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SENDEROS

El tiempo es de Dios, de bien y perfecto

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

“En el tiempo vive la vida. El tiempo es de Dios, y es perfecto. Dejémosle hacer su voluntad, que es bien y es amor”.

En el tiempo de los tiempos, en aquel cuando se dio inicio a la vida, Dios instruyó a los que entonces lo acompañaban diciéndoles: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Precediendo a este mandato, Dios tenía plasmado en su mente un pensamiento de amor para el hombre en específico, y para el efecto, diseñó todo un esquema de vida; creándole al mismo un hábitat perfecto en sintonía y alta vibración al Cosmos; como también, leyes de armonía a su naturaleza cósmica. No desperdició ningún elemento que le fuera útil e indispensable. Con esto aseguraba que el hombre desarrollara todas las facultades latentes e inherentes a su naturaleza y ser.

El hombre es portador del ADN divino (Átomo Nous), que es ascendencia de la omnipotencia del Padre, con poderes absolutos para ser aplicados en mundos relativos al tiempo. Sin embargo, sintiéndose el hombre facultado con amplios poderes, ha desnaturalizado su origen, al asimilar en su psique (conciencia inferior) las incitaciones subliminales de aquellos ángeles caídos, desobedientes y guerreros en contra de Dios. Estos incitadores del mal (luciferinos) con apetencias de placeres y gozos terrenales, le hacen olvidar al hombre su origen y esencia vital, cordón espiritual, que es el vínculo indisoluble con la Madre -el aspecto femenino- y la estructura prístina, virginal y omnipotente, Padre -los aspectos manifestados y visibles de Dios-.

Al involucrarse el hombre con el ordinario placer material, no medita sobre la bienaventuranza del gozo divino, y acepta con agrado las consecuencias de dolor y sufrimientos que dan los apegos, los deseos y el egoísmo; este último, la esencia incondicional que es aliada al “Ego” (Yo inferior).

Cabe señalar que la aceptación de la voluntad de Dios, se distorsiona con las situaciones de dificultad que vive el hombre, al entender que se debe a un castigo o que le trazó un destino cruel, debiendo éste aceptarlos sin aportación de la decisión de salir de ese estado. La voluntad de Dios es que el hombre despierte del letargo que le adormece los sentidos internos, para así estar hábil para conocerlo; amándolo; sirviendo con amor al hermano; transitando el sendero del conocimiento para evolucionar, con la fraternal convivencia entre los hombres y aceptando sus diferencias de características ambientales, de culturas y de credos.

La voluntad de Dios es que conozcamos que Él es la unidad homogénea, de donde surge la diversidad heterogénea, base de sus dualidades. Siendo Él, Alfa y Omega -el principio y el final-. “El Uno Integro”. Entendiéndose con esto que, fuera de Él, no existe ni bien ni mal; sólo ÉL, es Amor.

Su voluntad es que se respete el medio ambiente; al éter que lo impregna. Evitando su contaminación con substancias tóxicas. Como también, respetar las leyes de causas, de armonía y de vida; conociendo de ellas su intimidad con su expresión en el planeta para asegurar la coexistencia del hombre y la naturaleza.

Entender que el Universo del Absoluto, es una estructura universal, manifestada con los universos, y que los mismos están integrados por conciencias de todo grado de evolución y adelantamiento, el cual tiene su vibración en un solo tiempo, el de Dios.

Todo esto señala entonces de manera elemental, que estos sencillos enunciados puedan ser observados por el hombre, y que a través del conocimiento de ellos, logre alcanzar los niveles de superación en la plataforma de los valores y principios, los cuales son fundamentos esenciales para el cambio del sistema a llevarse a cabo.

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