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DOS MINUTOS

El valor es el amor

En el evangelio de hoy (Marcos 1, 29-39) aparece Jesús con la gente agrupada a su alrededor. Le llevaban todos los enfermos.

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Luis García DubusSanto Domingo

Había allí 20 ó 25 personas, pero todas estaban agrupadas alrededor de un solo hombre. Él era un famoso actor teatral, y todos querían verlo y oírlo de cerca.

Entonces alguien propuso algo que todos aprobaron: que el actor recitara con su prodigiosa voz el Salmo 23. Él aceptó con una condición: que después de él, también el humilde cura del pueblo lo hiciera. El padrecito aceptó aunque con algo de vergüenza.

Recitó el actor. El Salmo 23 en su voz embelesó a todos. Las paredes del local vibraron con los acordes de aquella portentosa voz, y cuando terminó la gente aplaudía emocionada, llena de admiración.

“¡Paren, paren!”, protestó humildemente el artista. “¡Escuchemos ahora al padrecito!”, y el cura sacó una Biblia, porque no quería equivocarse, y comenzó a leer con sencillez:

“El señor es mi pastor: nada me faltará”

Luego sucedió algo extraño: cuando terminó, nadie aplaudió, pero todos, incluyendo el declamador famoso, estaban llorando.

“¿Qué pasó aquí?” preguntó alguien. Y el mismo actor dio la respuesta diciendo: “Lo que pasa es que yo conozco el Salmo, pero el padrecito conoce al pastor”.

En el evangelio de hoy (Marcos 1, 29-39) aparece Jesús con la gente agrupada a su alrededor. Estando en la casa de Pedro, le llevaban todos los enfermos del pueblo y “él curó a muchos de diversos males”.

Después de aquella agotadora jornada, quedó extenuado y se acostó a descansar. Sin embargo, dice el evangelio que “se levantó muy de madrugada y salió, se marchó a un lugar descampado y estuvo allí orando”.

Allí, en la oración, el Señor comprendió que la voluntad del Padre era que siguiera adelante, a pesar de que todos en el pueblo lo estaban buscando, y les dijo a sus compañeros:

“Vámonos a otra parte, a los pueblitos cercanos, que voy a predicar también allí, para eso he salido”.

Cuando Jesús ora, escucha la voz del Padre, y deja que esa voz sea su fuente. Luego, sale a anunciar el Reino.

Más tarde declaró: “Igual que el padre me ama, los he amado yo”.

La pregunta de hoy

¿En qué se basa la eficacia del apostolado?

La eficacia del apostolado no se basa en que tenga yo una voz prodigiosa como el actor. Se basa en que yo conozca al Pastor, como el padrecito.

Se basa en la oración. Se fundamenta en el amor. Pero no en el amor del apóstol, sino en el amor de Dios en el apóstol.

Y la llegada del Reino de Dios es eso: cada vez más personas amando con el amor que han recibido del Padre en el silencio del descampado. En la auténtica oración que empalma con la voluntad de Dios.

“Qué poco conocido es el amor misericordioso de Jesús” (Teresa de Lisieux)

Es cierto. A veces, cuando escuchamos una prédica, suena más a exigencias que al amor misericordioso de Dios.

En resumen: lo importante no es saber mucho, sino amar mucho.

“Más vale un error cometido por amor, que un milagro hecho con dureza”.

Teresa de Calcuta

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