Umbral

El millón de viviendas de Abinader: posverdad y posmentira

Cuando la irresponsabilidad y el populismo -populismo en la moderna acepción que lo vincula a la demagogia, como el caso de Donald Trump y sus pares negadores de la ciencia y hacedores de “verdades” sin soporte en los hechos, no a la nacida en la Rusia del siglo XIX que se vinculó al pueblo en oposición a las élites- y la ¿ignorancia? se desbocan, desembocan en la mitomanía, con la gravedad, para el que tiene responsabilidades de Estado, de que al momento de comunicar al público cualquier información oficial, el receptor no podrá distinguir entre verdad, manipulación o el delirio que se hizo hábito y crea una cadena de dislates y desatinos, tan descabellada y vesánica como aquello de sugerir inyectar desinfectantes y haces de luz a las personas infectadas por el coronavirus que causa la Covid-19. La cuestión es, que en medio de la burbuja y el delirante amasijo de verdades peculiares y hasta mentiras y mentiras de nuevo cuño que, por exageradas y estrambóticas sus antifaces son tan transparentes, que ni pareciera que existen; entonces los destinatarios del mensaje, habituados ya a la hipérbole, al truco, a la trama y, hasta, ¿por qué no?, a la ignorancia supina que se desprende de la haraganería intelectual, no creen en nada de lo que se diga, ni en los destellos de pequeñas verdades que se puedan escapar en medio de inmanejables descuidos; porque aquí, y esto lo sabemos todos los que tuvimos la oportunidad de leer en el libro Coquito la fábula de “El lobo y el leñador”, llega un momento en que nadie cree ni tiene porque creer algunas verdades verdaderas que, como agujas, se pierden en un montículo de pajas y desperdicios.

Pero ¿por qué Trump, el populismo ruso del siglo XIX, el desideologizado del siglo XXI de la posverdad y la posmentira con careta transparente? Pues, porque este nuevo juego de poder basado en la deshonestidad, se ha convertido en una infección global gangrenosa que ya corre por el cuerpo de la República Dominicana de la mano de un nuevo “liderazgo” que, por no instruirse y engancharse por deporte a la política, ha debido recurrir, ante la falta de un discurso con masa y huesos anclado en la formación, al marketing y al barniz, para venderle a los gobernados que su gelatinoso proyecto tiene músculos y esqueleto, sin darse cuenta que un clic, en esta sociedad de la comunicación y la información, tiene el poder de desnudar, de desbrozar, de desenterrar, de desmentir y desmontar; que hay poco espacio para jugar con la ignorancia.

Como botón de muestra -de entre miles- de que el populismo de haz moderno nos ha infectado, refiero la promesa de campaña del presidente Abinader, de construir un millón de viviendas en su cuatrienio, aclarando que “esa es una promesa realizable”. No leyeron mal, escribí 1,000,000; algo materialmente imposible, caricaturesco, “trumpiano” que, como era de esperarse, hubo de estrellarse con la realidad. Pues ocurre que, al acercarse al final de su periodo, y sin sonrojo alguno, anunció al país, esperando como siempre la reacción de las focas alimentadas con el presupuesto público, que su gobierno había construido en el año 2023, 3,225 y que para el 2024 serían 5,500 de acuerdo con una información publicada por el periódico “El dinero” en su entrega del 27 de febrero de 2023 bajo la firma de Alexis Álvarez.

Promesas como estas y espectáculos de circo caracterizan a este gobierno que inaugura obras construidas a un 30% y manipula cifras como si los dominicanos nos comunicáramos con señales de humo.