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DOS MINUTOS

Una magnífi ca inversión

Antes que cosas grandes, es mejor hacer las pequeñas. Llama la atención el ejemplo de la sencillez del propio Señor.

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Luis García DubusSanto Domingo

“Yo lo estoy necesitando”, me dijo una voz cansada por teléfono. “¡Hola, Eusebio!”, le dije tratando de animarlo. “¿Qué te pasa?”. “Ayer me fui en blanco”, me contestó con el mismo tono triste.

Temí saber lo que significaba aquella frase. De todos modos pregunté, aunque temiendo no haberme equivocado: “¿Qué quieres decir con que ayer te fuiste en blanco?”.

“Tráigame algo, que no tengo para comprar comida”, dijo.

Cuando aquella conversación tuvo lugar, estaba recluido con una fuerte gripe, así que le respondí: “No puedo ir, porque estoy enfermo y no puedo levantarme. Pero despreocúpate, que yo te mando algo”.

A los cinco días pensé: “¿Se le habrá terminado ya lo que le envié? ¿Tendrá ese pobre viejo de 80 años alguien más a quien recurrir?”.

Eso no lo sé. Lo que sí sé es que cuando le mandé algún dinero a Eusebio, hice una magnífica inversión.

La noticia de que aquello fue una magnífica inversión la encontré en el evangelio de la misa de este domingo. Está precisamente en el último párrafo. Escuche usted lo que dice el Señor: “Cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes porque es mi discípulo, no se quedará sin su paga, se lo aseguro” (Mateo 10,42).

A mí me enseñaron que Dios está siempre mirándonos. Ahora veo para qué me está mirando Dios: es para premiarme con alguna paga cuando yo ayude a alguien.

Según el Señor, es como si lo hubiéramos ayudado a Él mismo. Lo dice en otra ocasión: “Porque tuve hambre y me dieron de comer”. ¿Se acuerda usted? Aparece en Mateo 25,33 en adelante.

Le propongo que declaremos esta semana “la semana de la inversión”.

Personas que usted conoce -y que tal vez están muy cerca- pasan días en que “se van en blanco” de una sonrisa, de una muestra de cariño, de que las escuchen un momento...

Esta es la semana de la inversión. Cualquier cosa que hagamos por otro será igual que si lo estuviéramos haciendo por el Señor en persona. Y eso, “no se quedará sin su paga, se lo aseguro”.

La pregunta de hoy ¿Es necesario hacer cosas extraordinarias para seguir a Jesucristo?

Antes que cosas grandes, es mejor hacer las pequeñas. Llama la atención el ejemplo de la sencillez del propio Señor. ¿Qué puede haber más pequeño que un vaso de agua? Sin embargo, ese es el símil que Él escoge. En otra ocasión dice: “Aprendan de mí, que soy sencillo y humilde” (Mateo 11,30).

“No les pido que se dejen matar como lo hice yo, sino que sean generosos en las cosas pequeñas y sencillas. Hasta un vaso de agua que den por amor será recompensado”.

Para finalizar, permítame compartir con usted algo que dijo el cardenal López Rodríguez en el programa “Fe y acontecer”. Me llamó la atención esta idea: “No podrá realizarse ningún cambio de estructura social sin que antes se realice un cambio en el corazón de quienes van a manejar esas estructuras”.

Y pensé: “Caramba, es por eso que el Señor Jesús insiste en el cambio interior, en la conversión del ser humano, porque un corazón cambiado, cambiará las estructuras para beneficiar a las personas. De lo contrario...”.

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