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SENDEROS

Conquistar el amor con los atributos de Dios

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

El primer aspecto primordial como atributo de Dios es el amor. Por este amor todas las cosas fueron hechas, y como derivado directo la creación como proyecto divino, integrando a ella sus diferentes emanaciones.

Siendo el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, tiene en su constitución átmica (espíritu) los mismos atributos divinos. El amor de Dios es puro, divino. La suprema esencia que se expande con la plenitud de su ser para transfundirlo a todos los géneros de vida.

Al emanciparse la conciencia como chispa de la Gran Fuente Suprema de Amor, deberá desarrollarlo y conquistarlo al través del sendero del conocimiento. Y parafraseando a algunos eruditos; “con las pruebas y dificultades del camino”, aunando todas las fuerzas con tolerancia y paciencia como soportes.

Con prudencia, y la debida observación de las pedagogías que se adecuan en las enseñanzas de vida, que como aprendizaje y ensayos primos, nos otorga “la familia” (la humanidad). Heterogénea en caracteres y personalidades de sus miembros que la conforman, aunque los una el único hilo, la moral y los principios que se hacen plataforma o patrón doméstico en los que se asienta. Las diferencias permiten amarse y entrañarse en su reconciliación; y es ahí donde comienza el ensayo para aprender amarnos los unos a los otros.

No obstante a esto, el hombre tiene codificado en su psiquis “el mecanismo del quejido” con el que se desorienta y exclama continuamente: “Esto está muy malo… las crisis agobian… el vecino molesta…”, en fin, una amalgama de quejas que se atraviesan para obstruir el desarrollo del amor sin egoísmo, sin pasión, que es la que organiza los celos que llevan a la ira y a la violencia, y que nutre al hombre con mensajes subliminales la conciencia inferior, evitando que el yo superior se manifieste con los atributos del amor divino que se gravan en la conciencia como pautas y premisas para que sean desarrollados en el ser. Estos son:

· Perdón: perdonar con sincero y auténtico sentimiento, produce el verdadero equilibrio entre los opuestos de la ilusoria dualidad.

· Tolerancia: asumir que las diferencias importunan la armonía, y que solo al conciliarlas entre sí, produce la paz.

· Respeto: regla o canon que se religa al modelo de conducta que lleva a armonizar con la impronta de consideración de los asuntos del otro ser (hermano).

· Verdad: asentir con nobleza sobre los valores o principios, sin doblegarlos a la hipocresía, aun cuando esto signifique la pérdida de los más altos intereses de bienestar humano.

· Fidelidad: no adulterar los sentimientos por apetencias de los sentidos. Ser leal, auténtico y honesto con valores definidos de moralidad, humanos y espirituales.

La observación y obediencia a estas reglas permite el desarrollo integral de la conciencia, encaminada a la autorrealización y por ende, sustentada en los postulados de Cristo, siendo el más grande exponente de ellos, el maestro Jesús, quien nos exhorta: “Ámense como yo os he amado… y serán uno conmigo y con el Padre Dios”.

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