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¡Presidente, defiéndase!

Todo jugaba a su favor desde aquel día memorable del 16 de agosto que el país pudo apreciar en su justa dimensión un espacio de transmisión modélica del mando y los dominicanos lucieron entusiastas y expectantes a la puesta en ejecución del contenido de un memorable eslogan de campaña: Continuar lo que está bien; corregir lo que está mal, y hacer lo que nunca se ha hecho. Se usó para enzarzarse en una crítica contra la dirección en los últimos y todos los tiempos del vilipendiado Estado dominicano. Por eso resulta tan significativo que desde el inicio el Gobierno se ha blindado de una política de comunicación que ha sido su mejor arma, buscando además, el olvido o menoscabo del extraordinario legado convirtiéndose en sectario al tratar de echar por la borda el gobierno pasado. De fantasía, algo. No todo ha sido real, y tanto las correcciones como las auténticas formas de democratizar y transparentar las acciones contra la sombra alargada de la corrupción, perciben sus críticos más severos, son herramientas de las que solo dispone la autoridad del Ejecutivo. Sin embargo, una opinión muy mayoritaria de la sociedad dominicana es que el Gobierno ha tenido una gestión positiva para el país porque busca el “justo equilibrio entre eficacia económica y necesidades sociales, salvaguardar el medio rural y sobre todo, dar el indispensable y necesario apoyo a la educación y la salud pública”. Aunque el Gobierno promueve mediante una extensa publicidad estas acciones, el Presidente mantiene un silencio de “su obra” “como si temiera defenderla. (Que conste, este Gobierno no ha sido foto y publicidad aunque se haya usado profusamente) Pero esa actitud tizna de sospecha sus preocupaciones como si se movieran por su propio interés y no de la ciudadanía, y es comprensible por el “atavismo” de continuar de los gobernantes dominicanos; pero ello no obliga a guardar silencio y pasar página. Hay que asumirla y compartirla. La sombra arropa la luz. ¿Por qué no hacerlo? Usted es de los escasos militantes de la lucidez y lo conceptual, pero ha ido creando un mundo no a su medida donde no debe temerse a sí mismo. No puede sustentarse solo en el contenido propagandístico de la publicidad que refuerza el populismo, sin embargo, su defensa depende de una vocería que solo deja una ola de pesimismo porque las explicaciones no avanzan hacia la transparencia y la rendición de cuentas; se ha institucionalizado una práctica que demuestra la falta de regulación, opacidad y la discrecionalidad. El Gobierno no puede andar como el malabarista de circo que con cualquier descuido se le caen todos los platos. Aún lo estrafalario de la frase, pero “desde el poder hay que saber hacer lo mal hecho, bien hecho”. Pienso que siendo usted uno de los actores cruciales no puede ser huidizo a los medios, introvertido y a la vez ensimismado; tampoco guardar un silencio de sus pensamientos si es a la vez laborioso y cercano al medio rural en donde prácticamente se ha domiciliado. Puedo agregar que hace un esfuerzo integrador a lo social. Entonces, ¿por qué ceñirse a la obligación constitucional del 27 de febrero en una larga y tediosa sesión, a la que además, solo se puede lograr un fuerte bostezo? Ahora bien, donde no ha habido integración es en lo político partidario donde exhibe “lazos rotos” con quienes no le manifiestan incondicionalidad jurada. En este terreno “su obra” se ha levantado con marcada discreción y el sigilo, características nuevas y temibles del poder más incisivo, más avasallante. Una obra suya que no parece suya. Por tanto, insisto, y es cierto: debe ser un intrépido defensor de su gestión, si no en el sentido más profundo, en un gozoso repaso a su experiencia de Estado. De lo contrario, cosechará tempestades.

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