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DOS MINUTOS

La clave: sencillez

La clave no son nuestros méritos. Nuestra vida no tendría sentido sin una íntima relación de amistad con el Señor.

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Luis García DubusSanto Domingo

Dos cuerpos flotaban inconscientes, mientras eran llevados río abajo por la corriente. Acertó a pasar por allí, mientras pescaba en compañía de su madre, un joven millonario.

El joven ve los cuerpos, y sin dudarlo, se lanza al río y los rescata. Con ayuda de su madre los sube al bote. Aún viven. Les aplica respiración artificial y los revive.

El joven del bote les da ropa para cambiarse, la madre les prepara café caliente y les ofrece algo de comer.

El joven del bote los lleva a su casa, les regala la ropa, les da algo de dinero y al darles su dirección les dice:

“Ustedes son pobres, pero ya somos amigos. Si en cualquier momento están necesitados no duden en acudir a mí, que con mucho gusto les ayudaré. Soy su amigo. Cuenten conmigo”.

Pasado un año, hay uno de aquellos dos hermanos que ha mantenido su amistad con el joven del bote. Con toda sencillez, acude a él con frecuencia en busca de ayuda, y ha recibido mucha. No sólo monetaria, sino también en forma de orientación, consejo, ánimo y motivación.

La amistad con aquel joven ha cambiado su vida. Nunca ha acudido a él sin encontrar el apoyo prometido.

El otro hermano, en cambio, no ha ido nunca a buscar ningún tipo de ayuda. Cuando su hermano le pregunta la razón, no contesta.

¿Por qué no ha querido ir? No sabemos. Pero es lamentable que habiendo recibido la misma oferta de amistad que su hermano, se esté perdiendo de todo el beneficio que podría recibir de ella.

¿Ha reconocido usted los personajes de esta historia? Se la explicaré rápidamente.

Los hermanos que se ahogaban somos usted y yo. El joven del bote es el Señor. El bote es la iglesia. La madre, María.

Todo el que alguna vez se ha alejado de Dios conoce este proceso.

En un primer momento, mientras estamos atrapados por algún error cometido, Dios se nos acerca amorosamente y nos salva, nos rescata. “Los amaré sin que se lo merezcan” dice Dios en el A.T.

Habiéndonos rehabilitado, el Señor nos llama amigos, y nos ofrece su ayuda permanente. Está en el evangelio de hoy:

“Vengan a mí los que se sienten rendidos y agobiados, que yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy sencillo y humilde, y encontrarán alivio, porque mi yugo es llevadero, y mi carga liviana”. (Mateo 11,28-30)

¿Se siente usted rendido y agobiado? ¿Se atreve a aceptar la oferta del Señor de acudir a él en busca de ayuda?

El Señor nos invita esta semana a crecer en sencillez para poder aceptar y aprovechar más plenamente su oferta de amistad.

La pregunta de hoy ¿Acaso solo los rendidos y los agobiados están llamados a acercarse al Señor?

Tengo un amigo cuyo padre es médico. Naturalmente, cada vez que él se siente algún malestar, acude a su padre en busca de ayuda. Sin embargo, él va todos los domingos a casa de su papá aunque se siente perfectamente bien.

Los que sienten necesidad de Dios se acercan a él como “médico”. Los que lo aman, lo visitan también como papá.

Pero lo cierto es que de una u otra forma nuestra vida no tendría sentido sin esta íntima relación de amistad con el Señor.

La clave no son nuestros méritos, es la sencillez de saber que somos amados sin merecerlo.

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