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En la diana

Primer Tiro Los cambios en la Tasa de Política Monetaria (TPM) no son simétricos respecto a sus efectos en las demás tasas de interés y en el crecimiento del consumo y la inversión privada. Excluyendo la tasa interbancaria, la transmisión completa hacia las demás tasas podría requerir de un período de hasta tres meses. La velocidad del traspaso de los aumentos siempre es mayor que el de las disminuciones, y la transmisión hacia las tasas activas siempre ha sido mayor que en el caso de las pasivas. En el caso de un aumento, la velocidad de transmisión depende también del nivel de restricción a la liquidez con que venga acompañado el cambio en la TPM, y también de los efectos del cambio en las condiciones macroeconómicas que motivan el aumento en dicha variable. Por eso se hace necesario repetir que aunque la TPM fue aumentada en solo 25 puntos básicos, el cambio en la posición de política monetaria del día 24 del pasado mes de julio tiene que ser evaluado mucho más allá de lo que dicho aumento absoluto podría significar.

Segundo Tiro Hay un nuevo balance de riesgos en el panorama macroeconómico, y se requiere que el análisis de los cambios en las tasas de interés y la liquidez se realice simultáneamente con el del movimiento del tipo de cambio que se observa desde el pasado mes de julio. Calculada con el promedio acumulado hasta el día 13 del cursante mes de agosto, la devaluación anual es de 4.44%, cifra que debe analizarse y compararse con el tipo de cambio que requerirían los fundamentos y la absorción de los choques externos de precios de petróleo y de tasas de interés. Una devaluación excesiva representaría un sobreajuste que colocaría rápidamente la inflación por encima de lo contemplado en el Programa Monetario. Una devaluación insuficiente produciría un aumento de las expectativas devaluatorias. Es muy posible que una devaluación acumulada al final de año de 4.5%, combinada con un aumento promedio de 50 puntos básicos en todas las tasas de interés del mercado, sea suficiente para producir el ajuste que requiere la demanda interna y el déficit corriente con el exterior.

Tercer Tiro Pero así como la tasa de cambio y las tasas de interés se ajustan al nuevo panorama, así también deberían hacerlo las expectativas de los inversionistas y los empresarios. Unas expectativas devaluatorias más allá de lo que requieren las condiciones internas y externas serían corregidas rápidamente, pues los mercados penalizan a los que se equivocan y van en contra de ellos, y en el caso de los mercados internacionales, los mismos todavía esperan una devaluación por debajo de la observada en términos anuales. Las tasas de interés están aumentando y el ritmo de la devaluación también, acercándose esta última a la frontera del 4.5%. Con una devaluación del 4.5%, el tipo de cambio terminaría en diciembre en RD$ 50.36, valor que podría ser consistente con los fundamentos del nuevo panorama macroeconómico. Con ingresos por venta de bonos soberanos y de inversión extranjera más que suficientes para garantizar el financiamiento del déficit de la cuenta corriente externa del año, una devaluación mayor que ya acumulada produciría una situación de subvaluación cambiaria que el mercado se encargaría de corregir a través del mismo tipo de cambio o del diferencial de tasas de interés.

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