El dedo en el gatillo

Razón de ser

Siempre creí que acudir a la justicia en busca de una sentencia condenatoria contra alguien que, en otro tiempo, cocía algo dentro de su vientre, como el arroz a medio hacer, no es recomendable

El hombre cree tener razón cuando se enfrenta a la mujer. Y es capaz de llevarla a un tribunal en busca de algo imposible: el cuidado a tiempo completo de lo que cobijó durante nueve meses dentro de su ser.

Es un tema demasiado íntimo y complicado para una pareja en conflicto, con hijos de por medio. Y es mejor dejar que sea el propio matrimonio quien saque la paja del granero. Quien intenta tomar partido, por uno u otro bando, al final pierde la amistad de la pareja en conflicto.

Volviendo al tribunal, cuando la justicia falla a favor de la mujer, el hombre increpa, acude a palabras profanas o al olvido temporal en contra su propio hijo, su progenitora y de todo el que intente cruzar por vía contraria.

El machismo es complicado, pero más complicada es la mujer cuando protege lo que es suyo. El hombre o no sabe o no puede o no debe cuidar infantes. Eso lo sabe el tribunal y por ello, casi siempre, la guarda y custodia de un menor, va en favor de la madre

Parece algo simple, pero es más complejo que cultivar habichuelas en un terreno donde germinen las cebollas.

Una vez me atacó una gallina recién parida cuando le intenté arrebatar su prole. Se engrifó y me saltó encima.

Años antes, presencié cómo otra gata recién parida le fue encima al padre de cría, cuando pretendía repetir el sexo gatuno, estando aún convaleciente. Fue una lucha mortal, con aullidos prolongados y garras cortando el aire. Al final, la fuerza del macho pudo más que la estoicidad de su improvisada pareja. Antes de ceder, esta lo dejo magullado, enrojecido, con zarpasos en la cara y marcas de mordidas.

El reino animal es un reflejo de nosotros mismos. Con la diferencia de que el ser humano tiene que demostrar o no el cariño que le tiene a su contraparte, y que este cariño sea recíproco. Los animales, en cambio, toman a la hembra por la fuerza. La aplastan, la estropean y la dejan tendidas como esas películas donde la mujer es violada por un cretino seductor después de golpearla como si estuviera dentro de un cuadrilátero de boxeo.

El cine de hoy ha divulgado el sadismo. Lo que antes sugería abuso de género, ahora se demuestra, con música, maquillajes, dobles, cámaras, lujos y todo lo demas. Son las normas que rigen el mundo del “entretenimiento” donde se confunde la gracia con la propina. Lo fácil manda. Cada uno quiere lo suyo aunque no sepa ni abrir la boca. Como diría Vargas Llosa: “El incontrolable deseo de sobresalir a como de lugar”.

Hoy no escribo sobre las barbas de Tolstoi. Esta crónica es un pretexto para recordar una historia de amor que todavía me revuelve. Es falsa, de ficción, dirán, pero me parece tan real que someto a prueba mi incapacidad de inconprenderla. Esa historia la vi en Cuba en los años ochenta. “Somewhere in time” es un filme protagonizado por Jane Seymour y Christopher Reed. Cuenta la historia de un joven galán aficionado a la música y al arte que fue distinguido por una anciana envejecida, perfecta en su vestir, singular en su belleza, y elegancia al andar. El joven buscó fotos, biografía, repertorio y definitivamente se enamoró de ella. Por vía de la autohipnosis se trasladó en el tiempo hasta llegar a la juventud de su amada, cuando ella evitaba contacto con extraños. Después de muchos destellos apagados y frustraciones pasajeras, la conquistó. Fueron felices, lo que se dice, hasta el día en que revoloteó una vieja moneda que, sin darse cuenta, llevaba oculta, y se rompió el hechizo. Aquel joven no amó más porque era hombre de una sola mujer, a la que dejó embarazada con una hija que nunca conoció.

“Somewhere in time” rememora el pasado que no volverá. Eran tiempos donde una flor valía más que una pulsera, una tablet o un móvil. Eran tiempos de Carusso, Paganini, madame Curie, Pavarotti, óperas, boleros, libros, películas distintas e historias de amor eterno. Hoy son como los pasajeros del Titanic, olvidados en las heladas aguas donde reposan sus restos, si es que pueden hacerlo.

Cuando de hijos se trata, el hombre no entiende que la madre posee doble vía, aunque viva alejado del lecho y deberes. En el reino animal todo es más sencillo: La gata y la gallina están más preparadas para defender sus crías cuando intenten poseerla a como dé lugar, a veces por la fuerza. Pero como en “la dulce vida”, las cosas hay que pensarlas mejor antes de hacerlas no vaya a ser que una galllina recién parida nos caiga a picotazos.

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