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Fuera del escenario

“La obra —la vida— es mejor apreciada por el jurado después de que baja el telón”.

-Monina Solá-

Un episodio impactante de la vida de mi madre, la primerísima actriz, doña Monina Solá fuera del escenario, ocurrió cuando en la Navidad de 1976 acompañó a su esposo —mi padre— el fenecido vicealmirante retirado y presidente del Partido Demócrata Popular (PDP), Luis Homero Lajara Burgos, a la ciudad de Nueva York para participar en varias actividades, donde tuvieron tiempo para salir de compras.

Una de las tiendas visitadas el 1 de diciembre de 1976 fue Almacenes Alexander Bronx Store. Entre lo comprado había media docena de medias de algodón que yo les había solicitado, pues en ese tiempo no teníamos la gran variedad de artículos que hoy se exhiben en las tiendas y las estructuras de ventas diversas denominadas mall.

Por eso le hacíamos pedidos a los familiares que viajaban al exterior en general y a los EE.UU. en particular, ante los que los jóvenes de hoy se sorprenderían, por ejemplo, accesorios simples y prendas de vestir.

Finalizada esa compra y tras haber pagado por los productos adquiridos, se activó una alarma al salir ellos del establecimiento.

Los momentos de tensión vividos en ese lugar y en tales circunstancias son inenarrables. Ambos fueron rodeados por un equipo de seguridad de la tienda, el que los condujo hasta un pequeño salón cerrado donde los obligaron a sentarse en dos sillas, tratándolos como si hubieran sido delincuentes.

En aquella época eran habituales los episodios de discriminación hacia los dominicanos y el caso bajo análisis no fue la excepción.

Una actriz puede interpretar el papel de mujer policía o también de delincuente. En tales circunstancias el libreto incluye que se monte un escenario con las características apropiadas, tal vez tomado de la vida real. Hay un director detrás dando las indicaciones y a veces la escena es acompañada por música.

En esa ocasión la única música posible era la Marcha Fúnebre… o tal vez otra pieza acorde a un panorama tétrico.

Mis padres creyeron que los empleados de seguridad verificarían si había quedado —por error— una alarma en alguno de los objetos comprados, pero ese no fue el caso, ya que los guardianes de la tienda no parecían tener intenciones racionales y respetuosas.

El nerviosismo iba creciendo en mi madre al no explicarse el motivo de esas actitudes irreflexivas e injustas con una pareja de esposos que habían comprado artículos por los que habían pagado.

El diario norteamericano The New York Times reseñó la noticia sobre la sentencia.

El diario norteamericano The New York Times reseñó la noticia sobre la sentencia.EXTERNA/

En esas circunstancias, Monina Solá pensó que le resultaba más fácil estudiar de memoria un libreto complejo que enfrentar una situación injusta como esa… y con final incierto. Finalmente, los empleados de la tienda accedieron a enumerar artículo por artículo como indicaba el sentido común.

Los empleados de seguridad actuaron con la meticulosidad de un médico cirujano: sacaron uno a uno los artículos de las bolsas y comprobaron, tras verificar contra el comprobante provisto por los clientes, que todo había sido pagado, incluyendo la media docena de medias a las que la cajera, por error, no les había quitado el dispositivo de seguridad que había originado el incidente.

Aclarado el hecho, una persona normal pide disculpas por los inconvenientes, acompaña a los clientes… ¡los clientes! hasta la puerta y se despide de ellos con un saludo protocolar. ¡Fin de la historia!

Pero este no fue el caso. Tanto el encargado de seguridad como su equipo solo atinaron a decirles: ¡Se pueden ir! Lo que podría haber finalizado como un mal momento se convirtió súbitamente en algo distinto: una demanda judicial contra los almacenes Alexander.

El juicio concluyó el 18 de enero de 1985 y los Almacenes Alexander fueron condenados por un jurado del Tribunal Supremo del Estado de Manhattan. Los cargos fueron asalto, agresión ilegal y negligencia de parte del personal de seguridad de la tienda contra la primerísima actriz Monina Solá y su esposo.

El diario norteamericano The New York Times, de ese día, reseñó: “Almacenes Alexander fue sentenciado al pago de un millón de dólares: US$900.000 por cargos punitivos y US$100.000 en concepto de indemnización. (The Associated Press, 1985)”.

A pesar de los consejos insistentes de doña Monina, en ese momento una actriz fuera del escenario, su esposo, después de pagar varias deudas de la política, adquirir un automóvil nuevo y el mobiliario de la residencia familiar, utilizó los fondos restantes de esa demanda en actividades proselitistas.

Al haberse cumplido este pasado 29 de abril el primer aniversario de la partida física de mi madre, aprovecho para recordar uno de sus consejos: “Siempre sé agradecido y extremadamente bondadoso, al que te odia, que mayormente ve en ti lo que no puede ser, déjalo que lo haga solo y verás que vivirás muchos años en paz y tus hijos no tendrán traumas”.

¡Muchas felicitaciones a las madres que están en el cielo y en la tierra en su día!

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