dominicana vendrán a reforzar la tesis que sostendré de que ‘lo que falta ahí no es talento ni cultura.’ Así lo está probando Angulo Guridi, que anda por aquí, y a quien podemos considerar como talento dominicanoÖ”

En aquellos tiempos, Hostos y Betances eran, además de diplomáticos, entusiastas promotores de las letras dominicanas por el mundo, tanto en narrativa como en poesía y ensayo. Después de esta promisoria impronta, el destino del comentario crítico para la novela dominicana por parte de intelectuales extranjeros, tanto dentro como fuera del país, continuó, aunque no ha sido todo lo estudiado que merece por la crítica y la historiografía literaria nacional.

Otros casos La escritora Concha Meléndez (Puerto Rico, 1895-1983) calzó con su firma varios comentarios críticos sobre la novelística dominicana. Uno de ellos fue un estudio sobre “Enriquillo”, de Manuel de Jesús Galván. José Enrique Rodó (Montevideo, Uruguay, 1871-1917) calzó con su firma un ensayo sobre la obra narrativa de Federico García Godoy. Los hermanos Francisco (Perú, 1834-1905) y Ventura (París 1886-1959) García Calderón también aportaron su pensamiento a las novelas del escritor y revolucionario nacido en Cuba (y dominicano por adopción) y autor de la célebre narración El derrumbe. Figuras como el exiliado español Manuel Valdeperes (Barcelona, 1902-Santo Domingo 1970), en sus escritos difundidos en los periódicos La Nación y El Caribe, priorizó el comentario sobre poesía y artes visuales. Muy pocos estudios narrativos salieron de su pluma durante su brillante carrera de periodista y crítico. Dos de ellos, entre otros pocos, fueron dedicados a resaltar los valores de El Cristo de la Libertad, de Joaquín Balaguer (La Nación, 30 de abril de 1951) y Amor novelesco, de José María García Rodríguez (La Nación, 28 de abril de 1951).

Sin embargo, pocos de estos autores extranjeros recogieron en libros sus estudios, referencias, opiniones y críticas sobre la novela dominicana. Una excepción dignificante es la figura de la notable escritora e intelectual argentina María del Carmen Prodoscimi de Rivera, cuya sistemática y profunda ensayística sobre la novela dominicana a lo largo de su estancia en el país no debe pasar jamás inadvertida. En 1994, el Banco de Reservas auspició la publicación de una selección antológica de sus estudios y ensayos bajo el título de ‘Presencias’. La autora incluye en este tomo, además, sus conferencias sobre poesía, cuento y otros géneros literarios.

Escritores y críticos de Cuba, Puerto Rico, México y otros países han publicado también, de manera dispersa, artículos y ensayos sobre la novela y la literatura dominicana.

La editorial cubana Gente Nueva se ha involucrado en diversas reediciones del libro ‘Cuentos de la Nana Lupe’, de Pedro Henríquez Ureña. Sobre esta obra se han escrito valoraciones y reseñas críticas en el vecino país. El ensayista cubano Emilio Jorge Rodríguez escribe sobre narrativa dominicana. Acerca de la novela de Pedro Mir, Cuando amaban las tierras comuneras, de Pedro Vergés Solo cenizas hallarás (bolero), de Marcio Veloz Maggiolo, José Alcántara Almánzar y Pedro Antonio Valdez se han publicado varios ensayos, tesis universitarias y estudios diversos en el extranjero. En el caso de Veloz Maggiolo, la Editora Nacional publicó el extenso ensayo de Nina Bruni (coordinadora del Programa de español de la Universidad de West Indies, Jamaica). titulado Ruptura y viraje: La narrativa de Marcio Veloz Maggiolo 1960-1975 (Santo Domingo, 2015). De Pedro Antonio Valdez, por solo citar un caso de las más recientes generaciones, se destacan las tesis de grado “La bachata del gay volador: el desafío a la (homo)sexualidad y la identidad dominicana, en La música de Andy Peña y en Bachata del ángel caído (1999), de Danny Méndez, y Carnaval de Sodoma de Pedro Antonio Valdez: retratos y vestiduras travestis de Julio Penenrey Navarro, de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, Atlántico, Colombia.

A pesar de esta valiosa mirada internacional hacia los valores de nuestra novelística, su promoción, crítica y difusión por parte de escritores extranjeros, a partir de las últimas décadas, no ha contado con figuras que recojan, de manera periódica y ordenada, en forma de libros, sus estudios y ensayos tanto dentro como fuera del país. Generalmente, la inmensa mayoría de estos estudios van dirigidos a resaltar el lado claro de la novela. Muy pocos especialistas internacionales se han dedicado a exponer las posibles manchas que puedan tener las novelas dominicanas. Esto no es solo un estigma local, sino una práctica continua en muchas literaturas nacionales: el extranjero que comenta, estudia y difunde las letras de un país lo hace desde una óptica singular, desde una posición de descubridor.

En el caso concreto de la República Dominicana, las voces que separan lo “bueno” de lo “malo” no han germinado aún. Han sido los autores dominicanos de la diáspora y algún que otro “extranjero” los que han osado “dañar reputaciones” de novelistas nacionales.

Di Pietro En la década de los años 80, llega al país con un Ph. D. en Literatura otorgado por McGill University, en Montreal, Canadá, el escritor y crítico de origen italiano Giovanni Di Pietro, quien recopiló leyó y escribió un capítulo poco común en la historia nacional sobre toda la obra novelística producida en la media isla, desde “Enriquillo” hasta la fecha. Además de esta impronta, su gran mérito consiste en haber publicado unos veinte libros (de su propio peculio) conteniendo todo su trabajo ensayístico. Y su mirada severa ha sido y es objeto de insatisfacciones por todos aquellos que fueron tocados de una forma u otra por su implacable estilo.

Giovanni Di Pietro ha hecho lo que nadie: sentarse a leer con detenimiento para después poner en blanco y negro sus puntos de vistas sobre esas lecturas. Tampoco es un periodista que debe reseñar por positivamente el simple esfuerzo de publicar.

Sabe que su acercamiento a la literatura debe darse desde posturas subjetivas en las cuales prevalece su impresión personal sobre la novela que comenta en su función de crítico-lector. Como buen impresionista, Giovanni Di Pietro explica la belleza o fealdad de una novela de forma intuitiva. Lo hace como si estuviera escribiendo una obra de ficción ya que, en última instancia, él es un crítico creador. Y también elude cualquier relación con el dogmatismo, pues está convencido que la erudición impide muchas veces comprender la literatura.

A diferencia de otros impresionistas, Di Pietro no se acerca a la novela dominicana con una actitud favorable. Es decir, se toma el trabajo de gastar sus energías en criticarlas, en buscarle el lado oscuro. Por lo tanto, no lleva a cabo una reivindicación del texto, ni pretende instaurar una teoría afectiva, no cognitiva, pues su principal propósito es resaltar la obra a partir de su sensibilidad como crítico, de su mirada muy personal.

Anatole France, el mayor defensor del subjetivismo en la crítica literaria demostró que “el crítico que dice ser objetivo solo se engaña a sí mismo y a sus lectores porque la crítica jamás podrá ser una ciencia”, sino un debate de ideas entre un buen lector (el crítico) y otro de menor categoría (el mal lector).

(+) SU ITINERARIO Su itinerario Este nuevo libro de Giovanni Di Pietro, Mi itinerario dominicano, ocupa un lugar especial dentro de la amplia obra de este incansable cultor de la literatura. Di Pietro es un literato que también hace crítica. Como él mismo dice, “Todo el mundo aquí, en este país, me identifica como crítico de la novelística nacional, algo que yo, en verdad, nunca busqué activamente. Esta fue y es todavía una actividad que -¿cómo decirlo?- sólo ‘me cayó encima’... Un día cualquiera, sin siquiera darme cuenta, encontré que estaba escribiendo acerca de novelas dominicanas yÖ muchos empezaron a referirse a mí poniéndome en esa categoría. Terminé siendo, pues, el crítico de la novelística nacional por antonomasia”. Sin embargo, estamos frente a un escritor total, con una obra poética apreciable, con novelas poco comunes y parodias clásicas que han actualizado contenidos inmortales de los grandes autores de Europa.

Como editor, he tenido la dicha de conocer, en su momento, muchas de las páginas que integran su Itinerario dominicano, toda vez que preparaba ocasionalmente sus artículos críticos o las diversas entregas de su leída columna “Temas dominicanos”, por las cuales desfilaban no solo figuras literarias, sino personajes vinculados de una u otra forma a la vida cultural del país, como Silvano Lora y Carlos X. Ardavín Trabanco, por ejemplo. Las valoraciones de esos personajes, debidamente rescatadas, conforman la segunda parte del libro.

La tercera parte, la que el autor considera como la fundamental, “Epistolario escogido”, contiene cartas a diversos escritores e intelectuales en el período que va de 1999 a 2014. Según Di Pietro, todas denotan una gran preocupación con el ambiente cultural dominicano y los problemas sociales y políticos que el país iba experimentando. En ella se encuentran no solo cartas a varios amigos escritores dominicanos, sino, además, cartas que en su tiempo formaron parte de ciertas polémicas públicas, como las que fueron dirigidas a Odalís G. Pérez, a José Joaquín Pérez Saviñon y a Pedro Conte Sturla.

De manera que, como se dice, “aquí hay disfrute y espectáculo” (aunque de nada espectacular). Es la mirada de un notable escritor a la cultura de un país en el tiempo que le tocó vivir. La obra de Giovanni Di Pietro pervivirá. Muchos le dicen “el italiano malo”, pero muy pocos “extranjeros” preocupados por la literatura y la cultura nacionales le pisan los talones.

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