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OTEANTO

Una fuerte tarea

El Partido de la Liberación Dominicana y su gobierno tienen una fuerte tarea en lo concerniente a las previsiones y estrategias a implementar para hacer frente a una oposición que adquiere connotación de rabiosa y luce dispuesta a llegar a la provocación, incluso, con el propósito de alcanzar los niveles de articulación que nunca ha logrado con la sociedad.

Los últimos acontecimientos lo demuestran: un diputado enfrenta a otro en su turno y se propone, de manera expresa, no dejarlo hablar, y en una franca violación al orden parlamentario, desafía al presidente de la Cámara de Diputados montando en el hemiciclo un feo espectáculo sin reparar en lo que eso pudiera afectar su imagen. Parecería algo como mandado a hacer. No se callaba ni siquiera ante los llamados enérgicos del presidente del hemiciclo, ¿Qué nos dice este panorama? Que hay un estado de desesperación en la oposición política -nacido de su imposibilidad de construir mayoría electoral- que la torna intolerante y desafi ante.

Y no es un accidente, todos estos días he estado escribiendo sobre la cuestión. Es difícil luchar con un gigante como el PLD; gigante en estructura, en su capacidad de trabajo electoral y en los resultados que arroja siempre ese trabajo. Hace dos años, un desesperado dirigente perremeísta me dijo: “Para apear el PLD del poder necesitaremos hacer una guerra civil”. Yo, que hasta me asusté con su declaración, le pregunté la razón. Me respondió que su partido traía desde su formación el germen de la división y los peledeístas son unidos por defi nición. Me pareció lógica su conjetura, en lo que hace a la unidad monolítica que ha observado el PLD durante toda su historia, la cual, desde mi perspectiva, ha propiciado su acceso al poder y su permanencia en él. Ya en lo relativo a aquello de tomar las armas hube de hacerle un llamado a la cordura, pues aquello no hablaba bien de su vocación democrática. Hoy vemos que no han tomado las armas literalmente, pero su desesperación los hace dar tumbos, revivir expedientes con “nuevas pruebas”, hacer un franco desorden en plena Cámara de Diputados, etc. Todo lo anterior me pone en una situación de diligencia a los fi nes de reiterar al PLD –partido al que pertenezco aliado, junto con mi movimiento político MRD– mi llamado de atención en relación con lo que es su mayor virtud, su sentido de la unidad.

Ese sentido de la unidad los catapultó y los mantiene en el poder.

De ahí que lo mejor que puede hacer cualquier peledeísta que no ostente ningún cargo público en el gobierno y que pretenda acceder a él es velar por esa unidad que tanto ha benefi ciado su partido. Porque, como he dicho en tantas ocasiones, “sin unos no hubieran otros, pero sin esos otros no habrá ninguno”.

El autor es abogado y politólogo.

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