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DOS MINUTOS

¿Qué busca usted?

Si ha tenido usted un verdadero amigo, comprenderá tres de las cosas que recibimos los que nos acercamos a Dios con actitud de búsqueda.

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Luis García DubusSanto Domingo

“Me voy. Tengo que ir a una misa”, dijo un hombre mirando su reloj.

A lo que uno de los presentes preguntó: “¿Qué pasa? ¿Quién murió?”.

“Don Fulano”, contestó el primero, y añadió: “Hoy es la última misa, y tengo que ir a cumplir con la familia”.

“Ah, bueno”, comentó un tercero, “entonces tú no vas a una misa. ¡Tú lo que vas es a dar un pésame!”.

Este comentario me pareció algo duro, pero me hizo pensar. ¿A qué va la gente cuando va a un templo? ¿Qué van buscando realmente?

Es innegable que no todos van a lo mismo.

Habrá quien esté allí por cumplimiento (cumplo y miento). Otros estarán por compromiso. Quizás otros irán como si fuera a un acto social, o por rutina, o por costumbre, o por figureo...

Pienso que ninguno de ellos encontrarán allí al Señor, porque ¿cómo lo van a encontrar, si no lo están buscando?

En el evangelio de este domingo, dos hombres ven pasar al Señor y empiezan a caminar detrás de Él. Y de repente el Señor se vuelve y les habla.

Es la primera vez que aparece el Señor dirigiéndose a la gente, y es curioso que lo haga con esta pregunta: “¿Qué buscan?”.

Veo un mensaje muy revelador en estas primeras palabras del Señor, ¿lo ve usted?

Entiendo ahora por qué las veces que he ido una misa por dar un pésame, o por cumplir, o sin buscar ni esperar nada, he salido de la iglesia con eso mismo: nada.

En cambio, las veces que me he presentado ante el Señor como un niño de cuatro años ante su papá, siempre me ha parecido oír la voz del Señor diciéndome en algún momento: “Mi hijo, ¿qué necesitas?”.

Dichoso los que consiguen acercarse al Señor en actitud de búsqueda, porque siempre saldrán comprendidos, orientados y confortados.

Realmente, en el evangelio de este domingo, y en la pregunta del Señor, veo expresado un mensaje muy claro: el que busca encuentra (El que no, no).

Y la próxima vez que entre a un templo, revisaré mi propia actitud.

El Señor estará allí en disposición de dar. ¿Estaré yo presente, en disposición de recibir?

La pregunta de hoy ¿Qué puede esperar recibir quien se acerca al Señor en actitud de búsqueda? Si ha tenido usted un amigo en la vida, un verdadero amigo, comprenderá tres de las cosas que recibimos los que nos acercamos a Él con esta actitud.

Lo primero es una acogida incondicional. Sea cual sea su estado, el Señor lo escuchará y lo comprenderá.

Lo segundo que recibimos de Él es una guía para saber qué hacer y la fuerza para hacerlo. A medida que vamos aprendiendo a distinguir la voz del Señor de nuestra imaginación y de otras voces, vamos siendo constantemente conducidos por la sabiduría del mismo Dios.

Y lo tercero es seguridad. En una relación de amistad con Jesucristo, no solo nuestra vida adquiere pleno sentido, sino que tenemos la garantía de vida eterna.

“El que cree en Él no muere, sino que tiene vida eterna” (Juan 3,16).

“Solo existen dos clases de personas razonables: las que sirven a Dios de todo corazón porque le conocen y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen” (Blaise Pascal).

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