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SENDEROS

¡Clamor de misericordia divina!

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Es bien sabido que los desastres que provoca la naturaleza son impredecibles, y que se originan muchas veces por el irrespeto a su intimidad, por aquello de los efectos de depredarla, y por las demás acciones en su contra. Esta condición en el hombre está llevando a un letal sufrimiento al planeta y a millones de seres; tanto al hombre como a la fauna y sus productos de vida. Sin embargo, y no menos cierto es, que la misericordia de Dios está a la mano, y se acciona cuando con oración y servicios sinceros nos plegamos a su voluntad de amar y servir sin la indolencia de sentimientos egoístas.

Es oportuno también señalar, que los acontecimientos que ocurren eventualmente en los continentes se tornan cada vez más inclementes, y esto para hacer un llamado urgente a la conciencia. Este llamado se ha hecho reiterativo a través de mensajes y prédicas, sermones para que el hombre modifique y transforme el esquema de vida, los sentimientos y las conductas en que se desenvuelve ordinariamente cada día.

Estas acciones se suspenden con sentimientos profundos de egoísmo, codicia, odio, concupiscencia y alevosos crímenes. Todos estos sentimientos también motorizan e incitan el poder destructivo en los elementos: agua, fuego, aire y tierra (ondinas-salamandras-sílfides- y gnomos), con inundaciones, tsunamis, ciclones, fuegos y terremotos. Para nuestro conocimiento es interesante observar que a estos se les integra una estructura con directores espirituales, que tienen a cargo sus programaciones y manifestaciones en los procesos evolutivos.

Muchos individuos creen que la naturaleza se inhibe de una palpitante vida. Por tanto, a estos se les debe recordar que toda ella es energía, la cual se expresa sutil, sólida o cristalizada por el grado donde tiene su expresión o manifestación.

Es por tanto importante conocer que toda la naturaleza es emanación como creación diferenciada de Dios. ¡Nunca separada!

Es lógico suponer entonces, que cuando la herimos en su intimidad, también herimos la misma naturaleza divina en Dios. Es en este escenario que Dios permite a través del otorgamiento del libre albedrío que el hombre entienda con pedagogías: “Que lo que no aprende por amor, con dolor lo debe aprender”. Y en esto también se aprecia que el hierro se forja con el fuego para dar terminación a una obra artística.

Por cuanto, es imprescindible que clamemos por la Misericordia de Dios; pero debemos hacernos compromisarios a reestructurar el modelo de existencia, sostenido en amor y el servicio al prójimo con obras. Y la idiosincrasia de fortalecer los lazos de hermandad sin prejuicios de dogmas, credos, raza, o la consanguinidad de etnias. Cabe entonces recordar aquel profundo manifiesto espiritual que expresa: Sólo hay una raza... la humanidad. Una religión, la religión del amor. Un solo lenguaje, el del corazón; un solo y único dios, y es omnipresente.

Es importante amarnos y perdonarnos basados en esta mística: “Amando a todos y sirviendo a todos”. Este es un lema universal con el que nos hacemos acreedores de la misericordia de Dios, y por ende estar protegido por su divino y tierno amor de padre.

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