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DOS MINUTOS

Lo esencial

La ceguera espiritual impide ver más allá de las apariencias y aleja al ser humano del amor que Dios tiene reservado para él.

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Luis García DubusSanto Domingo

Me estoy quedando ciego. El especialista en el último examen que me hizo, finalmente no me dio de alta, sino que más bien me dio “de baja”; porque me dijo que para la degeneración de la retina no se ha inventado aún nada para curarla, y que es mi culpa por mi color, o por durar tanto..., así que no hay nada que hacer.

El evangelio de este domingo, sin embargo, me ha puesto a pensar que hay otras cegueras de las cuales no desearía sufrir.

Está, por ejemplo, la ceguera que produce una mirada superficial de la realidad. Es como si usted fuera a bañarse en el mar, y se dedicara exclusivamente a flotar en el agua. Debajo suyo hay bellezas extraordinarias que solo descubren aquellos a quienes le interesa profundizar y ahondar en la esencia de las aguas y de las personas, incluido su propio interior. Son personas que llegan a ver lo interior, como le pasó a Samuel cuando fue a ungir a uno de los ocho hijos de Jesé. Jesé le presentó siete, uno por uno, y Dios dijo “no es ese”, “Dios no ve las apariencias. Sino el interior de cada persona”.

Por fin mandaron a buscar a David, el hijo más pequeño de Jesé, y Dios le ordenó: “Unge a ese, ese es mi elegido”.

Y David fue el gran rey de su pueblo, porque era el ungido de Dios, no por su apariencia externa, sino por su vida interior, a la cual Samuel era ciego, sin la ayuda de Dios.

Está también la ceguera de los que no quieren ver, porque creen equivocadamente que no les conviene conocer a ese tierno amigo que llamamos Dios. ¡Le tienen miedo a un Papá amoroso de quien solo recibirían amor!

Hay otros ciegos que al ver solo las apariencias caen fácilmente en el fanatismo. No aceptan más que su verdad y de ahí no hay quien los saque, sin darse cuenta de que lo que creen es solo lo que más le conviene.

Sí, vivimos en un mundo de ciegos manipulados por la publicidad, deslumbrados y abobados por lo externo, lo cual no es digno de su propio valor como seres humanos.

Con razón dijo Pascal en El Principito: “Lo esencial solo se ve con el corazón”.

E igualmente se lamentaba Nikos Kazantatis: “Lástima del hombre de ojos de barro, que solo ve lo visible”.

(Tomado del excelente libro “A las puertas del evangelio”, de Miguel Marte, eudista. ¡Cuánta sabiduría en un joven dominicano! Pido a Dios que lo siga bendiciendo cada día)

La pregunta de hoy ¿Qué hará el Señor con todos nosotros, los ciegos? Contesta Catalina de Siena, doctora de la Iglesia: “Mi amor paciente y abundante brilla a través de ellos, a causa de mi misericordia... les doy tiempo a que lleguen a conocerme... Es más, los espero con los brazos abiertos y bendigo sus días igual que bendigo a toda la creación”.

“A veces parece que soy más generoso con los que viven haciendo un ‘show’, pues privo a las personas buenas de las cosas de este mundo, para que puedan gozar de las cosas del cielo”.

Usted no se conforme con las conchas, ¡busque las perlas!

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