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ORLANDO DICE

¡Casi en elecciones!

UNO: NO FALTA TANTO.- El tiempo apremia, y aun cuando pueda creerse que las elecciones del 2020 están lejos, la verdad que antes de llegar a la esquina. La Ley Electoral no puede ser problema, pues los partidos o los congresistas ya saben cómo lidiar con legislaciones conflictivas. La Electoral, por demás, parece que no provocará iguales contratiempos. Llegó junto con su hermana, la de Partidos, y supo brincar las controversias. Habrá que ver ahora si como sucede en el negocio, “el espectáculo continúa”. Si el debate empieza de cero o los consensos o acuerdos para una sirven para la otra, ya que se suponen los mismo intereses, o por lo menos los protagonistas. La Junta Central Electoral que urgió la de Partidos, no muestra igual empeño con la Electoral, como si pudiera bandeársela sin ella, o considera que ese es un territorio propio y que senadores y diputados no podrían hacer mucho por estropearla, aun cuando fuera un propósito. Hasta ahora no se conoce de ninguna advertencia, como si el tiempo y las condiciones no importaran, y podrían seguir no importando. Con que le aseguren el dinero y prepare el reglamento será más que suficiente por el momento.

DOS: POSICIONAMIENTO INTERIOR.- Aunque las encuestas y demás estudios que se llevan a cabo -electoralmente hablando- se ocupan más del posicionamiento de potenciales candidaturas, conviene que sean más precisos respecto a las nominaciones. Lo primero no puede realizarse sin lo segundo, y para nadie es un secreto que la lucha interna se da cerrada, y no por simpatía o filiación, sino por la actitud de arrebato o de pataleo que caracteriza la democracia de los partidos. Ese montarse en el tigre, esa dificultad en apearse, convierte la competencia en una situación impredecible. No es si fulano le gana a zutano, sino cómo reaccionará zutano en un panorama indefinido. Ningún aspirante se conforma con realizarse dentro de su organización, sino que todos tienden a cercar la sardina a fuego ajeno. Si se denuncian unos a otros, algo deberá haber de cierto, pues no solo se acechan, sino que disimulan mal las colindancias. Era normal que fuerzas opuestas o diversas confluyeran en la Ley de Partidos y esta fuera obra de los principales interesados. Y sin embargo, no se jugó en lo claro, sino a escondidas. No en aposentos (como en una época), ni en pasillos (como en tiempos más recientes), sino en las vidrieras de los restaurantes caros.

TRES: DESAYUNOS DE POLÍTICOS.- Los que no participan del banquete no entienden mucho la fascinación de los políticos por mostrarse en público, pero no en tarima o podio, sino en los lugares de comer o beber mejor acreditados de la ciudad. Antes los políticos salían de sus casas desayunados, pero ahora la primera comida del día se hace en la calle, en una tertulia que dejó de ser ocasional para convertirse en agenda permanente. Aquí no puede discutirse qué fue primero si la gallina o el huevo, pero sí resulta interesante el hecho nuevo. Como los restaurantes que abrían al mediodía o en la noche crearon el servicio de mañana. O como el dominicano de nivel social medio o alto, o con intereses u obligaciones políticas, adoptó una costumbre que era extraña a su naturaleza. El desayuno se hizo socialmente más importante que el almuerzo, y nadie trata de negocio o de política si no disfruta al mismo tiempo de una gastronomía o culinaria que eran impensables años atrás. Los hoteles, que mantienen servicio de cafetería para sus huéspedes, fueron superados en atenciones y variedad de alimentos por los restaurantes. Y la oferta y la demanda se complementan, pues los locales se multiplican y las ganancias parecen compensar.

CUATRO: EL HUMO DEL CAFÉ.- El escenario de los desayunos es interesante y revelador políticamente hablando, pues las fieras se tranquilizan con la comida. La boa se harta y duerme larga y plácidamente. El político (y sin alusiones) se deja llevar por la conversación y cede o concede frente al plato y las tazas de café repetidas. Ni colmillos ni ladridos, sino perros mansos y en descanso, como si tuvieran placa y cordel. Nadie se supone los asuntos que se tratan y que se resuelven con ese temperamento de animal doméstico. Un recorrido por esos lugares al inicio o mitad de la mañana es un ejercicio inestimable para tomar el pulso a la situación política. No necesariamente para conocer al farsante, pero sí para darse cuenta de los buenos actores que se pierde el cine dominicano. Mucho más que la comparecencia -en días normales de semana- se produce después de los programas de panel (por lo menos de televisión) y algunos comensales se desahogaron y dijeron lo que se les antojó del contertulio con quien comparte mesa y pan. Es una forma muy especial de hacer campaña, pero sí efectiva, pues distiende el ambiente y los amarres no se dan en lo inmediato, pero fueron conversados y la puerta quedó abierta. Los incrédulos sazonan al margen. “¿Pero fulano y tú...? -Na, tú sabe cómo e”.

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