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PUNTO DE MIRA

Fracasó el cierre fronterizo

Aunque aún no se anuncia oficialmente, el gobierno se apresta a levantar el cierre fronterizo, una medida del presidente Luis Abinader dispuso para levantar su imagen de candidato a la reelección y ha resultado un fracaso en el ámbito internacional.

Los embajadores latinoamericanos que unieron el tono con los empresarios nacionales han explotado los oídos del gobierno con sus quejas porque la medida ha sido inadecuada, desproporcionada y atemporal. Muchos políticos y hombres de bien han callado por temor a la jauría oficialista o porque sabían que Abinader no tardaría en recular, como es su estilo.

Todo aquel con dos dedos de frente sabía que la medida y el pretexto carecían de sustento.

Sin embargo, la principal metida de pata del gobierno es presentarse como protagonista, que no lo es, de la invasión contra Haití. Eso será una guerra con impacto en la República Dominicana. Que nadie piense que en un año van a liquidar la guerrilla en que se convertirán las pandillas y se incrementará la presencia de haitianos que esta vez tendrán estatus de refugiados.

El gobierno sabe cada paso de la trama internacional que se cierne sobre el país. Haití no es el blanco real sino la excusa para dar otro paso en avance a borrar la frontera entre los dos países.

Así como el canal que construye Haití sobre el río Dajabón no es un problema real, tampoco lo es la invasión. El canciller dominicano ahora afirma que ese canal carece de futuro y la operación para aplastar los delincuentes tampoco lo tiene. El problema haitiano tiene raíces socio-políticas que la guerra de negros contra negros no va a solventar. Las manos blancas usan el dinero para que una acción mercenaria tenga ejecución racial.

El gobierno dominicano no debía ser socio de una medida que no es solución sino un paliativo sangriento.

El presidente Abinader de sopetón ordenó el cierre fronterizo y halló en el abandonado canal La Vigía el bajadero para sacar con disimulo los pies del barro. Si el mandatario quiere aumentar su popularidad debe ponerse a trabajar en serio. Obras son amores. Las promesas se las lleva el viento.

Que Abinader restaure la calidad de los servicios públicos, que baje el costo de la vida e incremente el crecimiento económico a los niveles de los últimos 25 años, no es el cambio prometido, pero algo es algo.