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¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

“Habla, Señor, que tu siervo escucha”

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Comenzamos la segunda semana del tiempo ordinario. Iniciamos un nuevo año litúrgico. Nuevos propósitos. Cambio de vida. Retomar lo bueno, desechar lo malo. Tratar de hacer el bien siempre, como Jesús vivió. Querer hacer tu voluntad, Señor, a pesar de todos los obstáculos que se nos presenten.

Verdaderamente, ¿deseamos escuchar al Señor, como vemos que hacía Samuel en la primera lectura de este domingo? Y si lo escuchamos, ¿pensamos hacer su voluntad cuando nos habla, como nos dice el Salmo 39?

Las tres lecturas del domingo nos hablan de un llamado que hace el Señor a los que ama. ¿Cuál sería nuestra respuesta? ¿Qué quiere el Señor de mí aquí y ahora?

Lo primero que me viene a la mente es que haga algo para adecentar la justicia. ¿Y cómo se hace esto? Una golondrina no hace el verano. Si no hay un propósito nacional, socio-político, es muy poco lo que se puede hacer. Si todos ponemos de nuestra parte y luchamos contra la corrupción desde nuestro propio “hábitat”, desde nuestros puestos de trabajo, de una manera continua, pudiéramos verdaderamente cambiar nuestra sociedad, la que ha sido permeada con tanta permisividad. Y es que es tan difícil llegar arriba por el propio esfuerzo, a las buenas, con honradez y lealtad, que nos hacemos de la vista gorda frente a todo aquello que nos pudiera impedir llegar a la meta que nos hemos propuesto, no importa como sea, ni arrastrando a quién. Nos llevamos todo por delante, porque solamente vemos nuestro propio interés y nuestra “superación”.

¡Qué poco sentido del bien común tenemos!

Nos hemos apartado de la Voluntad de Dios, y hemos decidido guiarnos por nuestro propio estilo. Somos simplemente la causa y víctima de lo que hacemos, como nos lo dice el Concilio Vaticano II en su Constitución “Gaudium et Spes”, en el número 8 y 9: “Entre tanto, se afianza la convicción de que el género humano puede y debe no solo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde además establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su propia dignidad. De aquí las instantes reivindicaciones económicas de muchísimos, que tienen viva la conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a la no equitativa distribución”.

Vamos, pues, en este año a hacer el propósito de construir un país nuevo, donde al mal se le llame mal y al bien se le diga bien.

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