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La aclamada Vieja Belén y una carta para el Señor

Si los Reyes no te dejaron, todavía ha quedado un tiempo para el trabajo de La Vieja Belén, ese personaje casi desaparecido, que alivia las tristezas de los que no recibieron nada durante la visita de los Magos de Oriente. Es posible que algunos detalles de tu carta a Melchor, Gaspar y Baltasar sean tomados en cuenta por este personaje que sin duda para quien lee estas líneas su sola mención le robará alguna que otra sonrisa, por los recuerdos que la promesa de su venida entrañaba para nosotros. En cada uno de nosotros permanece ese niño(a) interior, posiblemente de él hablaba Jesús cuando dijo que debíamos volvernos como niño(a)s para entrar en el Reino de los cielos, “niños, no en niñerías, sino en vivir la experiencia de la emoción inviolada de nuestros primeros años”, como dice Miguel Limardo, en Luces Encendidas. Al niño interior le animamos a escribir su carta, esta vez, dirigiéndola a Dios. Como niño(a)s es fácil acceder a ese lugar mental y emocional que nos restaura la confianza para hacer contacto no ya con la magia de los sabios, sino con la presencia sagrada que hemos reconocido como renacida en nosotros. En su definición más simple una carta es otro medio de comunicación escrito, en otra acepción es una epístola, un género utilizado por los apóstoles con el deseo de llegar a las comunidades cristianas, se trataba de alcanzar a los amigos. En su libro Healing Letters, M. Fillmore, co-fundadora del Movimiento Unity, nos dice: “A veces, le he escrito una carta a Dios cuando he deseado estar segura de que algo habría de tener consideración divina, amor y atención…” Nuestras metas para el 2008 son objeto de la atención de Dios. Esta es la razón por la que les animo a escribirle y compartir sus propósitos, seguros de que sin demoras y en el tiempo del omnipotente llega la respuesta. Querido Dios: te escribo mi socio en esta aventura que llamo mis metas del 2008. Sin importar lo que pueda estar viviendo, la experiencia más importante de mi vida corresponde a este instante, a este aquí y ahora. Al igual que las aves de los cielos y las flores de los campos he decidido reconocer que ya me has dado todo lo que necesito para el tiempo que me toque estar en este plano fenoménico, por eso no voy a enumerar los detalles del mundo que ya sabes son necesarios para sostenerme mientras viajo por aquí. Que alegre me siento de saberte mi compañero en este trayecto del camino que debo andar. He paseado por muchos lugares y viendo las trinitarias de diferentes colores, tengo la idea de que ellas visten este país con su gracia y hermosura. Sin ser claveles, anturios o rosas, se alegran de vivir como lo que son, sencillamente trinitarias. Ellas nos regalan su belleza buscando hacer similitud con el regalo perfecto de la solidaridad, el amor y respeto que sentimos los unos por los otros, sin importar credos, partidos o posición social. Haciendo un espacio mental en el lugar donde esperaba los regalos olvidados por los Santos Reyes he reconocido las áreas de mi vida que necesitan tu intervención y estoy resuelto(a) a tomar la acción bajo tu guía, dispuesto(a) a trabajar junto a ti. Acepto la responsabilidad de ser cocreador(a) contigo, al integrar en mi diario vivir pensamientos, sentimientos y acciones que transformen mi vida y la de aquellos que me acompañan en este camino. Gracias Dios por la fe que libera, al recordarme que guiado(a) por ti puedo hacer realidad la expresión de mi potencial interno y en renovada actitud de victoria trabajar en las metas que me he propuesto, no quedándome en el querer sin intentar el hacer. Bendiciones multiplicadas.

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