SIN PAÑOS TIBIOS

Por si quedaban dudas…

En el “realismo mágico”, la truculencia de la cotidianidad supera la imaginación. García Márquez describió magistralmente la realidad caribeña; esa de la que no escapamos -para bien o para mal- quienes aquí vivimos, en esta región en donde lo imposible toca el cielo y desciende a la tierra.

De una novela del Gabo parece sacada la escena, la del presidente que se viste de demócrata mientras actúa como un tirano; la del todopoderoso gobernante que le huye como el diablo a la cruz a unas elecciones, y que cada cierto tiempo se inventa un nuevo pretexto, así sea el más rocambolesco; la del macho alfa con bigote que evita a toda costa enfrentarse a una mujer de 80 años, porque le tiene miedo, como si acaso fuera La Mamá Grande.

Admitamos que la historia promete, pero reconvengamos en que es muy mala, porque no es una fábula, sino la cruda realidad que vive ahora mismo el pueblo venezolano, de la mano de esa pesadilla cotidiana que se llama Nicolás Maduro, y, detrás de él, todo lo que encarna el chavismo. Admitamos también que en sus inicios, la aspiración de Chávez de una sociedad más justa, una que por décadas había sido marginada y excluida del reparto del maná prodigioso que era el petróleo, era válido y necesario; pero admitamos también que su movimiento ha derivado en una grotesca dictadura; una que cuando no encarcela a los opositores los inhabilita; y cuando no puede hacerlo, sencillamente anula la posibilidad material de su participación electoral sobre la base de un tecnicismo que da risa, sino fuera por la tragedia subyacente.

Hablamos del quiebre económico, social, político y moral de la sociedad venezolana; del asalto al patrimonio de un Estado rico hasta el infinito; del exilio involuntario de casi ocho millones de venezolanos que han tenido que salir del país, a veces con lo puesto, para no morir de hambre, para buscar un mejor futuro a sus hijos.

Contra todo pronóstico la oposición pudo unirse y celebrar primarias el 22 de octubre pasado, resultando ganadora Corina Machado, a quien luego la dictadura inhabilitó políticamente por 15 años bajo un alegato fantasioso; y ahora, con más de un 70% del electorado en contra, Maduro evitó la maniobra sagaz de la oposición, al imposibilitar también la inscripción de la sustituta escogida por Machado -Corina Yoris- depositaria natural de sus votos. Para las elecciones presidenciales del 28 de julio, la dictadura escogió a los candidatos opositores que quiso, y ahora, el circo comienza. Mientras tanto, la comunidad internacional observa muda, impasible, embobada.

Los dominicanos tenemos una deuda impagable con Venezuela: dieron asilo a Duarte, su apoyo fue fundamental para la caída de Trujillo, y fueron solidarios en los duros años 70 y 80. Como sociedad, gobierno y Estado no podemos ser indiferentes. El deber nos llama, el agradecimiento nos convoca, la democracia lo requiere; toca denunciar y cerrar filas en contra de la dictadura chavista.

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