“Somos imagen del Dios vivo”

Esta frase de San Pablo en su Carta a los Romanos nos ayuda a comprender que si Jesús es el Hijo de Dios, y todos somos hijos de Dios, porque fuimos creados a imagen y semejanza suya, entonces en verdad que somos imagen del Dios Vivo.

Esta carta nos ayuda igualmente frente a nuestros hermanos separados, que dicen que Jesús tuvo más hermanos, cuando dice: “Ö para que Él fuera el primogénito de muchos hermanos, pero los muchos hermanos somos nosotros. Somos nosotros los hermanos de Jesucristo cuando dice que fuera el primogénito de muchos hermanos”.

Los Evangelios fueron escritos para los que ya eran “cristianos”, es decir que tuvieran la idea de lo que significa ser Hijos de Dios. Todavía hay quien duda de muchas cosas, porque no han estudiado bien las Escrituras. Quizás por eso nuestra madre la iglesia, que también es maestra, impidió la lectura de la Santa Biblia a muchos a los comienzos y tuvo que venir el Concilio Vaticano II para que pudiéramos estar más empapados con su contenido: ver “Lumen Gentium”, y tendremos una visión más clara del Misterio de la Iglesia.

Al principio todo aquel que leía la Biblia abría una “iglesia”, es decir, hacía “tienda aparte”, porque no conocía bien la historia de la iglesia. Y cuando Lutero se puso en contra, por el caso de las indulgencias, fue peor. Se había perdido ya la unidad de la iglesia. Cuando dejamos de ser obedientes a la iglesia, eso es lo que sucede. Nos hacemos otros dioses, y creemos que somos los creadores del universo, y no criaturas del Señor. Hemos sido glorificados por Cristo con su vida, muerte y resurrección. Somos ahora criaturas nuevas, imagen del Dios Vivo, por tanto debemos vivir como lo que somos, y dar testimonio de eso.

Hoy celebramos en nuestro país el Día de los Padres, y debemos pensar que ante todo Dios es nuestro Padre. Dios a través de su Hijo Jesucristo nos enseña a orar, a comunicarnos con Él. Y es el mismo Jesús el que nos hace ver que todo lo que pidamos al Padre se nos concederá. Esta maravillosa oración del Padre Nuestro no tiene ningún desperdicio. ¡Si la rezáramos, no como acostumbran los loros, repitiendo sin saber lo que dicen, sino estando conscientes de cada palabra y su significado!