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Tiempo para el alma

“El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”. Mt. 13. 33.

Hace unos días almorzábamos juntas un grupo de compañeras de trabajo.

Una de ellas, evidentemente no muy familiarizada con el arte de la repostería, comentaba que estaba experimentando hacer bizcochos de diferentes sabores; hablaba de todos los exóticos ingredientes que mezclaba.

“Mi espocito me dijo que me están quedando deliciosos, pero que no crecían”. Sus bizcochos quedaban compactos y pesados, en cantidades pequeñas a pesar de todos los ingredientes usados.

Una pena, pues no podían disfrutar en abundancia de sus delicias.

¿La razón? ella no estaba agregando un elemento esencial: el polvo de hornear que lo haría crecer y dar abasto para aquellos paladares ansiosos.

Me pregunto si no nos faltará polvo de hornear a los creyente cristianos. Si estamos echando a nuestra vida ingredientes que crean sensaciones espectaculares pero que no dan sustento a la “masa” de la fe. Si no hacemos crecer nuestra fe y nuestro testimonio, no podremos satisfacer la necesidad de responder a lo que Dios espera de nosotros para nuestro propio provecho espiritual y para abundar el reino de Dios en nuestra sociedad. Que no se nos olvide el polvo de honrar.

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