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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Por qué me hice salesiano

¡No me digas que no! Te provoqué la curiosidad y de seguro quieres saber por qué me hice SALESIANO. No tengo más remedio que complacerte. La curiosidad es tremenda, para bien o para mal.

Los salesianos me han perseguido, (¡Feliz persecución!), desde el seno de mi abuela, fue ella la primera que entró en contacto con los hijos de Don Bosco, tras su llegada a la Ciudad del Viaducto.

El sacerdote que me bautizó fue el salesiano Antonio Flores, mexicano que entregó alma, vida y corazón a este país, especialmente a la tierra de Moca. Él construyó el majestuoso santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, orgullo espiritual del pueblo mocano. Muy pequeño, casi sin saber qué era qué, me enrolé como lobato en un grupo scout, que otro salesiano, Andrés Németh, había comenzado en el pueblo de la yuca negra y las muñecas sin rostro. A este salesiano, nativo de Hungría, hay que sacarle el plato aparte en este país.

Al emigrar de Moca a la capital, nos ubicamos cerca de la Parroquia Don Bosco. Allí la “persecución salesiana” se volvió más intensa: me integré al oratorio, fui parte del grupo, que llamaban el “Cuchirato” de más de cien monaguillos y, aunque no estudié en el colegio, las salesianas me prepararon, junto a mi hermana, para la Primera Comunión.

¿Y para qué te estoy contando esto si tal vez ni te interese? La cuestión fue que los sueños de adolescente, el ambiente de alegría y el ejemplo entusiasta de los hijos de Don Bosco, casi todos venidos de fuera, me motivaron a iniciar un proceso de formación de mucha disciplina.

No te voy a decir el año, para que controles tu curiosidad, (sino, pregúntale a Google) un 16 de agosto ingresé a la Sociedad Salesiana, consagrándome al Señor y al servicio de la juventud según el estilo de Don Bosco. Tenía 18 años (¡ya lo dije!). ¿Muy joven? Ni tanto; hay muchachos y muchachas que a esa edad tienen ya un hijo o hasta dos. A quienes leen periódicos en búsqueda de los últimos chismes que inventamos los humanos a cada minuto, tal vez este breve relato no le interese ni un chin, pues no tiene nada de político, de problemas económicos, de moda ni de tantos otros temas que despiertan la curiosidad y nos entretienen.

Pero me he dado el gustazo de contarlo, insistiendo en que mi vocación es una tremenda aventura, para muchos una locura, un desperdicio, y añádele todos los boches que me quieras dar.

Lo cierto es que a mucho honor soy SALESIANO y, si volviera a nacer, no lo pensaría dos veces y de nuevo seguiría el camino de Don Bosco.

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