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ORLANDO DICE

La Marcha del Millón

UNO: NI LA LLUVIA PUDO.- La Marcha del Millón no se puede quejar: Ni la lluvia pudo dañar su fiesta. Transcurrió como quisieron sus organizadores y dijeron los que les vino en ganas sin que ni siquiera se intentara corregir la parte tremendista de la proclama. Fuera del chisme de la sobreportada, nada afectó su designio. Incluso habría que determinar cuál quiso obviar a tal, pues si en verdad agosto no tiene dueño, 16 es fecha de aniversario de este o de cualquier gobierno, y no se le puede negar el derecho a celebrar. El 16 estaba primero que el 12, y una administración con tanto sentido mediático no iba a conformarse con un día. El propio 16. Lo suyo lleva una semana y podría durar más. El movimiento Verde quiso madrugar al gobierno y el gobierno reaccionó tempranero. Aunque como siempre -en política-- lo anecdótico se lleva las palmas. Las sobreportadas de los periódicos es la última invención de la publicidad, y parece que con gran resultado. El lunes fue habilidad del gobierno, pero ya el miércoles fue promoción de supermercado, considerando que era 15, día de pago, y adelantar la oferta garantizaba venta. Lo importante era poner el producto al alcance de la gente...

DOS: AUSENCIA DE MEZQUINDAD.- La Marcha del Millón tampoco se puede quejar del trato. En un país en que la mezquindad política crece como la verdolaga, nadie cuestionó la convocatoria. El movimiento Verde dijo que un millón, y nadie le replicó. Si los convocantes lo creen y los convocados no lo desmienten, millón se queda. Aunque se prefiere dejar los números a un lado y mejor calificarla como la más grande concentración. No se sabe quién inventó la propaganda, pero cumple su papel desde que el mundo es mundo. No se sabe por igual qué fue primero, si el huevo o la gallina, pero sí que la ponedora es indiscreta y no se siente tranquila hasta que cacarea. En el caso de la propaganda no es la naturaleza imitando el arte, sin por el contrario el arte tomando de ejemplo la naturaleza. Si a la gallina le va bien propagando su hacer ¿por qué no el gobierno o la marcha? Los logros oficiales se quedaron cortos, pero también se quedó corto el millón. Ni empate ni ir de la mano, sino aprovechar cada cual a su manera las ventajas que ofrece la publicidad, y que al ser interesada y manipuladora --para uno y para otro- se constituye en propaganda. El soberano, como en muchas otras cosas, tendrá la última palabra...

TRES: MÁS POLÍTICA QUE SOCIAL.- El último parto es el más bonito y así considera el movimiento Verde la Marcha del Millón. Sin embargo, políticamente tiene virtudes nuevas. Una facción del PRM quiso asumirla como propia, y desde el momento que se aceptó compartir el espacio, vale más lo político que lo social. Los dirigentes del PRM que siguen las orientaciones de Luis Abinader se dieron un baño de masa, y gozaron como propio lo que tal vez fuera ajeno. Al PRM y al mismo Abinader le tenían una campañita por aprobar la Ley de Partidos, y lo menos que se les decía eran promotores de la reelección. La participación en la actividad verde lava su culpa, pues no podría propiciar políticamente a Danilo Medina y al mismo formar parte de la más impiadosa inquisición. La verdad que por ahora va jugando hábilmente sus cartas. El éxito en la vida al igual que en la política dependería de jugar bien con cartas malas. Lo que se ve, objetivamente hablando, es un PRM con iniciativas, a la ofensiva, con dos salidas de calidad. La Ley de Partidos debe mucho a su involucramiento, a su flexibilización y desbloqueo. La Marcha del Millón fue el más adecuado escenario para tirarse a la calle, pues solo era dejarse llevar. Los riesgos (si los hubiere) serían los propios del niño que empieza a caminar...

CUATRO: EL DESTINO FINAL.- El PRM participó de manera pública y declarada en la Marcha del Millón y el movimiento Verde consintió, aunque fue evidente que Moderno se subordinó a las consignas de la convocatoria. Estas cosas, contrario a lo que pueda pensarse, no se producen sin previo acuerdo. Los seguidores de Luis Abinader no iban a integrarse a la movilización sin comunicarlo y contar con el visto bueno de los promotores. Un desplante hubiera sido fatal y se recuerda la experiencia de sectores que intentaron en el pasado colarse o aprovechar la concurrencia para sus fines, que fueron parados en seco. El neotrujillismo o los nacionalistas, por ejemplo. Cuidar el espacio es cuidar el propósito, pues fácilmente lo contaminan desde fuera. Habrá que ver cómo se dio esta nueva versión de la Convergencia, aunque parece que no es tan difícil dar con el ovillo. Hablan de un ideólogo en común, y en ese sentido es interesante conocer qué asume a qué. Si el movimiento Verde al PRM o el PRM al movimiento Verde. Aunque es obvio lo que algunos estrategas de los verdes se niegan a aceptar: el imperativo político. Quiérase o no, el auge de masa que provoca no puede realizarse en el vacío. Más tarde o más temprano tendrá que aprovecharse políticamente. Y cuando sea, ahí estará el PRM...

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