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DOS MINUTOS

Vida con sentido

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Luis García DubusSanto Domingo

Según el evangelio de San Juan 20, 19-31

Un hombre se acerca a un pescador y entabla con él el siguiente diálogo: - ¿Para qué pesca usted? - ¡Hombre, qué pregunta! Pues para sacar peces. - ¿Para qué? - Para venderlos. - ¿Para qué? - Para comprar lo que necesito para vivir - ¿Y para qué quiere usted vivir? - Para poder pescar.

Lo anterior está referido en un libro publicado por Giovanni Papini antes de tener fe.

Papini dice de sí mismo que en esa época él era “un hombre que tenía repulsión por todas las creencias reconocidas, por todas las iglesias, por todas las formas de vasallaje espiritual...”.

Sin embargo, aun en ese estado de vacío interior, reconocía como una triste estupidez que un hombre se dedicara a pescar, sólo para poder... seguir pescando.

Es como alguien cuya vida consistiera en tomar unas buenas vacaciones y alimentarse bien para poder trabajar duro, y trabajar duro para poder tomar unas buenas vacaciones y alimentarse bien. (Dicho sea de paso: ¿acaso no hay muchas personas viviendo de esta manera...?)

A la verdad, algo así no puede dar sentido a la vida de una persona. Eso no es vivir. A lo más cerca será sólo sobrevivir.

La última frase del evangelio de este domingo me llama la atención. Dice así:

“Hemos escrito estas señales para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios, y con esa fe, tengan VIDA gracias a El”. (Juan 20,31).

¿Qué vida es ésta a la que se refiere San Juan? ¿Cómo se distingue? ¿Cómo se manifiesta?.

Creo que la fe de mi amigo Víctor Hernández en el Señor le dio a él esa vida. Recuerdo que un día le pregunté cuál era para él la diferencia.

- “Mis metas, mis ilusiones, no son las mismas”, me contestó. “Mi paz, mi felicidad, mi tranquilidad no es la misma. Mi escala de valores no es la misma”. Y añadió: “Estoy viviendo una vida con sentido. Una vida que vale la pena vivir”

“Y algo más”, concluyó Víctor: “He recibido algo de incalculable valor: la paz del Señor”.

Una vez recibió la fe, Giovanni Papini, antiguo enemigo de Dios, escribió un libro titulado “Historia de Cristo”, en el cual declaró:

“He descubierto a un Señor que nos ama más de lo que podemos amarnos a nosotros mismos”.

Ese Señor, que está vivo, y está dentro de usted, es el mismo que un día dijo:

“He venido para que tengan vida, y vida en abundancia”.

Una vida con sentido y la paz del Señor son los dos regalos que nos ofrece el Señor hoy.

Mi querido compadre Víctor los recibió los dos, y le puedo asegurar que fue en adelante una persona mucho más feliz, con una seguridad y una solidez que a muchos sorprendían.

La pregunta de hoy ¿Por qué es tan deseable, la PAZ que da el Señor? ¿Qué tiene de especial?

Esta pregunta también se la hice a Víctor, y su respuesta fue: “La PAZ que da el Señor es indescriptible. Es un bienestar que no sólo “supera todo razonar” (Fil. 4,7) sino que es superior igualmente a cualquier otro bien, incluyendo la salud”.

Finalmente Víctor Hernández, añadió: “Esa paz es mejor que todo remedio habido y por haber, porque sana todo”

¿Sana todo...? Sí, sana todo, porque quita el miedo. Quien recibe esa paz, ya no tiene miedo a nada, ni siquiera a la muerte.

Santa Teresita de Lisieux, nombrada Doctora de la iglesia (1997), veía a Dios como “el Dios de la Paz”, y frecuentemente menciona la Paz como el “tesoro por excelencia.”

Con razón dijo el Señor que la Paz que él da “no es como la que da el mundo” (Juan 14,27), sino un Don muy distinto y superior.

Terminamos con párrafo que quizás le ayude a usted tanto como me ha ayudado a mí y a otros muchos:

“El Señor está cerca, no se angustien por nada; en lo que sea, presenten sus peticiones... así la paz de Dios, que supera todo razonar, custodiará su mente y sus pensamientos por medio del Mesías Jesús” (Fil. 4,4-7)

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