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DOS MINUTOS

Un encuentro con paz

El Señor nos ha revelado claramente que la muerte no es más que el momento de llegada a nuestra verdadera casa, y allí nos espera una fiesta de alegría.

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Luis García DubusSanto Domingo

Mateo 25, 1-13 “Lo siento, Don Luis, pero a usted no le fue bien en este último examen”.

Aquella frase del Dr. Bournigal no me cayó bien. Nunca me gustó eso de que me fuera mal en un examen, pero en este caso quizás aun menos, ya que se trataba de una prueba de esfuerzo a fin de examinar el estado de las coronarias.

Luego de darme algunas indicaciones, el doctor me pidió que volviera dentro de unas semanas.

Pasé todo ese tiempo preparándome adecuadamente. Caminé, subí escaleras, y pedaleé incansablemente en una bicicleta estacionaria que me prestó mi hija Fanny.

Cuando volví, no estaba preocupado. Consciente de haber hecho lo que tenía que hacer, y sabiéndome bien preparado, estaba confiado en que me iría bien, como en efecto sucedió.

He relatado el caso anterior, porque el Evangelio de este domingo (Mateo 25, 1-13) me ha recordado otro examen que tengo pendiente. La última frase dice: “Por eso, estén preparados, ya que no saben ni el día ni la hora”.

Hemos conversado en un grupo acerca de cuál será la mejor manera de estar preparados para este encuentro con el Señor, y ha salido una idea que me pareció, además de estupenda, sumamente lógica.

Si un día vamos a experimentar la felicidad de estar plenamente en su presencia, nada más razonable que ir “practicando” este encuentro en forma natural, estando al acecho de cualquier acontecimiento que nos permita notar la presencia del Señor en nuestra vida.

Somos cristianos precisamente porque hemos tenido la dicha de aceptar a Jesucristo resucitado como nuestro Señor y Maestro.

Por tanto, para nosotros Él está vivo entre nosotros: Presente en nuestra vida.

Por otra parte, el Señor nos ha revelado claramente que la muerte no es más que el momento de llegada a nuestra verdadera casa, y que allí nos espera una fiesta interminable donde sólo hay alegría.

Es por eso que decimos: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida”. Salmo 26

La pregunta de hoy: ¿CÓMO PUEDO PERCIBIR LA PRESENCIA DEL SEÑOR EN MI VIDA? Cuentan que un niño estaba volando una chichigua, tan alta que se desapareció entre las nubes. Pasa un hombre y le pregunta

--”¿Qué haces?” --“Volando mi chichigua”, contesta el niño.

--“Yo no la veo”, dice el hombre, “¿cómo sabes que está allí?”.

--“Yo tampoco la veo”, contesta el niño, “pero sé que está ahí, porque de cuando en cuando siento un tironcito”.

El Señor se manifiesta en la vida del cristiano a través de ideas que llegan a la mente, impulsos que se perciben en el corazón, acontecimientos, personas...

Su intervención, con toda seguridad, será siempre algo estimulante y positivo.

El asunto está en estar alerta para percibir su agradable presencia a través de esos “tironcitos”.

La sabiduría de la vida es encontrar a alguien a quien amar más que a uno mismo, y ese es Jesucristo. Él fue quien nos amó primero con ese amor capaz de cualquier sacrificio por el otro.

Un amor sin complicaciones, que se traduce en obediencia y fidelidad humilde. Un amor con paz.

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