En salud, arte y sociedad

Jeannette Miller merece mucho más que una feria del libro

“Esa noche María soñó que las aguas se lo habían llevado todo y la loma quedó limpia como cuando Dios hizo el mundo”.

MILLER, Jeannette. “La vida es otra cosa”.

Conocí a Jeannette Miller, la intelectual, no en persona sino por sus escritos: las críticas de arte que durante décadas publicó en el suplemento sabatino del periódico “El Caribe”, dirigido por doña María Ugarte, el que heredaría: “Espacios”, gestionándolo desde el año 2000.

Como yo era un ingenuo entonces no advertí la rivalidad de marcas entre “Isla Abierta”, dirigida por Manuel Rueda y del que fui asistente por un período breve, publicando trabajos allí, y aquel otro que con tanto esmero intelectual doña María Ugarte realizaba.

Lo de doña María Ugarte —podría decirse— era “la crema y nata” de las vacas sagradas de la intelectualidad dominicana de entonces, los consagrados. “Isla Abierta”, en cambio, el vanguardismo de aquel renovador (Rueda) seguido por una pléyade de jóvenes en busca de posicionarse.

Y se posicionaron desde allí.

Jeannette Miller tiene, a diferencia de la mayoría de mujeres y barones escritores dominicanos y quizás con la única excepción del fallecido Marcio Veloz Maggiolo, un frenesí escritural que data desde los sesenta y bajo cuyo influjo y pasión ha producido lo que puede considerarse una de las “Magnum opus” dominicanas.

Ciertamente, Jeannette no es dada a teorizar sino a producir. Sus escritos, incluso los repletos de pensamientos propios, no tienen la intención de constituir teorías o generarse desde paradigmas en bogas sobre las disciplinas tangenciales a su persistente hacer. Su discurso narrativo es gráfico, casi notarial y arqueológico.

Ella es lo que siempre quiso: escritora. Lo empezó a buscar al matricularse y licenciarse en Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD, 1967). Llegó a serlo en múltiples vertientes: narrativa, poesía, ensayos artísticos e históricos y artículos periodísticos sobre arte dominicano.

Su vida ha sido ejemplar y digna: profesora a tiempo completo. Laboriosa como quien más. La precede el vínculo comprometido con nuestra historia reciente y la lucha por la democracia y la libertad. Miembro de la denominada Generación del 60; en el Movimiento Arte y Liberación —alternativa de una intelectualidad social y políticamente comprometida— acompañó a los artistas y escritores titanes de la rebeldía y de la emotividad filosófica y social: Miguel Alfonseca, Silvano Lora, José Ramírez Conde, René del Risco, Jeacques Viau… Luego se integraría al Grupo Proyecta, junto a los avanzados artistas plásticos de la generación de los ´50s: Domingo Liz, Fernando Peña Defilló, Ramón Oviedo, Ada Balcácer, Thimo Pimentel, Félix Gauntier.

La pasión por escribir está arraigada en Jeannette; la acompaña como la cosa, actividad o ser más cercano. ¡Más de medio centenar de títulos publicados hablan de su hacer constante y persistente! De su entrega y ardorosa pasión.

Su narrativa —cuentos y novelas— presentan a seres que ante la adversidad de un mundo y unas condiciones inclementes o venturosas sortean los abismos o pretenden sus plenitudes adentrándose a ellos impulsados por las fuerzas telúricas del odio, el amor, la fe, los credos, la esperanza y la compasión.

Cincuenta títulos en una ínsula sanchesca: ¡un Nobel para Jeannette!