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DOS MINUTOS

Los cuatro grupos

En la parábola del sembrador, Jesús describe las diferentes maneras en que las personas reciben su mensaje. ¿Está usted representado en la parábola?

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Luis García DubusSanto Domingo

Le tengo una buena noticia. La encontrará usted al final del segundo minuto. Entretanto, permítame decirle algo.

Mañana domingo, en todo el mundo, leerán y escucharán el evangelio cientos de millones de personas. Sin embargo, tan enorme cantidad de gente se podría dividir en solo cuatro tipos o categorías.

Voy a darle una rápida descripción de cada uno de estos grupos, para que después, si usted quiere, pueda determinar privadamente en cuál se encuentra.

En el primer grupo se encuentran los que están y no están. Su mente está tan distraída que no escuchan nada de lo que se lee o se habla en la misa. Y por supuesto, si no escuchan, mucho menos entienden.

El segundo grupo está compuesto por personas de excelente “reacción rápida”. Ellos oyen la Palabra, les gusta, y se alegran.

Pero en la misma noche usted les pregunta qué mensaje sacaron de la misa del día, y ya no recuerdan nada. En este grupo hay mucha gente “buena”.

Las personas del tercer grupo escuchan y entienden. Ellos no tienen nada de tontos. Incluso salen con alguna idea y quizás con algún propósito.

Pero son gente muy ocupada. Mejor dicho, muy preocupada, con muchos asuntos. Y cuando esos asuntos chocan con la Palabra, ellos no se atreven a optar por esta; les falta valor para atreverse a creerle y a confiar más (quizás si se lo pidieran al Señor...).

Finalmente las personas del cuarto grupo son las que escuchan el mensaje, y lo entienden. Son las únicas que sacan beneficio.

Son las únicas que aprovechan la Palabra de Dios para su propio bien y el de los que las rodean. Las únicas que reciben la buena noticia.

Estas cuatro categorías están descritas en el evangelio de este domingo (Mateo 13, 1-23). Le llaman la parábola del sembrador.

Para mí, el Señor habla en parábolas porque no desea obligar a nadie a entender ni a creer. Entiende quien quiere. Cree quien quiere. Quien no quiere ni escucha, ni entiende ni cree.

Entretanto, la buena noticia que le tengo es esta: si usted ha leído hasta aquí, es una señal de que probablemente pertenezca al cuarto grupo.

La pregunta de hoy ¿Puede una persona que esté en cualquiera de los tres grupos pasar al cuarto?

¡Por supuesto! Lo único que se requiere es asumir una nueva actitud ante la palabra de Dios.

Y eso puede decidir hacerlo cualquier persona, en cualquier momento. Se trata solo de detenerse y escuchar, escuchar con sencillez.

Y nada más, porque la palabra de Dios solo se entiende de rodillas.

Es decir que hay que escucharla o leerla con reverencia, con respeto al misterio, con capacidad de asombro.

Quizás sea por eso que la gente sencilla la entiende con mucho mayor facilidad.

También podría decirse que solo entiende quien tiene el deseo de entender, y, en consecuencia, abre su corazón para que Dios se la pueda explicar en silencio.

De todas formas, lo importante es saber que la fuerza está en la palabra misma, al igual que la vida está en la semilla. La tierra, o sea yo, solo tiene que recibirla sin resistencia, y ella hará su efecto, transformando poco a poco mi vida en una existencia con sentido, y con frutos de paz, amor y alegría.

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