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PASADO Y PRESENTE

Peña Batlle y la cuestión fronteriza

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Como historiador y ensayista, Peña Batlle centró su línea de pensamiento en torno a tres temas fundamentales para conocer y comprender el origen y evolución de la nación dominicana: la cuestión nacional, las relaciones dominico-haitianas y la cuestión fronteriza. Durante la ocupación militar norteamericana de 1916-1924, Peña Batlle formó parte de la legión de jóvenes nacionalistas que propugnaron por la desocupación ´pura y simpleª del territorio nacional. Del terreno de la praxis política, se adentró en la esfera de lo intelectual y, desde que se inició en el estudio de la historia dominicana, fue consistente con su convicción respecto de que solo el conocimiento objetivo de nuestro pasado proporcionaría las claves necesarias para superar los obstáculos que impedían el pleno desarrollo de las potencialidades materiales y espirituales del colectivo. “Cuando nos conozcamos bien -escribió- nos estimaremos mejor a nosotros mismos, con la conciencia de una envidiable misión histórica forjada al conjunto de ilimitada y renovada adversidad, siempre vencida por las raíces de nuestro espíritu”.

La generación del 1900. La historiografía dominicana de la primera mitad del siglo XX se caracterizó por ser esencialmente documentalista, narrativista, tradicionalista, catolicista, hispanista y anti haitiana. Nuestros primeros pensadores, formados intelectualmente por maestros egresados de la escuela hostosiana, no solo se propusieron comprender y explicar el pasado dominicano, sino que también intentaron definir los rasgos culturales e históricos que hacían del colectivo nacional una entidad social diferente del “otro”, esto es, del vecino haitiano. Cierto es que esa generación de pensadores soslayó el hecho de que los dominicanos éramos una comunidad afro-hispánica; pero también es verdad que, en su afán por desentrañar lo que Guido Despradel Batista llamó “las raíces de nuestro espíritu”, esos escritores fueron plenamente conscientes de que la supervivencia de los dos pueblos que comparten la isla solo era posible en la medida que cada colectivo preservase intacto su espacio vital. Para principios de siglo XX, el diferendo fronterizo era una cuestión anacrónica, un viejo problema que databa desde mediados del siglo XVII cuando Francia de manera arbitraria ocupó la parte occidental de la isla, que había quedado despoblada a raíz de las devastaciones de Osorio en 1605-1606. Postreramente, ya creada la República de Haití, el nuevo Estado continuó con la vieja práctica francesa de expansión hacia el Este de la isla de Santo Domingo en desmedro del territorio dominicano, circunstancia que originó lo que, hacia 1928, Peña Batlle calificó como “el más difícil, complejo y delicado de los problemas pendientes de la República Dominicana”: el diferendo dominico haitiano sobre la cuestión fronteriza.

Las tres fronteras. El historiador Frank Moya Pons sostiene que la literatura en torno a la frontera con Haití puede dividirse claramente en tres ciclos: la “frontera histórica”, la “frontera política” y la “frontera social”, temas que abordaré en otro artículo. Pues bien, sobre la “frontera histórica”, que fue la definida por el tratado de Aranjuez en 1777, Peña Batlle afirma que en cuanto se refiere a la parte dominicano-española ese instrumento jurídico “estableció una línea divisoria que, en la práctica, devino letra muerta...”, toda vez que “la penetración viene de oeste a este, y del otro lado de la raya no hay, ni habrá jamás, interés fundamental en contener y poner dique a la corriente de una expansión social y biológicamente encauzada contra nosotros: cada vez que se trace una nueva frontera, será en detrimento del territorio español de la isla y de las costumbres, sentimientos y recuerdos de los pobladores españoles de la misma...” Recuérdese que durante la revolución haitiana, Toussaint Louverture ocupó cinco poblaciones dominicanas que se perdieron con el devenir del tiempo; y que a principios del siglo XIX, el propio Toussaint, tras invocar el Tratado de Basilea, unificó con la francesa la parte española de la isla; a lo que debemos añadir la invasión de Dessalines y Cristóbal en 1805 y, finalmente, la dominación haitiana, 1822-1844.

Un espejismo. Fue inspirado en esos antecedentes históricos que Peña Batlle escribió estas proféticas reflexiones: “Para los dominicanos la frontera es una valla social, étnica, económica y religiosa absolutamente infranqueable; en cambio, para los vecinos, la frontera es un espejismo tanto más seductor cuanto mayor sea el desarrollo del progreso y más levantado el nivel colectivo en la parte del este”. “...Las peculiaridades étnicas de uno y otro pueblos no son armonizables...” Lo ideal sería lograr que cada pueblo “haga su vida en el límite material de sus posesiones, sin que seamos nosotros los llamados a sufrir las consecuencias de la fatalidad geográfica e histórica del dualismo en que se reparte la isla, que una e indivisa halló y una e indivisa debió transmitirnos España”. Continuaré con el tema...

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