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FIGURAS DE ESTE MUNDO

Mujer, ¿por qué lloras?

La primera persona que vio al Señor Jesús después de la resurrección fue María Magdalena. Momentos antes, estaba llorando, sola, junto al sepulcro. Su situación era angus­tiante: sufría las penas de un alma abandona­da, que había vivido las consoladoras pruebas del amor de Cristo y las esperanzas del cielo; pero ahora las había perdido y andaba en ti­nieblas. De pronto ocurrió algo sobrenatural: “dos ángeles con vestiduras blancas” le pregun­taron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella contestó: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dón­de le han puesto”.

Entonces se volvió y vio a Jesús, pero sin re­conocerle. El resucitado le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Definitivamente, los seres celestiales encuentran injustificado este llan­to. Primero los ángeles y luego el mismo Cristo inquieren sobre la razón de sus lágrimas. Ella, creyendo que era el jardinero, le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”. Entonces el Señor le dijo: “¡Ma­ría!”. La llamó con su propio nombre, como so­lo Él podía pronunciarlo. Ella se volvió y le dijo: “¡Maestro!”. Hasta entonces no había recono­cido su rostro, ni su voz. Pero esta palabra del Maestro le llegó hasta el corazón. Anhelaba en­contrar a Jesús, y Él se le había manifestado. Quien encuentra a Cristo deja sus congojas y pasa al gozo del Señor (Juan 20:11-18).

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