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¡El despertar del alma!

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Así dice tu Dios Interno: Alma a ti te digo: ¡Levántate! Prodiga el amor acumulado e intégralo a tu Ser, y exprésate como fresca y erguida flor de mi jardín. Despierta del letargo de la oscura noche donde aún duermes. Sal del ensueño y contempla el amanecer en el Espíritu. Ya las aves entonan su peculiar canto, donde anuncian la alborada del nuevo día.

Cuando se duerme, en el sueño, la conciencia se desliza a través de diferentes estadios. Estos periodos se establecen como: “Ensueño, sueño y sueño profundo”. Es en este último donde la conciencia vive las más gratas experiencias en dimensiones del espíritu, y en los cuales se tienen los contactos con maestros ascendidos. Pero, por la naturaleza del plano donde se llevan a cabo estas experiencias, la memoria no los puede registrar en interés de recordarlos. Sin embargo, el superconsciente lo procesa y lo archiva académicamente, -lo que se designa como conocimiento- y se usa posteriormente en los planos humanos donde se desarrolla el alma para su aprendizaje.

Con esto se podría inferir, que el alma actualmente se está desenvolviendo en el periodo o plano del ensueño, porque en éste se está semi-despierto, con participación todavía del consciente racional o mente activa; y que luego muy lentamente se penetra en el sueño, que es donde ordinariamente quedamos al dormir. En este también, se producen las pesadillas o sueños recordados.

Es entonces, y cómo metáfora del sueño, que el alma con una introspección consciente, ayuda a descorrer el velo que oculta la verdadera naturaleza divina con que está integrada. Cesa el descontento por la ilusión de sentirse separada de Dios. Se suspende la guerra de los opuestos, sucumbe el ego con sus idólatras sentimientos de apegos y deseos. ¡Ya no existen las dualidades! La unicidad es preeminente. ¡El Todo se fundió en todos! ¡Ahora sólo existe El Uno! Sin diferencias: Sólo es presente: esencia, naturaleza y origen, Dios -Suprema conciencia madre y padre-. De donde se desprenden todas las almas como hijos, dilectos, amados e irrepetibles.

No permitas entonces que el alma se despierte, sobresaltada con los ruidos bruscos del dolor que le dejen profundos traumas por el sufrimiento; y que son originarios de la ignorancia -la noche obscura donde aún duerme-. Despiértala a través del conocimiento, y pueda libar la ambrosía del amor de Dios.

Por cierto, que cuando el alma experimenta el gozo del conocimiento de sí misma, lo transfiere al Ser, para que se goce de la bienaventuranza del despertar del sueño de la ignorancia, que como ilusión del ensueño, le daba realidad al mundo, y a los productos dañinos que se derivan de él. Es ahora, que sin apenas darse cuenta el alma, como ocurre cuando llega el sueño en nosotros, rauda corre a tener ese encuentro directo con Dios en los planos o dimensión del espíritu -sueño profundo- de donde no quiere regresar. Pero luego despierta, contempla el radiante amanecer, exultante de amor, flores y armonía y en ese bello amanecer vive por siempre.

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