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De moradas, fuego y asombros: poética de Denisse Vega Farfán

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Elisa Altamirano OsorioSanto Domingo

Soy una admiradora de la lírica que desarrolla la escritora Denisse Vega Farfán, porque sus trabajos trasuntan lo humano, es una poética alejada de toda afectación, pero iluminada de gala, símbolos y florido verbo. Ella es, en mi percepción, una de las voces líricas más intensas y con mayor proyección en el campo literario del siglo XXI no solo en nuestro país sino fuera de él. Estoy segura de que su voz joven, fresca y orgánica —que ha alcanzado nivel y madurez literaria—, es un gran referente para otros escritores peruanos. Que su voz nos siga acompañando por la eternidad:

“yo te abro un vacío lleno de cobalto

de aves enfermas dueñas de las palabras

más sencillas de este mundo”

Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986) es autora de los poemarios “Euritmia” (2005), “Una morada tras los reinos” (Premio Poesía Joven del Perú, 2008), de la plaqueta “Hippocampus”(2011) y “El primer asombro” (2014). Sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, chino e hindi. Siento mucho orgullo de que ella nos represente con su obra literaria, con su mágica voz, en diversos certámenes literarios de gran relevancia dentro y fuera del país como lo hizo hace poco en China y en Canadá.

Pero, ¿por qué De moradas, fuego y asombros? Trataré de acercarme a dos grandes poemarios de la escritora: “Una morada tras los reinos” y “El primer asombro”. Dos libros que despertaron en mí ese goce estético que tanto anhelo encontrar cuando leo poesía y entre los cuales encuentro elementos que los diferencian de tal modo que uno podría pensar que lo han escrito dos personas distintas.

“Una morada tras los reinos” para Marco Martos (Poeta y Ex Presidente de la Academia Peruana de la Lengua) es “Un libro insólito dentro del panorama de la poesía peruana del siglo XXI”. Nos dice, además, que “Denisse tiene una voz diferente. Su linaje es tan variado y su poesía lejanamente tiene vinculación con las de sus antecesoras”.

El nivel de simbolismo, del lenguaje, de la técnica, empleado en este libro es extraordinario. Nos acercaremos a un libro auténtico que ha cumplido con la finalidad de la creación poética tal como la definiera Rimbaud: “Se trata de llegar a lo desconocido a través de un largo, inmenso y razonado desacuerdo de todos los sentidos. El poeta no sólo debe ser un artista sino un vidente, su destino no es el cielo azul sino el abismo sin fondo de lo desconocido”.

“Una morada tras los reinos” es un viaje a lo más profundo del ser humano, forjado con una expresión nueva; encontramos una escritora que se reinventa todo el tiempo, desentraña todo lo oculto que mora en nosotros; para ello, las palabras han sido concebidas con rigor magistral y las ha plasmado con exactitud y certeza; ninguna falta, ninguna sobra; es lo que la convierte en una ejecutante solvente; de ahí que creamos conveniente recordar lo que César Vallejo decía: “Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía su analogía, su prosodia, su semántica. El poeta puede hasta cambiar, en cierto modo, la estructura literal y fonética de una misma palabra, según los casos. Y esto, en vez de restringir el alcance socialista y universal de la poesía, lo dilata al infinito”. Se dice que los poetas no siempre son conscientes de lo que escriben, lo cual no importa porque es la lengua la que habla por la boca de los poetas, de ahí que las palabras de Marco Martos al respecto sean tan vitales cuando dice: “La mejor poesía es esencia del lenguaje”. Vicente Huidobro, el Padre del Creacionismo, decía que la misión de todo poeta es crear, que el poeta es un pequeño Dios; Denisse Vega ha creado un mundo, una morada, un reino nuevo, un mundo más allá de lo real con su voz, con sus imágenes envolventes.

Este libro consta de cuatro capítulos, los cuales se interrelacionan entre sí formando un todo. Solo dos de los capítulos tienen denominación, el III: El niño bajo el reino y el IV: La última morada. La escritora con su voz potente en primera persona nos dice primero que ignora lo que hay en ella, que no posee un rostro definido, que no sabe dónde permanecer y que la soledad es la muerte desde el albor de la humanidad; se desliza así aquel primer cuestionamiento universal ¿quiénes somos? Este desconocimiento filosófico es el planteamiento elemental en este primer apartado del libro que emplea la autora para sumergirnos en un reino de metáforas y simbolismos que se presentan verso a verso, los cuales nos conducen al reino interior y a la construcción de un reino aparte, el reino de la misma creación poética, el reino del lirismo estructurado, sistematizado, a través de la palabra, del lenguaje. “Fuera del reino estamos/cada cual con su joroba más grande que la otra/y un vacío más grande que el vacío”. Por un momento parecemos alejados del reino, como si dejáramos de ser, como si nos volviéramos nada, pero luego de esta impronta de vacuidad nos dice “el reino está/ al otro lado de mi ceguera/cada día viene a mis sueños/ en forma de bruma incendiada/ circula todas mis vidas/ desde el primer soplo del que salí”. Así como las cuestiones elementales existenciales del ser, también se percibe en el texto el reconocimiento de un Hacedor, deidad de vida. Y este aspecto me parece básico en la construcción del reino de la escritora porque de ese modo la soledad tan solemnemente tratada en su poética no la hará perecer sino acercarse a sus orígenes, aun cuando este le haga recordar toda la soledad de su vida.

El fuego, uno de los cuatro elementos básicos de la vida se hace trascendental en la construcción del reino: “… de niño te enseñaron/ las variedades del fuego/ los que aparentan ser mar/ y anidan multitudes de arena/ los que te incineran entre sueños/ y hacen que tu corazón amanezca colmado/ de febriles bendiciones/ pero quién te enseñó/ a encender tu propio fuego?” Desde que el humano comenzó a dominar el fuego, se presentó un problema importante: encenderlo; he aquí que la interrogante planteada por la escritora se agiganta. El significado simbólico antiguo del fuego es su doble naturaleza: creación e iluminación, por un lado; y destrucción y purificación, por el otro. Se dice que el fuego está asociado al alcance de las metas más altas; también, al conocimiento, a la cualidad propia del motivador, el maestro por antonomasia. El fuego, también, es considerado símbolo de lo divino y del amor. Hay una imagen clásica, el leño que entra en el fuego se consume, se hace humo, se hace fuego mismo, así es la unión mística del alma con el fuego que es al final Dios mismo. Consideramos que este elemento como parte de la poética de Denisse es para referirse a dos aspectos básicos: Conocimiento – Dios, lo cual nos alejará de toda animalidad y de toda existencia defectiva.

En la segunda parte del libro, se resalta al Rey: “en el reino nadie es más digno que el Rey/ con su corona de huesos/ su abrigo de sierpes/ y su banquete de moscas”, al cual somos entregados sin clemencia: “querrás regresar al primer viento/ al duelo de tu sombra/ a la mudez de los teoremas/ pero el Rey elevará el pulgar” La imagen de un Rey dictador que nos oprime, que nos hace vulnerables al servilismo y explotación, pero del cual es posible liberarse: “ha de haber sido hija del Rey/ que con fortuna se deshizo del cetro/ de la espalda engastada de afilados laureles/ del pecho sumergido en estepas/ la única que en su agonía se atrevió a gritar libertad/ entonces el reino ya no sería necesario” Libertad, patria tan amada y codiciada. En “La vida es sueño” de Pedro Calderón de la Barca, Segismundo cuestionaba su condición humana a causa de la privación de su libertad. Decía que él teniendo alma tenía menos libertad que las aves, el río o las flores; en los versos de Denisse se advierte que la cautividad procede de nosotros mismos, de la falta de autoconocimiento, de la falta de educación de nuestra propia libertad, ese vendría a ser un reino sin corona; de lo contrario seguiríamos atrapados en los designios de un Rey abyecto que es uno mismo.

El tercer capítulo: “El niño bajo el reino”, encontramos en “óyeme/ no canto ni descuento piedras/ no maldigo tu reino perdido/ no sorbo la transpiración de cada uno de tus pasos/ no te ofrendo mi ciego cordón umbilical/ ni aviento cruces y anillos a tu espalda”, versos que como melancólica canción de cuna sugieren la pérdida de una etapa maravillosa en la vida de la autora, su niñez. Y al decir de la escritora, esta etapa de su vida termina cuando fallece su abuela materna y se ve obligada a dejar una ciudad por ella amada, que constituía en sí su reino de querencias y de felicidad, para estar cerca de su madre quien trabajaba en otra ciudad, “niño que sales del reino perdido/ con mi nuevo rostro y cantas”. Digamos que el toque autobiográfico no se ha omitido, consciente o inconscientemente en esta obra poética, ya que la poesía nos revela el mundo interior y subjetivo del autor.

En el último capítulo del libro denominado “Última morada”, la autora nos dice que no hay reinos, solo soledad y libertad. “no hay reino/ recoge tus ojos del agua/ entiérralos en tu corazón/ sé libre/ anda”. De este modo, la poesía de Denise Vega Farfán, nos ha ido acercando al conocimiento de nosotros mismos, sin dejar de mostrar una de las constantes más sublimes en su poesía, la soledad y la importancia vital de la libertad. No dejo de rescatar el valioso simbolismo del fuego y de la presencia de un ser divino como parte de su idiosincrasia. En definitiva, la poesía misma ha sorprendido a la autora, como ella dijera en una entrevista, esta surgió de la soledad, de la búsqueda de su madre a través del verso, para crear un mundo donde ella permanece con su progenitora más allá de las distancias geográficas que las separaban durante los primeros años de su niñez; la espera es su más grande progenitora.

Dejamos atrás, por un momento, a “Una morada tras los reinos” para aproximarnos a “El primer asombro”, libro que presentara Denisse en La Feria del Libro Ricardo Palma (Lima, 2014), en la Feria del Libro de Arequipa y en la Feria del Libro de Nuevo Chimbote. Este último libro de Denisse me llega a sorprender muchísimo por cuanto el tono con el cual están escritos los poemas es muy distinto al tono con que escribió “Una morada tras los reinos”. Diríase que del simbolismo, de las imágenes, de un lenguaje florido y elegante, pasamos a uno con carácter casi coloquial, de un estilo sobrio, sin garbos lingüísticos, por eso pienso y siento que es como si dos personas distintas hubieran escrito estos libros. Otro aspecto que llamó mi atención son los personajes elegidos para plasmarlos en su asombro. Todos ellos tienen cualidades muy exactas, geniales todos pero a la vez fueron personas solitarias y algunos suicidas (personajes con pulsión de muerte o Tánatos) como Georg Trakl (Trakl es un poeta tristísimo, obsesionado con temas como el mal y el desarraigo, que expresa de un modo oscuro y tétrico, lleno de herméticas alegorías y con un tono fuertemente desgarrado lleno de pesimismo). Acaso la soledad de la escritora como la de sus pares espirituales de todos los tiempos y latitudes subyace en este poemario, pero esta vez a través de su asombro por estos personajes tan distinguidos de todas las esferas creativas como Li Po, Pessoa, Kavafis, Trakl, entre otros; y por sus seres más queridos como su abuelo, su abuela, su madre, etc., razón por la cual destacamos las palabras de Carlos Germán Belli respecto a este libro “Percibimos en estas páginas un dominio de la pluma, una escritura compacta, y una inspiración personal variada y espontánea… la identificación de la autora con los seres que admira”.

Advertimos que este libro se divide en cinco apartados; el primero contiene una inscripción entre paréntesis que dice: “a lo mejor hay una línea que sobrevuela la muerte”, la cual está compuesta de diez poemas; el segundo, al igual que el primero se revela así: “al oído de los dioses” y consta de siete poemas; el tercero, “paisaje”, contiene 3 poemas; el cuarto, “almuerzo sobre la hierba” presenta 9 poemas y el quinto apartado sin inscripción alguna consta solo de un poema. Este libro contiene temas variados pero que se hilvanan de modo intrínseco para conocer todos los elementos como paisajes y personajes que han sido seleccionados bajo el efluvio del asombro de la escritora.

De aquí en adelante, comentaremos la primera parte del libro.

A la epístola inicial del libro del primer apartado le sucede el poema “Manos”, en el cual se puede advertir la doble ausencia de la figura paterna, carencia de padre “Tienen mis manos las molduras de mi padre,/ mas en ellas un viento sordo/ construye su casa violenta a oscuras”, carencia del abuelo carpintero, “Muerto, cuando apenas dispuse de seis días/ para intentar saludar al mundo,/ sus manos son ahora un indescifrable tallado en el aire./ En pie siguen las puertas, las mesas, los muebles que hizo,/ receptando el tedio y la ventura de las generaciones.” Las razones ontológicas de la soledad que la autora ha manifestado en sus diversos poemas tienen su origen en estas ausencias tan sentidas que la han llevado a susurrar desde un edén lírico su hambrienta soledad, su sed, “esa que te usurpa el nombre al final del poema/ y ofrece devolvértelo en la continuación de otro, / para nuevamente arrebatártelo y esconderlo en una letra aún más profunda”.

Añorando siempre su ciudad natal, que encarga saludos al mar cuando alguien la visita, los versos de Sobre un fresco Mochica nos trasladan a épocas remotas donde nuestros antepasados expiaban sus culpas honrando a los dioses con sangre, virginidad o inocencia; empero, citando “¡Ay qué será de mí ahora!, / ¿con qué poema iré hacer el pago final/ de mi oscuro viaje?, percibimos que la escritora siente una gran responsabilidad casi sagrada por sus escritos, de tal modo que considera que ha de rendir cuentas por ello, quizá ya no ante un dios Mochica, sino ante el altar de sus predecesores a quienes tanto admira. Puede interpretarse como el profundo respeto que la escritora siente por los lectores, quienes son los jueces o dioses más implacables. Todo escritor es a la vez esclavo y amo de sus palabras.

Los elementos cotidianos, domésticos, familiares, sutilmente se muestran en este poemario para revelarnos todos los componentes que han alimentado el fervor lírico de la escritora. En “Máquina de coser” valuamos como una máquina de coser no solo sirvió para confeccionar un traje o un vestido, sino para elaborar y transformar su ser, por esta modista de su destino; su ausencia registrada con los siguientes versos: “Cuando te fuiste, poco a poco/ se les fueron cayendo los botones,/ carcomiendo los cuellos,/ desbastando las solapas,/ reventando los fuelles”, nos declaran la gran importancia que su existencia representó para la autora y que fue ella quien la educó y avivo su fuego, marcándola para siempre: “Quisiste coserme bien/ por dentro y por fuera, / asegurarte que nada se desbordara.”

Li Po junto con Tu Fu son los poetas clásicos más reconocidos de China. Li Po nació en el año 701 en Cheng Ji, de la actual provincia de Gansu. Desde niño recorrió varios lugares en compañía de su familia, y ello le sirvió de experiencia para su futura actividad literaria. Li Po fue conocido como el “Inmortal desterrado”, posiblemente por su constante peregrinaje, vinculado siempre al taoísmo, o porque fue desterrado por participar en la revuelta del hijo del Emperador Song Zhong para aplastar la rebelión de An Luchann. Este poeta chino es el primero en aparecer en “El primer asombro” en el poema Velada con Li Po; la escritora sintetiza esta existencia inmortal de Li Po con los siguientes versos: “Escribir. / Una palabra buscando su antigua escritura, / la mano que nos dejó en el pórtico del verso/ hasta ser todo el lenguaje y transfigurarse todas las cosas. / Ser el río incesante al final del poema”. Este último verso nos habla de la continuidad, de la existencia por siempre, del fluir de la poesía eternamente.

Para culminar con el comentario de la primera parte de este hermoso libro, nos detenemos en “Enclave” para distinguir un aspecto muy bien definido en el carácter de la autora y de su escritura, la poesía viva, despierta, el mimetismo con las palabras, con la creación misma, la fuerza y el poder con el cual están escritos los poemas “El poema está aquí, tiene forma humana, animal, / de mesa, calle, estrella. Ocupa mi espacio/ que ya no es propio. Respira por mí, habla por mí, / en una olvidada lengua por nuestro cansancio. De esta manera corroboramos el complejo y variado yo poético o yo lírico que ha empleado la escritora para construir sus poemarios.

En suma, la poesía de Denisse, nos maravilla con su verso libre, con la variedad temática que se manifiesta en su obra, con su tono casi coloquial pero siempre en profundidad y en libertad, con la riqueza de sus imágenes y el uso de la lengua de forma magistral.

Como alguien dijera, una vez que el escritor terminó de escribir su obra ya no le pertenece. Es de todos. Esperamos que este acercamiento a la poética de Denisse Vega Farfán les ayude a comprender mejor su obra.

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